The Mike Ross Band. Sala X. 19 de junio de 2019
¿Quién nos iba a decir que a estas alturas echaríamos de menos aquellos días en que los conciertos siempre comenzaban con mucho retraso? Bueno, tampoco vamos a ponernos nostálgicos sobre eso, pero… ¿qué ha pasado con los quince minutos de cortesía? ¿Tampoco se van a mantener?
Bromas aparte, el hecho de que ayer tuviésemos conciertos en dos salas contiguas y que en el paso de una a otra nos parásemos en el bar de la esquina a echar una cervecita, puede que incluso dos… venga, ¿a quién queremos engañar…? fueron tres… hizo que entrásemos en la Sala X con nueve minutos de retraso y The Mike Ross Band ya estaba interpretando su Leviathan. No parecía que nos hubiésemos perdido mucho, pero al preguntar si esa canción era con la que había abierto el concierto nos fastidió sobremanera enterarnos de que no, que antes que esa había interpretado nada menos que el Spanish Castle Magic de Jimi Hendrix y nosotros no estábamos allí para escucharla.
Bueno, al menos nos queda el consuelo de que habíamos podido asistir un rato antes al comienzo de la carrera de Mi 3er Apellido en el Magdalena Fest que se celebraba en la Sala Even. Y como las carreras de esta clase suelen ser más similares a los 3.000 metros obstáculos que a los 5.000 metros lisos, digamos que nuestros amigos tropezaron varias veces al saltar la valla y chapotearon mucho en el foso del agua, pero llegaron a la meta con fuerza y en la próxima carrera mejorarán la marca. El camino a seguir pasa por profundizar en las canciones propias; el mejor momento de su concierto fue la canción basada, según contaron, en el poema escrito por una chica de dieciséis años… al fin y al cabo uno de los secretos peor guardados del mundo de la música es el de que las canciones salen mejor cuando la cantante sabe y siente, sobre todo, lo que está diciendo. Estaré en el próximo concierto.
De vuelta a la banda de Mike Ross, Ghost hound rider fue la canción que ya nos pilló asentados y disfrutando de esa mezcla del blues con las raíces del rock crecido en Gran Bretaña que Mike maneja de forma apasionada y embriagadora, que lo mismo nos transporta al Londres de los primeros 60 con None of your business de regusto a primerizos Yardbirds que cambia su Gibson SG Junior por una Les Paul para meternos de lleno en el profundo sur americano con Young man, una canción que parecía sacada de las películas en las que una banda de negros aparece tocando jazz arrastrado en algún burdel de New Orleans.
Mike Ross tenía a su lado una elegante caja, con un flexo para iluminar su interior y que pudiésemos ver perfectamente su magnífica colección de cinco guitarras, que fue alternando para darle a cada pieza que interpretaba el toque adecuado. Ahora eligió una preciosa SG standard para The reason this railroad, que devolvió a la caja para volver a la Les Paul y encender la mecha de la pólvora oscura que nos hizo estallar en la cara: Dark powder fue la primera inmersión en el blues, pero no del de ese que se hace en Chicago, como el que nos trajo a esta misma sala Nick Moss hace unos días, sino del que hacía Eric Clapton cuando era capaz de hacer enmudecer con su guitarra al mismísimo Bobby Womack para apartarlo del lado de Aretha Franklin. Y fue cuando escuchamos el mejor solo de la noche.
Hacía tiempo que no veía yo una Danelectro en manos de un guitarrista de verdad; Mike le sacó todo el jugo en The only place you take me is down, y seguíamos escuchando al mejor Clapton a través de sus dedos, pero ahora al de Cream, hasta la sección rítmica que le acompañaba parecía formada por Ginger y Jack aunque fuesen sus habituales escuderos Stewie Watts y Darren Lee. Y por fin sacó la quinta guitarra que le quedaba, la Strato… pero… ¿de verdad, Mike…? ¿con las maravillas que tienes en la caja vas a usar la Strato para tocar un blues clásico de 12/8…? No me lo podía creer cuando comenzaron a sonar las notas de Lazy, aunque con ellas quemase el blues y nos empapase el alma. Menos mal que la mantuvo para tocar después Dakota Red y nos hizo absorber cada aroma y cada sonido del peculiar folk rock de Sussex que conocimos a través de Led Zeppelin, pero con texturas más gruesas y sinuosas. De nuevo la SG standard para Ran thru here, nuevo baño de “crema fresca”; la Danelectro para el Baby I love you, de Aretha Franklin, otro de sus maravillosos referentes, y vuelta a la Les Paul para el gran final, Your life or mine, el momento más pop de todo el concierto, porque una fiesta hay que terminarla bailando y saltando. Eligió la misma guitarra para el bis, en el que encadenó su Fixin’ to die con unos toques del maestro que todo lo inició, fue la despedida perfecta: unas notas del Stones in my passway de Robert Johnson.
Southern blues y mucho rock; una historia de la música contemporánea con el prólogo en el Delta del Misssissippi y el epílogo en la Sala X. Y entre ellos capítulos dedicados a los Allman Brothers, a John Lee Hooker, a Albert King, a Lynyrd Skynyrd… nos enseñaron de jóvenes a la hora de asistir a clases de historia que la letra con sangre entra; anoche Mike Ross nos enseñó que entra mejor con fuego y pasión.