Durante muchos años ya, el dúo formado por Esteban Ruiz y José Aurelio Pérez no solo ha seguido obstinadamente su propio camino artístico como I am Dive, sino que ha alcanzado un estado tan sui generis que realmente no hay ningún otro grupo como ellos en Sevilla y posiblemente en toda España. Etiquetados muchas veces como grupo de ambient, de slowcore, de post-folk; nombrados siempre como electrónicos, ellos nunca se han detenido por completo en un solo lugar, produciendo discos que eran exuberantes exploraciones de identidad, de lenguaje musical, con una reincorporación fascinante de texturas de rock ásperas o sutiles, contrapuestas. En este disco que acaban de editar hace unos días, Kriegszeit, es eso palpable porque en las seis canciones que lo componen basculan entre la oscuridad de Nowhere to be found, la introspección de Feral y la cálida luminosidad de Labyrinth, una canción que aunque electrónica, nos suena a analógica, a las que escuchábamos en cassettes hace tantos años ya; y eso es porque, como la mayoría de las demás piezas de este disco, está grabada pasándola por una unidad de efectos analógica, antigua, rancia incluso, como es el Space Echo original de Roland, que tiene un reverb mágico incapaz de proporcionarlo las unidades digitales de delay.
Con este disco regresan, con un sentido consciente e inteligente, al camino de la búsqueda de un nuevo sonido, más ecléctico, que emprendieron hace unos meses con la edición de M A U V E, a través de varios discos cortos que aún seguirán a este Kriegszeit, con el que examinan el presente histórico y cultural a modo de disco conceptual, cuidadoso y reflexivo, sobre el desencanto y el cinismo de nuestra propia ignorancia y de la aceptación de la realidad, que a pesar de ser inamovible tenemos que intentar cambiar y no conformarnos con ella, de lo que la canción The Fog es un paradigma, como ya te conté aquí mismo cuando apareció como adelanto hace unas semanas. Y el contrapunto de su abrupto final con el inicio de Feral de después es un puntazo… un contrapuntazo.
La apertura, con Nowhere to be found, puede parecer más de 1989 que de 2019, pero en muchos aspectos es un punto clave: divorciada de un contexto específico, esa idea de “nada por ningún lado” como pesimismo a pesar de las alegres nota que la inician y la conducen, lo convierten en algo que puede reformarse, en cualquier lugar o momento, como se desee. La orquestación y percusión electrónica, el ritmo lento, la voz de Esteban, establecen un tono convincente… le sigue sin detenerse Note to self, que es eso mismo, una corta nota mental, para que no te olvides de que se puede; sí, se puede.
Como experiencia estética general, Kriegszeit se centra en la sensación de que algo va mal por muchas partes; sus canciones están cargadas de mensajes que no esquivan la frustración por la situación social y política del país, aunque lo hagan de forma conmovedora como en Labyrinth. Canciones suaves, con partes rápidas y pulsantes que captan una visión distante de algo que podría estar al borde de una catástrofe. Afortunadamente, ese no es el caso en este momento, aunque quizás los ecos comiencen a ser demasiado claros. Si llega el caso procura estar como en ese Aisle seat del final, en un asiento de pasillo que te permita salir corriendo fácilmente, al ritmo de sus percusiones.