Mapache es una banda compuesta por muy buenos músicos. Está Alberto Pielfort, que maneja maravillosamente la viola y la guitarra; Leo García es un bajista cotizado entre los demás grupos sevillanos; Marcos Fernández marca muy bien el ritmo con su batería; a veces se les une Miguel Guinea con su saxo… y luego está Marta Fernández, que suele percutir sobre una quijada, también rasguea una guitarra por momentos, y que aunque está ante el micrófono central del escenario no canta. Bueno, también lo hace en ocasiones, pero lo suyo es recitar historias llenas de imágenes eclécticas mientras los otros crean una banda sonora original que continúa explorando su narración a través del sonido. Marta es una poeta underground, que nos brinda textos melancólicos e introspectivos unas veces y rondadores del lado oscuro, del camino peligroso, otras; pero siempre llenos de expresividad.
Marta crea ambientes que te sacuden con el mosaico de su voz y los paisajes que te dibuja, usándola para pasar desde murmullos a tonos distorsionados manipulando todo el espectro vocal. Pero no canta. Y le pregunto si no lo hace por propia elección o porque tiene conciencia de sus limitaciones. «Me he decantado más por el spoken word como algo natural. Empecé escribiendo y leyendo poesía desde pequeña, de música no tenía ni idea; luego empecé a tocar la guitarra de adolescente y me empezó a gustar más la música, sobre todo el rock and roll; escuchaba los discos de mi hermano y fui conociendo grandes intérpretes, pero yo básicamente recitaba, lo mío era la literatura y en la universidad recitaba en los patios, con dieciocho años, y vi que compartir los poemas en directo era como hacer otro poema, cada experiencia con la gente era como crear algo diferente. Me di cuenta de que la poesía tenía muchas otras posibilidades y que yo sola recitando estaba bien, pero podía investigar otros caminos. Empecé a hacer teatro, a juntarme con músicos y avancé por ahí; pero nunca me sentí en mi lugar, porque yo en realidad no canto; canta Abbi Fernández, pero yo no… luego me animo cuando escucho cantar al Sr. Chinarro… a lo mejor es que tengo que encontrar mi voz propia».
En el 2017 editaron su primer disco, Danza Salomé, y aunque el segundo, de nombre Tierra de Fuego, lo tienen preparado desde hace tiempo, se han ido encontrando con escollos insalvables para publicarlo. «Nos hemos quedado en el punto de querer estrenar y publicar para luego seguir haciendo temas. Los temas se quedan ahí como un álbum de fotos, se acumulan y al final responden a un tiempo de tu vida; los muestras, los compartes. Siempre surgen temas nuevos aunque no queremos hacerlos porque todavía no hemos cerrado este capítulo, a pesar de que el disco esté terminado desde diciembre».
El disco tiene todas las matrículas y códigos que deben tener las canciones para su publicación pero Marta se lamenta de que las circunstancias actuales la han dejado con un ala rota y no está con el input de una situación normal. Así y todo tienen también terminados dos videos, uno de ellos grabado con la banda en directo en los estudios de Happy Place y otro que Marta hizo con una amiga sobre la canción Efímeras, que es el que hace unos días ha aparecido como adelanto del disco.
Esta canción, además de con los músicos citados antes, cuenta también con la colaboración de Carmen Fernández al violonchelo y como todas las demás del disco está grabada y mezclada por Javi Mora en Happy Place y masterizada por Jordi Gil en Sputnik Recording. El video lo ha editado Inma América, basándose en una idea de Marta, con imágenes rodadas en California durante el verano anterior a la pandemia.
