Hickoids. Sala Malandar, 1 de septiembre. Cosmo’s Factory Club, 2 de septiembre de 2023
Veinte días han estado los Hickoids haciendo kilómetros por la Península Ibérica, recorriendo toda la mitad sur de ella, desde que llegaron a Lisboa el día 16 de agosto, hasta volver a coger el avión de vuelta a los USA allí hoy mismo. Un día después de llegar dieron un concierto en la primera jornada del Luna Fest de Coimbra junto a los Buzzcocks y los Black Lips y después se metieron en España, donde dieron nueve más, prácticamente todos en el triángulo de Huelva, Sevilla y Málaga, que se tuvieron que recorrer de una punta a otra, ida y vuelta hasta tres veces, con un salto a Madrid, una vez que el que el bolo de Zaragoza se suspendió debido al mal acondicionamiento del reciento al que iban a acudir y finalmente no llegó a fraguar tampoco el que iban a dar en Lleida, lo que les permitió tomarse un ligero descanso de tanto ajetreo durante cuatro días en Granada y su costa. Para ser una banda de tan amplio recorrido, que es además toda una institución en una zona de Texas de tanto sabor musical como la de Austin y San Antonio, a los Hickoids no se les caen los anillos por currarse el oficio de esta manera y su lema es: Las recompensas no son monetarias. Las recompensas son ver a la gente conectarse y apreciar cómo nos vaciamos haciendo lo que realmente amamos. Y la gente ha podido hacer eso que dicen, más allá de los que acudieron al festival portugués, en bares y salas muy pequeñas -la de Sevilla ha sido la mayor y no acudieron ni cien espectadores- en las que las ganancias económicas que han generado han sido escasas y estoy seguro de que ni siquiera les han servido para cubrir gastos, teniendo en cuenta que ellos eran seis: los cinco componentes de la banda y el risueño Flobert Martínez, chileno residente en Madrid, que lo mismo conducía la furgoneta alquilada, que les montaba el equipo, que nos vendía una camiseta. Durante este periplo han recalado en nuestra provincia para ofrecer dos de los conciertos mencionados, el primero de ellos el viernes en la Sala Malandar y el día siguiente, sábado, en el Cosmo’s Factory de Las Cabezas. Aun así, y con todo eso en contra, han pesado más la calidad, la puesta en escena y la actitud de los músicos, para que esos dos conciertos cercanos a nosotros hayan sido tan espectaculares como divertidos. Entre los dos han estado casi tres horas y media subidos al escenario y no han interpretado ni una sola canción repetida. Como yo he tenido la fortuna de estar presente en las dos ocasiones puedo dar perfecta cuenta de ello en esta página disonante.
Tanto en Malandar como en el Cosmo’s empezaron de manera similar, las dos veces con una canción del disco que editaron en 2013, Hairy Chafin’ Ape Suit, de forma pausada, calentando motores para que después crujiesen como el trueno a medida que iban pasando los minutos. El viernes en Sevilla iniciaron la marcha con TJ, una canción con aires de country rock que recordaban en ocasiones a Me and Bobby MacGuee -con la que algunos espectadores la confundieron- y el sábado en Las Cabezas con You Knee’d Me, de más dulzura que la otra. De ahí en adelante los dos sets estuvieron compuestos por canciones de toda su carrera, desde el disco Waltz-a-Cross-Dress-Texas de 1989 hasta la actualidad, salpicadas por numerosas versiones, algunas de ellas grabadas también en sus discos y otras solo de directos, algunas reconocibles enseguida y otras pervertidas y convertidas en trallazos punkarrones; y también en los dos recintos Jeff Smith, el carismático líder y cantante del grupo, desarrolló, sobre fondos musicales estirados y deformados como chicles, unas historias alucinantes, que no siempre tenían sentido en términos de narración lineal, pero que dejaban claro que todos deberíamos ser capaces de reírnos de nosotros mismos y de los demás. Piezas de extenso groove y pasajes vamps repetidos con él mezclado entre el público de las salas, que es como las interpretó casi en su totalidad.
