Cuando hace unos meses os presenté en esta web disonante A place for us, la canción que Freddie Dilevi nos adelantaba del disco que acaba de lanzar hoy mismo, decía yo que su profunda y aterciopelada voz de barítono tiene un desgarro que creía que quedaría muy bien con respaldos instrumentales standards, muy al estilo de los que acompañaban a la voz de Scott Walker, a quien tanto me recuerda. Pero rectificar es de sabios y en cuanto comenzaron a sonar la guitarra, el bajo y la batería de Who you really are, la primera de las canciones de este disco, ya me di cuenta de que este sonido de rock crudo es el que mejor respalda a Freddie; sobre todo si cuenta con el valor añadido de un soberbio solo de guitarra de Dani Losada enganchado al final de un estribillo, para unirse al toque de la de Quique Ruiz, que es quien lo llena todo con ella.
Aún no me había repuesto del impacto inicial de la primera canción cuando comenzó a sonar la segunda, Sad, y la mente se me fue de pronto hacia otro lado que no reconocí al principio. Hasta que pasados varios segundos me di cuenta de que Scott Walker se había salido del cuerpo de Freddie y se le había metido el Bryan Ferry de los primeros discos de Roxy Music. A place for us me trajo de vuelta a terrenos más familiares de Freddie. Lies podría ser perfectamente una de las canciones de Neil Hannon y Damned love parece sacada del mejor disco de Blondie, el Parallel lines, aunque después de que Debbie se hubiese metido un par de cazallazos…
El disco, que todavía no he dicho que se llama In the light of a new day, solo iba por la mitad y ya veía que encaja perfectamente en el pop, el glam, el proto-metal, el art rock, en cualquiera de las categorías que hicieron de los 70 una era dorada. O mejor dicho, en realidad no encaja en ninguno. Freddie ha creado un disco con grandes bombardeos de hard rock, con melodías memorables, que tampoco desentonarían en cualquier programación de radio fórmula. Las canciones forman un nuevo tipo de mosaico pop a partir de los restos no solo de aquel pasado del rock, sino de todo el que vino después, incluyendo el del siglo XXI. El resultado es música para un futuro inesperado; música para la luz de un nuevo día, que todavía no sabemos con certeza si va a ser muy brillante, pero todos tenemos esa esperanza.
Según Quique Ruiz, de la treintena de canciones que él había maquetado, grabaron catorce de ellas y de ahí han salido las diez que componen el disco. Todas son de Helen Lagares y Freddie, a excepción de Blue Hotel, que es una versión de Chris Isaak. El propio Freddie ha sido el productor y las canciones se grabaron en los estudios Pelícano, gobernando la mesa Jesús Chávez, que fue quien también las mezcló, para ser masterizadas por Jordi Gil en los estudios Sputnik Recording. La banda base se completa con Juanlu Cordero al bajo y Pablo Guinea a la batería, contando con la participación esporádica de Abbi Fernández en las voces y los mencionados Jesús Chávez y Dani Losada arreglando e interpretando en algunas canciones los teclados y la guitarra respectivamente. Todos ellos dan forma a un grupo que se mueve metódicamente desde el sonido del fuego de batalla y el interludio pastoral hasta el vórtice de unos riffs que chupan el sol de un agujero negro.
La otra mitad del disco se abre con Misery, una joya pequeña, precisamente con los teclados de Jesús y la guitarra acústica de Quique, que podríamos definir como dulce si no fuese por la dosis de toxicidad que le mete la voz de Freddie, que luego se presenta más extremo y estilizado en la canción que da título a toda la obra, respaldado por Quique, ahora sí eléctrico de nuevo, mano a mano con Dani. En I still fall se hace de nuevo presente la fusión constante o la fricción entre diferentes épocas, por eso también su Blue Hotel está más sincronizado con la cultura pop de lo que lo estaba el original de Chris Isaak. Cross the line, la canción que cierra el disco, es prácticamente una continuación de la anterior, que refuerza su fortaleza vocal y compositiva, bien establecida ya, de todos modos, en las canciones anteriores.
Fredddie Dilevi aporta música que no por sonarnos retro deja de ser fresca y original. Y este disco, In the light of a new day, es sólido y tan impresionante como esperábamos. Podríamos desearle a Freddie más suerte en el amor, pero con estos excelentes resultados a la hora de volcar sus sentimientos en las canciones, tal vez deberíamos estar agradecidos de que no la tenga.