Y no solamente los paisajes filmados, sino las atmósferas musicales de la canción son típicamente americanas. Le pido a Marta que me cuente por qué. «Es un sonido buscado por mí, por las influencias de haber escuchado esa música desde adolescente; no solo yo sino todos nosotros. Y aunque el disco es muy variado se repiten más veces piezas que tienen riffs más rockeros y contundentes. Las estructuras no son clásicas de canciones y eso es algo que hemos discutido mucho, incluso con Jordi, que ha hecho el disco y con Rafa Cañete, que ha hecho los pianos de algunas canciones. Sobre esta, Efímeras, me decían que la estructura es muy inestable. Me decían que no puedo hacer un instrumental que termine en un poema, y a mí me divertía eso mucho, porque estábamos diseccionando al bicho como si fuésemos investigadores; pero a mí me gusta cuando una canción entra en una habitación, y luego en otra, y luego en otra, y luego sale; es como un camino, por eso decimos que Efímeras es como una road movie: pasas por varios estados y el concepto de repetición, que está en la definición de canción para que el oyente la recuerde, aquí es secundario; aquí prima más el concepto de narración, de poema, de historia, de imágenes…»
Solo los cuatrocientos y pico de espectadores del concierto que Mapache dio con Pony Bravo en agosto han escuchado las canciones nuevas de la banda. En un programa de Radio 3 se estrenaron también hace algún tiempo cuatro o cinco cortes como avance de Tierra de Fuego, pero quedaron en el limbo hasta que este Efímera, al que le tienen especial cariño, ha aparecido respaldado por el videoclip, como adelanto de la salida del disco, que esperan que no sea mucho después de Semana Santa. Sin embargo esta extensa entrevista con Marta va a estar salpicada de cuatro adelantos más de las canciones que lo componen, con el aliciente añadido de que su propia autora las comentará y nos hablará sobre ellas.
Y vamos a comenzar por la que seguramente tiene el referente más familiar a todos, la tercera del disco, que se llama Su nombre es… uno que todos conocemos y que Marta deletrea ahí, aunque en el referido concierto de agosto lo gritó a la abierta pradera del CAAC. «La letra es como un collage raro; al principio estoy canturreando sobre un trío, una historia rara que no tiene relación con la segunda parte, por eso digo que es como un collage. Cuando empieza el poema… deja que te hable de mi chica… hay frases traducidas del Gloria de Patti Smith, del Gloria de Jim Morrison, del Gloria de Van Morrison y frases mías que no están en ninguna de esas canciones; lo que he hecho es una trenza de letras, he ido usurpando las que me gustaban de cada canción, que aunque me gustan más las de Patti y Van, la de Jim Morrison es el sumun del canalleo y es muy histriónica. Fui cogiendo versos y metiendo otros que no estaban, como en un juego íntimo mío, que hago para pasármelo bien; juego con las voces y los versos como si Patti, Van y Jim fuesen mis colegas y estuviese escribiendo con ellos algo a medias. Estoy haciendo un apropiacionismo de letras que no son mías y traduciéndolas, pero metiendo también mis versos de forma que nadie sabe de quién es cada uno».
El nombre de Jim Morrison sobrevuela esta parte de nuestra entrevista porque la primera vez que escuché a Mapache enseguida se me vino a la cabeza ese extraño disco póstumo de los Doors llamado An american prayer. «Me interesa la faceta del Morrison poeta que muestra en An american prayer más que la de cantante e investigo su poesía, aunque necesito traducir la letra. Primero me llevo la impresión, pero luego debo ir al ordenador y ver la letra bien para no perderme nada, porque mi nivel de inglés es bueno, pero no tanto como para eso. Me interesa la parte de poeta y de contador, la forma en cómo lo cuenta; no solo lo interesante del poema en sí, sino cómo lo construye con una banda detrás. Es el ejemplo perfecto de hacer las dos cosas: cantar y recitar. An american prayer no es un disco populista, por eso aunque gente como Tom Waits o los Tindersticks se interesan por el spoken word, pero no llenan un disco con ello. En mi caso es al revés, tiro más al recitado, que es lo que sé hacer y alguna que otra vez me encuentras con una canción. Si piensas en compartir es verdad que cuando metes un poco de melodía y empiezas a entonar o a hacer una estructura con estribillo le das a la gente un código que entiende y se acerca más a lo que le estás contando, por eso nosotros también lo hacemos, porque al fin y al cabo no es un acto onanista para ti sola en tu casa, sino que lo haces para los demás».