En Malandar el momento al que me refiero llegó ya casi al final, cuando comenzaron a interpretar su canción Git Back in the Truck, que al rato sirvió de fondo para que Jeff nos contase la manera en que William S. Burroughs, totalmente colgado y lleno de ginebra Oso Negro, mató a su esposa de un disparo en la frente jugando a ser Guillermo Tell con una manzana sobre la cabeza de ella. Recordando esto, continuó relatándonos que Kid Rock desafió a un duelo a muerte a Ted Nugent –Madman of the Motor City, le llamó- para dilucidar quien era el verdadero rey del rock de Detroit. Kid citó a Ted en el patio trasero de su casa, adonde acudieron, el primero con una escopeta y el segundo con una metralleta, para enfrentarse bajo la supervisión del mayordomo de Kid, que actuaría de padrino. Este comenzó la ominosa cuenta hasta diez mientras los duelistas se separaban, espalda contra espalda… one… two… three… cuando llegó a diez se desató el infierno… los cuatro músicos que estaban sobre el escenario, Cody Richardson y Harvey McLaughlin, el guitarrista principal y el que combinaba la guitarra con los teclados; el bajista Tom Trusnovic y el batería Lance Farley, se lanzaron a una vorágine instrumental ensordecedora que nos situaba, más física que virtualmente, en medio del tiroteo. Kid descargó su arma sobre Ted, pero solo consiguió matar al mayordomo y a dos pájaros que revoloteaban por allí. Se vio entonces a merced de Ted Nugent y vio que estaba muuuuy jodido… lloró, se meó encima, suplicó… Ted, por favor, si yo ni siquiera hago rock, solo una mala mezcla de rock, country y pop… pero Ted no se inmutó y le apuntó. Lo iba a matar cuando tras él apareció un oso negro de verdad, Cocaine Bear, el oso que recuerda la reciente película de Elizabeth Banks, que existió de verdad y se tragó una bolsa entera de farlopa con peligrosas consecuencias, que atacó a Ted, se lo comió, lo vomitó, por lo que Kid Rock se salvó y la banda retomó la canción para continuar con ella, hasta enlazarla con la siguiente, con la que llegaron ya al final del concierto.
La historia que se montó Jeff en el Cosmo’s no fue menos delirante que esta. Aquí lo hizo sobre el fondo de la canción Stop It You’re Killing Me y nos contó una extraña historia de dudoso gusto y moral sobre una chica que conoció en el bar Tacoland, cerca del río San Antonio, que es más bien, según contó, un arroyo grande al que llegan residuos de toda la ciudad y que en esa parte de su recorrido apesta, como decimos por aquí, a perros muertos. La chica esta era guapa y estaba muy buena, por lo que Jeff se sintió atraído enseguida y la invitó a salir. Cuando estaban fuera, con él en disposición de comerle el coño, Jeff notó un olor desagradable que no le era familiar. Él conocía todos los olores del contaminado río, pero ahora había un olor nuevo. El olor era el del coño de la chica, que apestaba todavía más que el río. Así que Jeff, en lugar de comérselo le ofreció dinero para que fuese a la farmacia a comprar desinfectante y un tratamiento para la candidiasis y quedaron citados para la semana siguiente, porque a pesar de todo, Jeff todavía seguía prendado de ella y quería poder catar ese coño. Esta vez el improvisado trabajo de spoken word no fue al final, sino antes incluso de que llegase a su mitad el concierto, que continuaron con la versión del China Grove de los Doobie Brothers, que podéis ver en el video siguiente.
Los dos conciertos, aunque estilísticamente fueron similares, tuvieron diferencias estéticas, siendo bastante más canónico el ofrecido en la Sala Malandar, un lugar muy bueno para la música en vivo, de los mejores de nuestra ciudad, que además estaba siendo ofrecido en directo en streaming -lo tenéis a vuestra disposición previo registro gratuito en Vackstage-, y mucho más anárquico el del Cosmo’s Factory, que es un lugar más cercano al concepto de garito, en el que el rock se disfruta mejor que en ningún otro lado. En los dos sitios, sin embargo, los Hickoids pasaron de tener previsto lo que iban a hacer y no manejaron setlist ni plan establecido de ninguna clase, lo que hacía que entre canción y canción hubiese parones más o menos largos mientras se ponían de acuerdo en qué iban a tocar a continuación. Las únicas veces que no se pararon así porque seguramente ya tenían claro lo que iban a hacer fue cuando terminaban los conciertos. El final del primero, tras la historia del duelo, como os dije antes, llegó con una recreación distorsionada de las melodías estilizadas del Brontosaurus de The Move, cercana a como podemos escucharla cerrando también su fascinante disco en directo del 2019, All the World’s a Dressing Room. Aquí la mezclaron con el Stay With Me de los Faces, para rizar el rizo metiendo entre las notas de esta algunos acordes del Free Bird de Lynyrd Skynyrd. El final del concierto del Cosmo’s fue todavía más espectacular y sudoroso, porque lo comenzaron con una versión del Foxy Lady de Jimi Hendrix, que ellos convirtieron en Donkey Lady, quitándole a la chica los atributos de zorra para convertirla -con perdón- en burra, durante la que se podían reconocer metidos con calzador los riffs del Whole Lotta Love de Led Zeppelin, y lo terminaron con el You’re Gonna Miss Me de los 13th Floor Elevators en una forma que mostraba por qué Roky Erikson era el mismísimo demonio mucho mejor que la versión original de los 60. Podéis verlo en este otro video.
