Los Fresones Rebeldes + Amphetamine Discharge. CAAC. 14 de agosto del 2019
Los conciertos de rock deberían estar siempre protagonizados por bandas que sepan entender su oficio como lo hace Amphetamine Discharge. Indisciplinados, poco amigos de las ortodoxias, asaltando el escenario con el único propósito de hacer saltar al personal. Anoche se pasaron por la piedra un repertorio guarro como él solo, inquisitivo y peleón. Su concierto consistió en unos 70 minutos que inmortalizaron con espontaneidad las virtudes vitamínicas del rock. Aurora desgañitándose, el Loco extrayéndole úlceras y muñones eléctricos a su guitarra y a los dos amplis que llevaba porfiando sobre si iba hacer petar primero el Marshall o el Fender, y el Prima y el Tatu dando vara rítmica de la fina con su bajo y su batería respectivamente… así lograron aplastar espíritus, con algo tan sencillo como es la fuerza unida a la convicción. Ya fuese cuadruplicando la indecencia congénita de un cancionero propio que no tiene desperdicio, o echando mano de los grandes pontífices de la Velvet Underground , apoderándose de alguna migraña de los Dictators o haciéndome llorar con el grito de Sebastiiiaaaaán que abre El Trip de las 5 de la Compañía Malpaso, que a mí me llegó al alma por razones personales, Amphetamine Discharge comunicaron sin cortapisas sus deseos de ensuciar tímpanos y corazones con un despilfarro de entusiasmo que de tan generoso parecía obsceno.
Ya se encargaron de marcar las pautas desde el Tranquiliatta con que comenzaron el concierto, en una desbordante entrada, para seguir desde ahí, con un asfixiante ritmo, casi ininterrumpido entre cada una de las canciones, extrayendo puñaladas asesinas a golpes de la hipnótica guitarra: Toxic substance, Brain to brain y un Last summer que es una canción del 2017 que se quedó fuera del EP de su regreso discográfico. Partiendo de lo que se dio en llamar after-punk Amphetamine Discharge siempre consiguen dar un nuevo impulso a algo que parecía no dar más de sí, pero que en sus manos retoma unos nuevos bríos estimulantes. Esta nueva canción no desentona con esas que hace un par de años recogieron el testigo de sus discos de los ’90, Rotaflex y Parking, que fueron las que siguieron en este tramo del concierto: Poison fruit, Troubles in heaven y Boo’ya moon, con su clásico Glamour intercalada entre ellas. Canciones con un sonido que duele. A partir de ahí se inició el ascenso hasta la catarsis final, con Derry, una canción de los 90 que nunca llegaron a grabar y que se llama como el pueblo donde transcurre It, la espantosa historia de Stephen King; luego, I just wanna kiss fue la preparación para dinamitar el concierto y la detonación llegó con Old and Young; después de eso el ruido y la velocidad de la cabalgada percusiva final de Twin A, la que faltaba del EP, compitieron entre ellos por vencer a la desolación de una frenética distorsión controlada. No creo que desde ahí todos estuviésemos tan bien como Aurora cantaba a continuación: Gonna be all right.
Llamaron a Pedro Malfario para que subiese a acompañarles con su guitarra en el tramo final y mientras este subía al escenario el Loco se acercó al micro para decir: mientras Pedro llega vamos a tocar una canción para alguien que ha hecho una gran labor… y cuando Aurora comenzó a aullar el Sebastiaaaaaán que da inicio a El Trip de las 5 comprendí que estaba hablando de mí y me estaban dedicando la canción que Epi Malpaso y Viki, su mujer, compusieron para que fuese la sintonía del programa de ese nombre que yo realizaba por entonces, interpretada por Compañía Malpaso y rescatada años más tarde por los propios Amphetamine Discharge en su maravilloso disco de versiones, We come to smash this time. Después de eso no me quedó espíritu para juzgar cómo hicieron el Waiting for my man velvetiano, ni el Stay with me de los Dictators, con los que cerraron el concierto.
Los Fresones Rebeldes era el grupo cabeza de cartel, pero subieron al escenario decapitados de antemano. Su indie-pop, muy melifluo durante la mayoría del concierto está compuesto por canciones incapaces de hacerle sombra a Al amanecer, el himno intergeneracional que les encumbró. A pesar de tener un sonido preciso e impecable no consiguieron nunca mantener interesado al público más allá de la segunda línea de espectadores y casi ninguna de sus veinticuatro canciones, que comenzaron con Esa chispa que no hizo saltar ninguna traca, y siguieron con Tienes novia, Quiero saber, Suave, Nadie, llegaron a tomar alguna emoción que contagiarnos.
Los cuatro miembros actuales del grupo: Ana, cantante y teclista, aunque solo hizo sonar dos veces su Casiotone en todo el concierto; Felipe, guitarra y corista que ascendió a voz solista en Un domingo de sol, una canción del repertorio de TCR, otra banda del sello Subterfugue, como Los Fresones Rebeldes, a la que él perteneció; Cristina, bajista y corista y Roge, el batería que pasó desapercibido, reproducían fielmente su sonido de estudio, o al menos yo no llegué a notarles más que ligeras variaciones en las piezas más animadas (aunque tampoco es que yo los escuchase mucho más que en la preparación para escribir con propiedad sobre este concierto), y andaban como embelesados en su propio trance, llevados por la música fácil, sin caer en ninguna tentación de virtuosismo. La gente se animó un poco con Llama, una versión del Call me de Tony Hatch; se interesó otro poco con San Valentín, la primera canción realmente nueva que estrenan en los último veinte y pico de años; se emocionó un poco más con la dedicatoria de Bola de cristal a su compañera de inicios del grupo, Inés Bayo, fallecida recientemente, y se desató sin pasarse con Al amanecer y el Rock & roll high school de los Ramones con el que pusieron el punto final a la noche.
