Linimento Volátil + Venezia Rojo Shocking. Sala FunClub. 30 de mayo de 2019
Interesante la noche de ayer en el FunClub. Había un par de buenas propuestas musicales más en otras salas, pero tenía ganas de volver a ver en directo a Linimento Volátil después de que se me escapasen en varias ocasiones a lo largo de los años desde que los vi por primera y única vez en un festival de Radiópolis y también a Venezia Rojo Shocking, de los que solo tenía el aval que suponen los nombres que citan como influencias y las cuatro canciones del único disco que tienen editado. Y la noche comenzó precisamente con una de esas canciones, We bought a lie, una entrada a lo Neil Young (salvando muchas distancias, claro) de sus inicios en solitario, incluso con un regusto similar a su voz en la de Juan Mena, de timbre bastante parecido.
A partir de ahí casi una hora de incisivo sonido que destilaba rock a borbotones, aunque metidos de cabeza en las enseñanzas de los Byrds o la parte más amable de Yo La Tengo muchísimo más que en los trallazos con que los Crazy Horse hacen pedazos a menudo las canciones o en la oscuridad de la Velvet. A todos ellos los rememoran en su concierto, pero nunca llegué a notar un estilo concreto por el que se decantasen. Lo cual es un punto a su favor, porque prefieren la vía libre que permite a muchas bandas quitarse las anteojeras dream pop que a veces solo sirven para convertirse en esas otras anteojeras que se pone la gente para quedarse profundamente dormida. Y no es que la apuesta de Venezia Rojo Shocking sea la velocidad, que en prácticamente todo su concierto se mantuvieron en un agradable medio tiempo, pero son rápidos cuando se lo proponen, como ese rush final de The dawn of a man con el que terminaron el concierto y también saben poner el freno de mano sin caer hacia atrás, como demostraron de forma fehaciente con su interpretación de In dreams, una de sus nuevas canciones, que fue además una referencia perfecta para mostrar el contraste con la forma de romper la melodía y desquiciar el ritmo de la pieza siguiente, Sci-fi, aunque no se prodigasen en hacer eso mucho más.
Aún estrenaron otras dos canciones, Satellite y Later on, con las que entraron de lleno en el juego de la pausa desafiante, del cambio inesperado, de extraer ruido de donde se supone que no debería haberlo para convertirlo en una sucesión de ritmos incomprensiblemente atrayentes, porque de ahí no tendría que haber salido nada pausado, como hacen ellos, sino beligerancia sónica, que es a lo que me refería antes con la mención que hice a Crazy Horse y que es lo que más se echa de menos en un concierto como el que anoche nos ofrecieron Venezia Rojo Shocking. Pero quedémonos con que en los minutos finales sí tuvimos una buena pista de lo que pueden llegar a hacer y con que tampoco está de más ponerse del lado de la inteligencia que no de la agresividad gratuita, hablando en términos musicales. Terminamos salpicados de una buena dosis de alegría y con ganas de volver a verlos pronto.
Linimento Volátil no es que sean la antítesis de Venezia Rojo Shocking, pero su propuesta musical es muy diferente. Lo que ellos hacen es remodelar los viejos aromas del rock de los ochenta con una cierta innovación, dándole retoques que incluyen guiños al blues, al power-pop, al rock progresivo, sin despreciar el pop que forma parte de nuestra memoria colectiva, del que tuvimos un ejemplo en la versión del Yo no soy esa de Mari Trini. Y tienen conocimiento de causa para hacerlo muy bien, porque aunque con muchísimos altibajos, pero los tres miembros de esta banda tienen ya varias décadas de carrera detrás… solo tengo que deciros que el bajista, Javier Alés, estrenó el mismo escenario que pisaba anoche cuando inauguró el FunClub con la banda en la que estaba entonces, Los Picapiedras, hace ya muchos más años de los que pienso ponerme ahora a recordar. Él forma la sección rítmica de esta banda junto al batería, Fran Barquín, colega suyo de Atmosférico y también con muchos tiros daos en su paso por Los Psicotrópicos, y el tercero en discordia es Esteban Ruiz, cantante de buena voz, que toca la guitarra divinamente y con buen bagaje literario para escribir letras de canciones; de la docena que interpretaron anoche, si no me equivoco con alguna de las de su primer disco, eran suyas todas excepto la mencionada de Mari Trini y Con la mosca tras la oreja, que era una adaptación de un poema de Francisco José Cruz, lúcido poeta de Alcalá del Río, que forma parte del segundo y hasta ahora último disco que la banda editó hace tres años, A ti te daba yo, y que anoche revisitaron prácticamente a medias con el primero, Sobre todas las cosas que nunca te dije, de 2014, del que extrajeron las dos primeras canciones del concierto: El enemigo del mundo entero y Sin pisar el suelo.
Pues sí, anoche Linimento Volátil nos tocaron la fibra entrañable por medio de melodías frescas, entresacadas de esa biblia del rock and roll que la banda tiene por alma. Un concierto corto, clausurado con mis dos debilidades de la banda: Endorfina y Me da igual, que ya pensaba que no iban a sonar debido a la proximidad de las doce de la noche, la hora en la que el FunClub vuelve a convertirse en calabaza. Con esas dos canciones pusieron el punto final a una revisión de toda su obra, una avalancha de clasicismo rockero violentado profusamente por la fiebre de la eterna rebelión que los tres músicos conservan de su adolescencia. Los tres han optado por convertirse en perennes guardianes de la llama sagrada del rock, utilizando como arma la profanación de sus cimientos, desde los que construyen baladas de azufre y mermelada, rock’n’roll opiáceo y pop catatónico. Adaptan sus desviaciones a corrientes más actuales sin tener que cambiar de chaqueta. No defraudan. Son la voz de una generación crecida a golpes de disonancia, el símbolo de un tiempo al que ayudaron a soliviantar y que al final ha devenido en la eterna mosca detrás de la oreja de la que hablan en su canción. Y no defraudan, digo, porque ellos nunca se convertirán en dinosaurios mientras sigan arrojando esporádicos salivazos letales como Más Calígula y Bienvenido al clan.
Puede que the kids are allright, pero los putos yayos también siguen gozando de una excelente salud: ¡1, 2, 3, 4, dame rock and roll!