El disco comienza con Early in the morning, que a su vez comienza con la frase de volviendo a casa… i’m going home… que es a donde vamos siempre, un tema recurrente. «El poema con el que empieza el disco es muy antiguo, lo hacía en el Teatro Central en 2011. Tras I’m going home arranca luego con la canción de uno de los registros de Alan Lomax que un día le dije a los de la banda que me gustaba y allí mismo, por la calle, comenzaron a componer a partir de él. Es uno de los millones de registros que grabó Lomax, en el que salen las voces de los negros trabajando en las vías del tren, y salen hasta los latigazos que les dan, era espeluznante; pero le cogimos el riff y clonamos ese leit motiv de la canción. Luego yo trabajé con la letra, que no la traduje entera porque va diciendo muchas cosas que no se entenderían hoy en día en nuestro contexto, parecerían muy políticamente incorrectas y nadie entendería por qué he escrito eso. Pero cogí la voz en off de los presos… para hacer una vía solida se necesita una mujer guapa… difícil de transcribir, porque estaba escrita en slang taleguero y me tuve que ayudar de un traductor. Y esta canción a mí me parece muy bien para el principio porque es iniciática; luego el disco da muchos devaneos, habla del amor, cuenta la historia de la Manola, luego la de un atraco a una gasolinera, pero hay mucho sentimiento de protesta y de lucha y este tema tenía que ser el primero porque es el que más claramente expresa lo que queremos decir luego en el disco. En ese tema hablamos de lo que queremos hablar, porque este momento es también interesante en ese aspecto, la esclavitud no es solo cosa de la colonización, de los negros, de Cuba y Sevilla, sino que ahora estamos viviendo un momento en este año en el que hemos perdido nuestro derechos laborales por la puta cara, de la noche a la mañana, y no nos estamos dando ni cuenta».
No me sorprende esta faceta social de Mapache después de haber visto sobre el escenario del CAAC a una Marta deslumbrante en su expresividad y reivindicación, brillante en su aserto sobre asistir a un concierto actualmente como postura política… «Nunca hemos sido muy panfletarios y hemos ido más por el arte y la belleza, ¡pero hostias!, cómo no vamos a darle contenido a las canciones, si estamos en la guerra. Siempre me ha dado mucha vergüenza gritar consignas, pero llega un momento en el que te sientes obligada a hacerlo. Con la música podemos darle visibilidad a todo… te doy un tema para que te diviertas, pero luego te doy otro para que te lo pienses… Este disco se hizo antes de lo que estaba pasando, pero se puso a huevo. Tampoco es que yo tenga un sentimiento pesimista, pero me siento bien cuando lo tocamos en directo y nos cagamos en la puta madre de alguien; me da vergüenza porque a mí no me han despedido de mi trabajo, siento mucho respeto por lo que pasa y no quiero ser bandera de nada, pero en el fondo digo, ¿vergüenza…? ¡un carajo…!, hay 400 personas ahí abajo y hay que decirles que apoyar los actos culturales es necesario… que ha cerrado el Fun Club, la sala que más ha apoyado a los músicos en los últimos treinta años y no ha pasado nada, nadie se ha manifestado siquiera, deberíamos estar haciendo algo… que la gente al menos sea consciente de que ellos son los protagonistas de la historia. Pero algo hay que hacer… mira esta plaza donde estamos, está llena de veladores con gente… imagínate que allí hubiese un escenario mientras estamos aquí, con un cantante ganándose 200 pavos; es un tema de conciencia, ni siquiera es culpa de los políticos, es cosa de conciencia social y a la gente todo le importa un carajo. ¿Cómo es que petáis el Primark y no queréis entrar en la Sala X porque os da miedo? Hay que rescatar las salas, que tampoco son tantas y no supondría demasiado para los gestores culturales municipales; que si no, cuando pase esto vamos a tener un páramo desolador y nos vamos a tener que ir a tocar a las plazas».
Los devaneos de este disco, a los que Marta se refería antes, no son solo estilísticos, también idiomáticos; no estoy seguro ahora mismo de si en él suenan cuatro o cinco idiomas diferentes. Uno de ellos es el italiano… «En Vai via, que es un tema italiano un poco raruno, que no sabíamos si meterlo o no. Yo viví un par de años en Italia y me siento muy cómoda hablando italiano, más que inglés. Pero además me gusta el rollo de la canción italiana, y me gustan muchos artistas italianos también: Vinicio Capossela, Paolo Conte, los italianos contadores de historias».
Pero he escuchado un par de referencias a óperas italianas, a la Traviata y a Rigoletto, y no están en esa pieza. «Son un guiño italiano en El día más largo, que cuenta un atraco a una gasolinera…. qual piuma al vento… Son dos personajes que van en un coche y se va narrando como van sucediendo los acontecimientos; la historia la cuenta ella, van a atracar una gasolinera y él prepara con la donna è mobile la voz para luego realizar el atraco y tener una voz clara para gritar que las manos donde yo pueda verlas, que no se mueva nadie… él calienta la voz y yo uso esa frase como un juego para decir lo que él va cantando todo el tiempo y cómo ella termina por odiar esa cantinela que el tío canta siempre. Pero toda esa historia es la que yo me monto en mi cabeza, pero que nadie pilla, ni hace falta que lo haga; es lo que yo me monto para poder meterme en la historia. Es como lo del iceberg, que hay mucho por debajo de lo que se ve, que me he inventado y no está en la superficie. El final de la historia queda abierto, contada a medias. En mi cabeza sé que ella se pira con la pasta del tirón, qual piuma al vento. La quise dejar ahí como sin terminar, con los coros repitiéndose, pero Javi decía que eso era muy largo y le hizo un fade out».