Si en Malandar la banda interpretó dos de sus últimos singles publicados, en el Cosmo’s fueron todavía más allá e interpretaron dos canciones que todavía no tienen publicadas siquiera. A.M. Lover By The Windowsill es un single que data ya del 2015, y en directo todavía fue más largo y rotundo que grabado, con una coda final en la que la sección rítmica de Tom y Lance prácticamente taparon cualquier otro sonido discernible, y Almost Nearly Nancy es su última canción conocida, muy en la línea del Happy que los Stones metieron en su Exile on Main St., con Cody ejerciendo de Keith Richards, aunque más desafinado. Las que estrenaron en Las Cabezas fueron Treat Us Right, tras la que los problemas del bajo ya se hicieron tan intensos que no se escuchaba -fue la cuarta de las que tocaron- y hubo que revisar qué coño le pasaba al cable, que parecía ya tener demasiados tiros dados, y Slither On, que creo que es la que va a dar título a su próximo disco largo.
Para ser una banda tan punk, las canciones de Hickoids son bastante largas y elaboradas, de hecho, creo recordar que la canción más corta de las dos noches fue esa de los Doobie Borthers. Están enraizadas en el country y en el garage rock de algunas décadas atrás, y también al contrario que las de aquellos grupos que se subían al escenario del CBGB, estas cuentan con muy buenos solos de guitarra de Cody, que ya empezamos a notar desde la primera canción del Malandar, aquella TJ, y muchos adornos de Harvey, tanto en una afinadísima y certera segunda guitarra, como cuando desplegaba sus dedos por el teclado, como también vimos ya desde el principio, con la segunda canción de las del viernes, el Fruit Fly de los Loco Gringos, banda colega de Texas, o un poco más tarde cuando hicieron Cool Arrow, que es una canción muy festiva, para las bodas, bautizos y comuniones de ellos, con notas de teclado que a algunos les hicieron pensar que Harvey nos estaba haciendo un guiño con Paquito el chocolatero. En cuanto este dejó las teclas y se colgó de nuevo la guitarra, aquella canción pasó a ser otra cosa, se disparó el rock y el calor aumentó de forma que tanto el cantante como el batería se quedaron con el torso desnudo. Bueno, Jeff se dejó la corbata multiusos que le servía para secarse el sudor y otras excreciones.
En Malandar más canciones propias fueron Louisiana or New Mexico, otra de esas en las que Cody se lució en grandes solos de guitarra, aunque esta la comenzasen con una introducción del Never Been to Spain de Three Dog Nights; también una bestial Corntaminated que hizo que los bailes del público subiesen mucho en intensidad y Driftwood 40-23, muy tranquila en contraposición, con un tono muy a lo Elvis de su última época, que dedicaron a Davy Jones, el guitarrista que fundó la banda con Jeff, que el día anterior hubiese cumplido 69 años de seguir vivo, y que hizo que en Jeff casi asomase una lagrimilla cuando deseó que ojalá estuviese aquí. También tuvimos Queen of The Bar-B-Q seguida de The Talking Hot Pants Blues, que nos mostraron a unos Hickoids más clásicos, con una tonalidad mayor, de líneas melódicas sostenidas en lugar de recortadas, que hacían que estas canciones destacasen y se diversificasen del conjunto de las demás. Del disco del 2013 hicieron también The Working Man’s Friend, que comenzó de nuevo con tono muy bluesy y acabó desbordándose al convertirse en el Axis Bold As Love hendrixiano. Las canciones propias que escuchamos en el Cosmo’s, además de las ya citadas en párrafos anteriores, fueron Brand New Way of Living, la segunda tras abrir con You Knee’d Me, siendo aquella una de las de su primer disco, muy al estilo del country de Texas, que continuaron con el Pennsylvania Mexican, de ese mismo disco, muy divertida, con gritos que invitaban a corearlos. También hicieron If Drinkin’ Don’t Kill Me, Kill Me y Mo’hair, esta segunda con acordes que traían recuerdos del Like a Rolling Stone dylaniano.
