El próximo sábado, día 17, se inaugura la temporada de espectáculos del Teatro Central con la presentación del nuevo disco de Arbol (sin tilde), el proyecto del artista multidisciplinar Miguel Marín, que reaparece discográficamente después de ocho años. El disco lleva por nombre Just another confused animal, y aunque ha sido editado recientemente lo grabó en su estudio de Sevilla entre los años 2017 y 2019. Consta de ocho composiciones propias en las que Miguel ha encontrado un nuevo campo de investigación en la recuperación de instrumentos acústicos como la guitarra, el ukelele, el timple, las percusiones, el glockenspiel, añadiendo a su paisajismo sonoro toques electrónicos de teclados, cajas de ritmos y samplers. Así y todo, el instrumento principal y protagonista es su propia voz.
El disco está íntegramente grabado por Miguel y él mismo interpreta prácticamente todas las partes instrumentales, para las que contó con la única ayuda de Bjort Runarsdottir en el chelo y Óscar Acedo en el clarinete; en los coros participan Miriam Blanch y Álvaro Romero, y las partes de spoken words las recitan Sabine Wlokas y Bridget Fiske.
El disco me parece un trabajo de orfebre, que parece salido de la mente de alguien un poco paranoico y delirantemente visionario. Aun así, Arbol me parece uno de los poetas más lúcidos que trabajan en el desierto del rock. No acierto a vislumbrar cómo va a conseguir trasladar esta sensación al espectáculo del Teatro Central, así que le pregunto y dejo que él mismo me lo explique: «Para el Teatro Central hemos preparado un espectáculo audiovisual con interacciones de danza y movimiento. Contaremos con la colaboración del coro Proyecto eLe, que serán unos veinte cantantes; los visuales de Javier Vila, quien ha dirigido conmigo el espectáculo y la dirección de movimiento de Teresa Navarrete, con la intervención de las bailarinas Candela Capitán y Lucia Vázquez. Los visuales serán material grabado y basado en las letras de los temas… será como hacer una película a tiempo real sobre el disco, con el coro y las bailarinas como intérpretes». Y ya que hablamos de los intérpretes, le pregunto también sobre quiénes serán los que reproduzcan en directo su música. «He formado una banda con Jesús Bascón que ha trasladado cosas que aparecen en el disco tocadas por mí a su propia instrumentación, así él tocará teclados, guitarras y piano; a la batería estará Antonio Lomas, al clarinete Óscar Acedo y al chelo Bjort Runarsdottir, que son los mismos que los tocan en el disco, y los coros los hará también Miriam Blanch».
No tengo demasiado frescos sus discos anteriores, pero me parece que este es el más reposado de todos los que ha grabado Arbol. La música es bella pero inquietante; a veces incluso con una tortuosidad y un retorcimiento que roza la fealdad, y no sé si este rasgo se lo ha dado Arbol de manera consciente, como medio de comunicación… «Yo no considero que roce la fealdad, en absoluto; para mí la fealdad es otra cosa, puede ser repetitiva con sentido de crescendo y acumulación sobre sonidos que pueden resultar chirriantes al estar en un rango de frecuencias o muy agudas o muy graves, pero lo considero más inquietante y retorcido que feo. Es sin duda el disco más orgánico en el sentido que uso más instrumentación y menos electrónica además de la voz como eje principal».
Me parece una música tan poderosa que es difícil encontrar comparaciones en el rock que sirvan de punto de referencia. Crea el drama como atmósfera, como ambiente solo comparable al que creaban los primeros y mejores Genesis o Van der Graaf Generator. Como no sé si son correctas estas referencias o tiene otras muy diferentes, le pido que me hable de ellas. «No son bandas que yo escuche, Genesis o Van der Graaf; suelo escuchar mucho jazz, afro jazz, músicas experimentales y algo de cantautor británico y americano sobre todo. Pero tomo más como influencia imágenes, espectáculos de danza o teatro y sobre todo vivencias mías o de otros. La música de otros la suelo escuchar para desconectar de la mía cuando trabajo mucho y me gusta escuchar algo muy diferente a lo que he estado trabajando».
La externa sonrisa esbozada que aparece en la foto de Miguel ha trocado en mueca de horror al contemplar la cicatriz que sirve como imagen de la portada del disco. Las verdades acaban de convertirse en mentiras. La amargura de la realidad queda fijada en los oídos de mil oyentes devueltos al frío del mundo. La comedia ha derivado en tragedia. Panoramas de alienación, paranoia, soledad y locura, sobre música etérea y fría. ¿En qué circunstancias fueron escritas estas canciones? «Las canciones y el disco se basan en vivencias propias, etapas por las que he pasado en los últimos años. Las letras están basadas en momentos vividos, sueños y pensamientos». Estos textos autobiográficos aparentemente reposados no pierden ni un ápice de su amargura y a pesar de todo no son negativos o pesimistas, son simplemente la representación de una realidad cruda. «Yo no suelo ser pesimista, así que mis letras no están basadas en pesimismo, más bien son mensajes y estados de ánimo. Algunos de ellos también tienen la influencia de conversaciones con amigos».
Aquí puedes escuchar este Just another confused animal en toda su integridad, pero ver su representación en el Teatro Central te va a ser más dificultoso porque ya están agotadas todas las entradas. El patetismo severo de nuestro mundo moderno tiene un disco que lo refleja, incluso con sus toques de surrealismo; rebusca en medio de las sombrías líneas topográficas de los poemas, que encontrarás reflejos de tus propios estados de ánimo: dudas, desamor, arrepentimiento, perplejidad… el balance del camino recorrido te permite reconocer un equilibrio entre la nostalgia de lo perdido y el asombro ante la permanencia de las cosas, en el filo mismo que separa lo que nos salva de lo que nos destruye… no solo la música es el vehículo de expresión de Arbol, sino también las palabras escritas. Y estas últimas que cito, de su hoja de promoción, tienen tanta carga lírica como las letras de sus canciones, que bien podrían ser hojas caídas del árbol que construyó Francisco Brines con su poesía: El hombre, entre los árboles, medita con pasión sus recuerdos. Le rodean sombras profundas, silenciosas alas oscuras, más arriba los viejísimos astros. Piensa que fue su vida luz, y que los hombres y las cosas eran dignos de perdurar, porque era eterno su amor…