Otra road movie, como la del videoclip. A Marta, más que por referentes musicales, hay que preguntarle por referentes literarios y esta repetición de conceptos me hace pensar que más que los poetas simbolistas franceses o los del Siglo de Oro español estará influenciada por los escritores de la Beat Generation. «La Beat Generation me marcó con dieciocho o veinte años, en los primeros años de carrera, por la crudeza; todos hemos estado muy marcados por esa forma de hacer literatura, antes solo se podía decir lo que era bello y de repente nos encontramos esas barrabasadas. Me influyó, sí, y como todo tiene su etapa, lo dejas de consumir, aunque a veces los retomes; pero fue por el libertinaje que tenían escribiendo, por llevar su pensamiento a su forma de vida hasta las últimas consecuencias. El simbolismo francés no tanto, me gustaba más la poesía latinoamericana; en la universidad había un departamento de hispanoamericana muy potente y me encontraba muy unido a ellos, me parecía muy interesante que aquello fuese literatura en castellano contada de otra manera, contada desde otro universo; el mundo hispanoamericano es de gente que te habla en tu idioma pero piensa de forma diferente y usa el idioma con un montón de recursos diferentes al español de España. Eso me atrajo mucho y era mi asignatura favorita e incluso colaboré con el departamento. Hay una flexibilidad y una forma muy creativa del uso del lenguaje en la literatura hispanoamericana, pero en el disco te pones a buscar referencias y a lo mejor no se encuentran entre un verso de Patti Smith, uno de Susana Thénon, que es una poeta argentina que me gustaba mucho; de pronto encuentras un riff del Echoes de Pink Floyd, luego una referencia a Jacques Brel… hay un mix de un montón de referencias literarias y musicales que no corresponden a ninguna casilla concreta».
Sin embargo en la canción que da título a la obra, Tierra de Fuego, sí aparecen claramente esas referencias hispanoamericanas. «Pero son solo geográficas, en realidad, no literarias. En esa canción se mezclan mis versos con los de Pigafetta, el cronista del viaje de Magallanes. Pero no escribí eso pensando en el año de Magallanes, sino para retomar la historia como una reconciliación, una nostalgia de un mundo destruido, no a mayor gloria de los marinos, a los que no hay que negar una gran hazaña, sino por glosar el precio tan alto que costó. Nos costó un mundo que a lo mejor era mejor que el nuestro, como esta señora que oímos al final demuestra. Vivian desnudos, no se ponían malos y vivían pegados al fuego; y llegamos nosotros y les llevamos la neumonía».
Le pregunto también a Marta si estos versos suyos de Tierra de Fuego son de primera mano, si están sacados de su propia observación, pero me dice que nunca ha estado allí. «Me encantaría ir a Tierra de Fuego y quiero ir cuando termine la pandemia. Me gustan mucho los barcos y la mar, me gusta navegar y me siento muy unida a las historias de los marineros y pescadores, En esa canción, que no es representativa del disco, sino que es una rareza dentro de él, se cuenta la historia de Magallanes llegando al Estrecho y diciéndole a un par de las naves: pasad por allí a ver si encontráis el final. Vieron fuegos luego y pensaron que eran de las naves, pero eran los de los fueguinos, los de los indígenas que había allí y a los que luego llamaron así por eso. A veces me pongo a tirar de un hilo freaky que me gusta y me puse a investigar sobre las tribus originarias de los pueblos precolombinos y vi que era un sitio tan inhóspito que ni los colonizadores siquiera querían quedarse allí. Pararon a por agua y comida pero no querían detenerse más, y sin embargo los habitantes primigenios, de muchas etnias y razas, han estado tó la puta vida allí hasta que nos los cargamos; manteniendo los que quedaron sus formas de vidas hasta no hace mucho. Lola, la indígena que sale al final es a la que llaman la última ona; es la última que quedaba de esa etnia. La conocí a través del trabajo de una documentalista llamada Anne Chapman y esta mujer, que ya murió, era una de las últimas de una raza que no se había mezclado con otras y vivían como los hombres prehistóricos hasta antes de ayer, en un sitio en el que era súper difícil sobrevivir, y eso desmonta toda la teoría del progreso. Nosotros hubiésemos muerto en un cuarto de hora y ellos han seguido viviendo como el hombre primitivo recolector. Ella habla en su lengua indígena, con sonidos guturales durante toda la grabación de Chapman, y lo que hice es un sampler de esos discos, que son de libre circulación. Ese sampler en concreto es un canto para varar ballenas; ellos se alimentaban de focas hasta que los civilizados acabamos con casi todas y tuvieron que alimentarse también de ballenas, que no sé por qué, se quedaban varadas en esas zonas, y las chamanas como ella pensaban que con sus cantos y sus mantras tenían la capacidad de vararlas. Ahí hay historias muy simbólicas y originales que son muy interesantes de rescatar».
