Dirty Sound Magnet. Sala X. 1 de octubre de 2019
No recuerdo haber visto una banda como la de anoche. Eran los Van Der Graaf Generator de Peter Hammill, pero además eran los King Crimson de Robert Fripp, y también los Gong de Daevid Allen… pero tocaban como la formación de Deep Purple que hizo el Made in Japan y como la Mahavishnu Orchestra que grabó el Birds of Fire… pero el guitarrista al frente del poderoso power trío que se hizo amo y señor del escenario de la Sala X no era ninguno de los nombrados, ni Ritchie Blackmore, ni John McLaughlin, aunque muchas veces nos pareciese cualquiera de ellos; el guitarrista de anoche se llama Stavros Dzodzos y es el fantástico frontman de la banda Dirty Sound Magnet. Y en su concierto de Sevilla apenas estuvimos 25 espectadores admirando su arte.
Desde que comenzaron con Social media boy, una de las canciones de su disco Transgenic, que editarán el próximo día 18, y que fue la base de todo el concierto, aunque también rescatasen tres o cuatro canciones de sus discos anteriores, ya vimos que su música guardaba un difícil equilibrio en la estrecha división que hay entre el caos y la revelación, aunque normalmente se adentraba más en el reino de esta última. Stavros es un líder carismático, con una gran voz, que además es la fuerza motriz y el eje central de gran parte del dinamismo de la banda en directo, coloreando su música, en Organic Sacrifice, por ejemplo, con lametones de jazz y azotándola con fuerza bruta en el Hotel Goomba de su primer disco, o derrochando sentido del humor en una cacofonía hecha por un puñado de monos en Toxic monkeys. Y a pesar de que el concierto fue intenso y sudoroso, todavía nos brindaron un bis, que duró casi tanto como el set, en el que todos los reunidos allí coreamos con él las siglas que dan nombre a una de sus nuevas canciones, USA LSD BNB HIV, alargada hasta la extenuación.
Con la canción Homo economicus, la tercera de las de anoche, obtuvieron la distinción de ser nombrados la mejor banda suiza hace dos años, y no me extraña en absoluto; no creo que en Suiza haya más bandas como esta… es que no las hay ni siquiera en Sevilla, donde tanto nos miramos el ombligo y no existen chamanes psicodélicos como Stavros. Dirty Sound Magnet son una maravillosa destilación de la mejor música de las últimas cinco décadas, reinterpretadas con potencia, sarcasmo, misticismo, oscuridad; él y sus compañeros, Marco Mottolini, en el bajo y Maxime Cosandey en la batería, están lejos de cualquier clasificación, sobre todo Maxime, que más allá de golpear sus tambores y platillos con saña, manejaba un set electrónico desde el que lanzaba loops alucinógenos, sonidos pregrabados tormentosos y unos samplers tan bien conseguidos que creaban una atmósfera extendida de tal forma que permitían que a veces Stavros soltase alguna de sus dos guitarras para pasearse por el escenario como si fuese Frank Zappa en uno de sus trances más delirantes. La interacción entre los tres fue fascinante, todos trabajando y escuchando las señales de los demás y respondiéndose entre sí con una urgencia vibrante, alineados de maravilla haciendo que canciones desconocidas como Skull drawning rose funcionasen particularmente bien, ayudados por el gran sonido de la sala, que hizo que el rango dinámico de la pieza sonase altísimo y clarísimo. Ahí hubiesen merecido el mayor reconocimiento de la noche si no hubiera sido porque todos estábamos ya desde hacía bastante rato entregados a ellos.
Una hora y media maravillosa con una banda extraña en el mundo de hoy, pero cuya música tiene la pasión y el poder de cautivar a todos los que venimos venerando el rock a lo largo de nuestra vida. Fue un gran privilegio el haberlos disfrutado anoche.
