Siempre es una buena noticia que vuelvan al primer plano de la escena musical los artistas que habían estado ya en él en alguna ocasión anterior. Este es el caso de David Fernández, aka Evil Evans, que seis años después de su último trabajo, ha vuelto a un brillante Presente, que así es como ha nombrado también al disco que le trae de vuelta, después de un par de ellos en solitario, ahora con una banda, La Buena Nueva, en la que le acompañan Carlos A. Refolio a la guitarra, Alberto Cruz a los teclados, Javi Pulido al bajo y Carlos Máiquez a la batería. También ha contado con un buen socio como Pachi García Alis que, además de producir el disco en sus estudios de Alisrecords, lo respalda con su guitarra y su voz en una de las canciones, En Canadá, la más intimista del disco, muy en la línea de aquella de Debajo del limón que le valió a Alis la nominación a los Goya como mejor canción original en la película De tu ventana a la mía.
Todo el disco tiene esa atmósfera melódica, sincera y esforzada, que encuentra una conexión genuina con el indie de las bandas que La Buena Nueva cita como influencias: Maga, Lori Meyers, Sexy Sadie, Sidonie, Iván Ferreiro, palpablemente presentes en canciones como Decir que no o Luciérnagas, aunque yo voy todavía más allá y les veo las bases que asentaron grandes bandas primigenias del género, como Tarik y La Fábrica de Colores, en alguna otra canción, como La levedad. Canciones creadas para esos momentos en los que nos invade un sentimiento crudo. Es curioso como en su hoja de promoción hablan de que sus letras reflejan las vivencias de los que empiezan a venir de vuelta de algunas cosas a estas alturas de la vida, y así las entendemos los que estamos en una época en la que nuestra perspectiva sobre la muerte y el envejecimiento, nuestros hijos y nuestras relaciones de amistad, se vuelve más frágil y compleja; cuando la división entre el pasado y el futuro más desordenada y seria se siente dramática e irreversible. Los mecanismos de afrontamiento de la banda sobre ausencias, amores, crianzas, rupturas, relaciones, se ven perdurables tal como los afrontan en estas ocho canciones, que definen un disco que reivindica las señas de identidad de su autor tras casi una década luchando por y contra ellas. Después de todo este tiempo, Fernández parece haber aprendido que sus imperfecciones son más fáciles de pasar por alto cuando la música te arrastra y te lleva.
Si preferís a la banda con las luces bajadas, Luciérnagas será el punto culminante del éxtasis; si os pierde el drama barroco, La levedad será un refrescante golpe de adrenalina; si preferís la compañía de una buena canción mientras conducís, iniciad la lista de reproducción con La buena nueva y mirad como se desdibuja el paisaje urbano. ¿Este disco quiere consolarnos, criticarnos o sacudir nuestras almas? Están cantando sobre nosotros, con una rara habilidad para transformar y unir. Y seguramente comprobaremos en el primer concierto al que vayamos a escucharlos que en directo alcanzarán el mismo clímax que en el disco, haciendo que cada uno de nosotros se sienta como un miembro auxiliar de la banda. Eso será pronto, el día 2 de junio en la Sala X.