Diferentes registros narrativos necesitan diferentes registros vocales. «Intento jugar cada vez más con la voz. Es un trabajo actoral, que aunque no soy actriz me tengo que meter en el papel para adaptarme a cada historia: en el atraco a una gasolinera tienes que ser una protagonista de Scorsese, en I’m going home, que es un poema mío, estoy desnudándome y hablando en primera persona y no necesito toda esa impostación de otros personajes. Hay un patrón reconocible y yo me siento cómoda hablando como lo hago, pero intento cambiar, porque si no cambias es muy aburrido; a nivel de show es mejor el dinamismo, y darle riqueza a los personajes».
Y esa riqueza viene además de la música que los respalda. Me interesa conocer si esa música la dirige también Marta. «Yo me he ido animando cada vez más y ya cuando hicimos el primer disco yo llevé las estructuras con la guitarra y las canciones Maldito Chevrolet o Patíbula las hice yo completamente y luego ellos las arreglaron. Luego los músicos fueron cogiendo protagonismo y a veces ha ocurrido al revés, Alberto me ha dado una base y yo he escrito una letra con lo que él me proponía; o he llevado solo el texto y ellos han dicho qué clase de música le venía bien… pero a mí me gusta participar como músico también; aunque no me siento músico, pero sí que al final acabo llevando yo la mayor parte del tema. Mantenemos un buen toma y daca entre Marcos, Leo, Alberto, con su universo tan completo, que viene del mundo clásico y se ha hecho rockero de pro… tampoco voy a dirigir yo la música ni lo pretendo, y sería gilipollas si no aprovechase los conocimientos musicales de la banda, que son infinitamente superiores a los míos. Pero sí que les llevo la estructura, aunque muchas veces les parece muy básica».
Sobre esa base construyen un sonido de lujo que no debe ser fácil llevar al directo… «Tierra de Fuego sí es difícil de llevar al directo, es complicado construir tantas capas. En el primer disco dijimos que grabaríamos solo lo que se pudiese llevar al directo cien por cien, pero en este segundo hemos metido capas que le quedaban bien; decíamos: si metemos otra pieza de guitarra no pasa nada; o si viene Miguel al saxo mejor, o si viene Rafa a los teclados, Carmen al chelo, Alicia con las voces, todo perfecto; aprovechando por completo el estudio pero sin perder nunca esa regla de oro de que la banda tiene que sonar bien en directo. En Gloria metí, por ejemplo, una capa de guitarra que no puedo recrear en directo mientras interpreto la canción. Si cantase y con acordes podría, pero no puedo contar la historia de la chavala que viene a mi casa y a ver qué pasa si lo hago yo a la vez. En el CAAC ese solo lo hizo Miguel con el saxo, aunque el concepto cambiase un poco».
Mapache, a partir de materiales avalados por la tradición o el uso de otras bandas más convencionales, elabora su propia visión de la interpretación de música y poesía, siendo fieles a la línea sucesoria de los músicos de rock y de jazz y no pareciéndose a nadie al mismo tiempo. Te sumergen en un universo extraño, con su propio conjunto de reglas. Y por ahí es por donde Marta te guía: siempre hay una respuesta profundamente emocional a lo que ella recita, ya sea disgusto, odio, amor; en un mundo de referencias musicales donde las canciones, las piezas que recita, tienen parentesco con otras canciones que conoces y te evocan otras conexiones de las que ya hemos hablado: Jim Morrison, Tom Waits, Laurie Anderson, Patti Smith… con ella no somos oyentes pasivos, sino que formamos parte de la unión que se establece a través de la poesía, como si mantuviésemos un callado diálogo con Marta.
