El segundo disco de Kique López se llama Invisible y tiene algo que le hace diferente de los demás que se editan en la actualidad: el hecho de que solo pueda encontrarse en formato físico, como digipack con un elegante libreto interior de 12 páginas en el que figuran las letras de las canciones, los créditos y una lista de agradecimientos tan enorme que en ella figuro hasta yo mismo. Solamente No hay vuelta atrás, el primer single extraído del disco, puede escucharse en las plataformas habituales, aunque todas las demás canciones irán apareciendo posteriormente en la misma forma que lo ha hecho esta; la semana próxima se lanzará Lobo, a primeros de mayo lo hará Invisible, con la entrada de junio saldrá Infierno y así sucesivamente. Todas los singles acompañados de un videoclip, como ha ocurrido con este primero -producido y dirigido por Ina Ramírez y Adrián Palacios-, o con material gráfico de otra clase. Pero de momento el disco completo solo podréis escucharlo si lo adquirís en el Tokatu Music Club o pidiéndolo directamente a su autor en esta dirección de correo electrónico: kiquelopezmusic@gmail.com.
Invisible es un disco que forma parte de ese movimiento hacia la autenticidad del rock por parte de algunas bandas, que está atrayendo a una buena cantidad de público. Kique, consciente de la historia, ha compuesto una decena de canciones de rock clásico, de esas que no son desechables como las del pop más general. Precisamente una de las canciones más cercanas al pop rock es la que conocemos, No hay vuelta atrás, pero en el resto del disco encontramos acid rock de la variedad de Jefferson Airplane o Steely Dan -en Invisible-, rock de aire bluesy de Steve Miller -en Infierno-, Chicago blues -en Lobo-, country rock de Buffalo Springfield -en Querida Rose-; modismos que mantiene muy bien acomodados, con lo que Kique evita el eclecticismo desordenado del que son presa otras muchas bandas; la suya suena perfectamente homogénea, con su voz abierta y su guitarra solista dominando la mezcla.
Entre otras cosas, estas canciones son una buena muestra de cómo un músico de rock creativo puede usar las convenciones establecidas desde hace tiempo para crear algo que suene fresco. Aparte de su voz y su guitarra, para sacarlas adelante ha contado con el bajo de Sergio Martínez, aunque en Lobo, que fue la primera que se grabó, quien lo toca es Marcos Martínez, la batería de Willy Coto y los teclados de Ángel Barrientos, una sombra que no quiere ser sombra en Madre tierra; escuchamos también las voces de Memphis Jiménez en Infierno y de José Vega en Invisible, aquí en un plano más recogido a cómo los escuchamos habitualmente en sus bandas: Pinball Wizard y Paraíso Seis, la primera y Pequeño Salto Mortal y Familia Corleone, el segundo. Músicos sólidos y flexibles capaces de desarrollar una buena variedad de sonidos para elegir, y Kique ha hecho uso de muchos de esos sonidos, bien resaltados por la producción de Vicente Frías.
El tejido orquestal logrado es encantador y fiel a la estética de Kique que, al fin y al cabo, es quien moldea las canciones y quien tendrá que celebrar o asumir el éxito o el fracaso de ellas, porque tendrán uno u otro en función de su forma de tocar la guitarra y de su voz. Sus melodías líricas y sus pegadizos estribillos ayudan a mantener una sensibilidad que da como resultado un sonido más accesible que el que tenía su primer disco, Mío. El ritmo relajado que lo domina evita que las letras oscuras arruinen su suavidad. La clave ha sido el enfoque; en un disco con tanto estilo y una producción tan atmosférica y detallada donde todo encaja, dicho enfoque ha generado una decena de canciones potentes y aunque su raíz esté en el rock añejo, esos teclados susurrantes y esos ecos cavernosos son sin duda de este tiempo, por eso su esencia no es en absoluto vieja.
Soy un extraño caminante del asfalto. Soy la certeza del momento en que vivimos. Soy invisible para ti. Este disco es un gran artilugio para que Kique López entre en la mente de todos y en lugar de ser lo que indica en la canción que da título a la obra, sea lo que canta en la que la cierra: Seremos las estrellas sobre el mar. Luz frente a las tinieblas; pared frente al olvido. Seremos eternos.