Es difícil mantenerse objetivo cuando uno se halla ante una banda compuesta por amigos de hace muchos años, con los que siempre he estado, parafraseando al nombre del disco del que voy a hablar, en buena compañía; pero es que al poner el disco uno se halla también ante el maravilloso ruido del paraíso ardiendo, de mundos musicales colisionando, de grandes recuerdos, de escenas fijas y de Álvaro y Epi llevando su amor por la música a nuevas alturas.
El disco de Izquierdo y Los Acoples es simplemente una experta, melódica y estéticamente placentera colección de canciones (pequeña, eso sí; solamente seis), a la altura de la gente que está involucrada en su interpretación: Álvaro Izquierdo en la voz, Epi Malpaso y Don Guti en unas guitarras excelsas e imposibles a veces y el resto de la banda, compuesta por miembros que ya la dejaron y por los que tomaron su relevo, así aquí hay canciones con el bajo de Zazu León y con el de Gregus Cardoso y con la batería de Paco Sequeiros y la de Manolo Eskazena; pero sean quienes sean los que están tocando cada vez, las canciones no son excusas para la autosatisfacción del músico, sino que el disco se inclina a otro lado, más hacia la satisfacción de las emociones: por el amigo que falta, en Gato negro; por el desengaño en el amor, en Paul Collins dijo; por la visión de cómo la sociedad vuelve a caer en los errores pasados, en Cuántos horrores; por la propia inseguridad, en Fantasía o realidad… canciones para todos los estados mentales.
A veces parecen un supergrupo de vanguardia, sobre todo cuando Epi se lanza sobre el mástil de su guitarra, empeñados firmemente en extender los márgenes del rock tal como lo conocemos manteniendo intacta una sensibilidad vagamente comercial. Ha pasado mucho tiempo desde que Compañía Malpaso y Rhinozeros, con Epi y Manolo respectivamente, querían castigar y torturar al oyente, ahora Álvaro sonríe más sarcásticamente que cuanto estaba con Helio mientras dice que quiere seguir con su noche especial aunque los bares vayan cerrando, y medita sobre el poder, el trabajo, el fracaso y algunas otras emociones más indefinibles mientras las guitarras son lo suficientemente bienaventuradas como para enviar el promedio de las seis cuerdas a un extático olvido. Puede que esto que escribo sobre las guitarras de este disco suene pretencioso, pero es difícil reaccionar ante placeres como los de los solos que empiezan a los tres minutos de Cuántos horrores o de Fantasía o realidad, o el duelo melódico y noisie del final de Gato negro, por citar solo las primeras canciones del disco.
La más fuerte reflexión del actual estado mental de Izquierdo y los Acoples llega con Paul Collins dijo, una mordaz canción de anti-amor que trata sobre estar de algún modo separado del rebaño. Con olas de guitarras arremolinándose alrededor de una casi clásica melodía pop, esta pieza es una de las mejores del disco; quizás también porque es una de las más antiguas y Álvaro y Epi han tenido muchos meses de ensayos sobre ella para darle lustre.
Álvaro canta directamente desde el corazón y eso traiciona a veces a su voz, interesada solo en lanzar su mensaje fuerte y claro; las guitarras de Epi y Guti arrancan y dejan fluir libremente los rasgueos y el feedback entre ellas; los bajos y baterías le dan a las canciones un gran sabor acústico combinando fantasía y músculo, algo en lo que Manolo Eskazena siempre ha sido un maestro. Por eso la unión de todos ellos en este grupo es una maravillosa invención.