En cuanto a las versiones que todavía no he comentado en este texto, por Malandar fueron sonando una Goodbye to Jane de Slade frita por el entusiasmo puesto en ella y por el calor, que hizo que Jeff comenzase ya a despojarse de la chaqueta y a quedarse despechugao, tras la que se dirigieron a un tal José Miguel Carrasco -que me suena de algo- para decirle que era el héroe y el patrón de la banda, a la que siguió el Nightlife de Willie Nelson transmutado en un blues clásico y contundente. Se pasaron luego por la piedra a Elton John con un Bennie and the Jets retorcido y dramático. En el Cosmo’s la primera versión que nos hicieron, después de cuatro originales suyas, fue una insólita lectura del Laugh At Me de Sonny Bono, para continuar con el Kung Fu Fighting de Carl Douglas, al que ellos le cambiaron un poco la letra para convertirlo en un alegato contra los skinheads que campan a sus anchas en las noches de San Antonio, con el título de Corn Foo Fighting; eso sí, los gritos y patadas al aire siguieron siendo las mismas. También cayó Three Girls Flying in from Mexico City de The Krayolas, una canción compuesta por Barry Smith, AKA Jett Bass, que era el bajista de esta banda, también de San Antonio, y hermano, ya fallecido, de Jeff. Retorcieron todavía más el humor del Mathilda de Cookie and his Cupcakes, nos hicieron poner cara de sarcasmo a todos los que estábamos escuchando (algo parecido a) La motocicleta de Los Bravos, en un español chapurreado, apenas leído de unos folios del suelo y sí que saltamos y gritamos con el Nutbush City Limits de Ike & Tina Turner, a la que Jeff definió como The Queen of Rock and Roll. Aquí en el Cosmo’s tuvo lugar también un momento desquiciado en el que el grupo estaba tocando una especie de medley de tres canciones, de las que lo único que reconocí fue el pegadizo gancho de la sintonía de aquella serie antigua que se llamaba Granjero último modelo, que todavía resultó más loco porque Cody se bajó del escenario en mitad de la música para ir a mear y le dejó la guitarra a uno de los espectadores de la primera fila, que resultó ser Jorge Sotelo, cantante y guitarra rítmica de Sintapujo, que desde abajo desgranó algunos riffs con el resto de la banda mientras el otro estaba en baño.
En un mundo donde los músicos se están volviendo tan complacientes es muy difícil no amar a los Hickoids y su vibrante disonancia; sus conciertos son muy divertidos y además son una sólida atracción musical. Han creado su propia imagen de personajes hicks -de ahí su nombre de hickoides– y van como de paletos de pueblo, poco sofisticados, socialmente torpes, criados entre vacas y mazorcas, sin ninguna ambición estética -quizás sí Harvey, que nunca perdió la compostura en el vestir ni en las puntas del bigote, no se quitó la chaqueta ni el sombrero y parecía un dandy, reflejo de Bécquer o Velázquez, con guitarra en vez de pluma y pinceles- pero no tienen nada de palurdos y sí mucho de inteligentes con un brillante sentido del humor. El carácter distintivo de su fusión de country y punk y la energía impulsora de su ejecución nos pusieron a todos a bailar, tanto en Malandar como en el Cosmo’s. Es una gran banda de rock, con una mezcla de declaración artística y pasión populista que difícilmente ha sido igualada por cualquier otra. Que el proyecto siga evolucionando en los años venideros. Y que nosotros lo veamos más veces.

Fotos: Ángela Oliva (Malandar) y Diego Jesús Pizarro (Cosmo’s Factory)