Slift. Sala X. 18 de junio de 2019
Anoche estuvieron Slift en la Sala X, un trío de Toulouse que no se anduvo con tonterías a la hora de meternos un concierto tan excesivo que lo hizo singular, con un sonido memorable que no tuvo nada que envidiar a otros titanes psíquicos de culto similares como Thee Oh Sees o los Wooden Shjips, por poner dos ejemplos a vuelapluma. A ratos fueron jevis, krautrockers, shoegazers, jazzys incluso ya en el final; mezclando ruidos estridentes con cadencias armoniosas… no sé si se puede decir de un batería que es lírico, sobre todo cuando se pasa la mayor parte del concierto aporreando la caja y el goliat en plan stoner, pero si se le puede aplicar la palabra a alguno es a Canek Flores, este de Slift. El sonido tan cambiante de la banda se asentó sobre todo en sus cambios de ritmos, asistidos por el bajo de Remi Fossat, que queda en bastante segundo plano. Él es de esos bajistas de los que te pasas todo el concierto sin echarles una ojeada siquiera porque nunca están en primer plano; el batería marca el camino y Jean Fossat, el guitarrista, lo recorre frenético intentando no quedarse nunca descolgado.
Comenzaron muy suaves, planeadores… pero solo unos veinte, treinta segundos; de pronto surgió de ellos una masa ensordecedora, guitarra y batería alineadas, dando forma a riffs repetidos e hipnóticos, aún más por el efecto visual de lo que nos proyectaban en la pantalla que tenían detrás. Chirridos, noise desatado, psicodelia setentera con los instrumentos de Hawkwind en manos de los componentes de Black Sabbath… ¿pero qué coño están tocando…? Ni idea…
Y lo mismo en el siguiente tema… y en el otro… y en el otro… ¿improvisan…? ¿modelan las canciones según avanza el concierto…? No, Slift nos estaban revelando el sonido que compondrá su nuevo disco, tan crudo todavía que las piezas ni siquiera tienen nombre conocido, los mantienen en secreto. Lo único que tocaron que no fuese una primicia fue la pieza que dejaron para el bis, una extraordinaria The sleeve; por contraposición a todas las demás, de las más antiguas de su repertorio, porque formaba parte de su primer EP, Space is the key; ocho minutos y pico impactantes y geniales en los que recordaron a Can, a Jimi Hendrix, a Grateful Dead, a Miles Davis incluso, en esos aires jazzys de los que hablaba antes, muy marcados en una parte atmosférica de este tema mantenida casi solamente por unos toques de bombo y platillos de Canek y un suave fuzz de Jean, antes de convertirse de nuevo en asesinos.
Se supone que los textos de sus canciones están muy influidos por la ciencia ficción, dibujando un mundo post-apocalíptico… pues anoche como si nos hubiesen cantado los números del bingo porque no nos enteramos de nada; la voz de Jean era un mazacote ininteligible que en realidad formaba parte del todo que conformaban el resto de los instrumentos. Y además se prodigó esa voz mucho menos que en sus discos, siendo lo verdaderamente importante las jams llenas de riffs coloridos. Ese primer EP que cité antes, Space is the key, no tenía en su portada nombre alguno, ni del disco ni de la banda, ninguna pista sobre lo que había en su interior; pues la música de su próximo disco, la que nos han ofrecido aquí en Sevilla, es la clase de música que uno puede encontrarse en un disco como ese: sin pistas de pasado musical o próximo devenir, sin indicaciones de a donde ir o de donde han venido, solo exploraciones, bucles, muchísimos efectos, delirios. A veces se dice de un concierto que será irrepetible, y yo estoy bastante seguro de que este lo será, pero no por lo que habitualmente se emplea ese adjetivo para definirlo, sino porque estoy convencido de que lo que escuchamos anoche tuvo tanto de improvisación y de dejarse llevar por la música, que estos tres tíos no serían capaces de volver a tocar lo mismo de nuevo por mucho que se lo propusiesen.
