Avanti + La Tarambana. Sala La Calle. 17 de mayo de 2019
Anoche había conciertos en las tres salas de la calle José Díaz: La Calle, Even y Sala X. Y pude constatar con muchísima tristeza que juntando a los espectadores que entraron en las tres ni siquiera se hubiese llenado una sola de ellas. Espero que en Hollander, Fun Club y Malandar el aforo se hubiese completado mucho mejor.
Yo estuve en La Calle porque quería ver cómo sonaban en directo los discos que presentaban las dos bandas que iban a tocar ahí esa noche: Avanti, que se han estrenado discográficamente con canciones propias, más allá de las versiones de Silvio con la que llevan unos tres años de sala en sala, y La Tarambana, que traían canciones de su segundo disco, recientemente editado, La batalla de los tontos.
Y ellos, la Tarambana, fueron los que abrieron la noche y aunque venían presentando ese segundo disco la verdad es que ni la mitad de las canciones que interpretaron estaban extraídas de él. Comenzaron con dos de ellas, A ella le gusta el sol y No, pero entre que la gente aún andaba entrando, pidiendo en la barra, acomodándose y este principio fue pausadito, costó algo de trabajo desperezarse, pero consiguieron llevar a la gente arriba cuando la intro de la tercera canción, Gente como tú, captó la atención inmediata de todo el mundo, que reconoció las notas del Rock and roll de Gary Glitter. El crescendo fue inmediato, quizás también porque a la gente que sigue a La Tarambana no le ha dado tiempo aún de familiarizarse muy bien con las canciones nuevas y ahora estaban oyendo un bloque de otras muy familiares, porque a Gente como tú le siguió El más triste de los payasos, que a pesar de su título fue alegre e incitadora al baile con su ritmo de reggae y El lado oscuro, una recreación canalla de la canción de Jarabe de Palo.
Dos canciones más del nuevo disco, Todavía te quiero, con una melodía muy bonita y un estribillo pegajoso que hizo moverse a las parejas de la sala en bailecitos acompasados a medias entre la dulzura y la lujuria, y Estamos bien, para echar más azúcar al cóctel. Y hasta el final se olvidaron del disco nuevo. Siguieron cuatro de las canciones de su disco anterior, ¿Cuánto vive un indie?, entre las que se produjo uno de los momentos más altos del concierto cuando subió con su guitarra Carlos Erbez, de la banda del Capitán Cobarde, a llenar de poderosos riffs la canción dedicada a Dolores (pa’ todos eres Lola).
Y el gran final fue una apoteosis, ahora sí con canciones de las que presentaban: La más guapa de la feria y No hay nadie en la pista más que tú, los cañonazos que La Tarambana ha grabado con Ariel Rot y Tomasito respectivamente, y que hechas en directo como anoche tienen un carácter marcadamente cañero y vacilón que las hace irresistibles; sobre todo si para apoyar el espectáculo, Dani Quiñones se baja del escenario y mientras va cantando baila con unas y otras, y también otros, hasta formar un verdadero jaleo en la pista de baile que sería la envidia de aquel otro al que le cantaron los Sweet.
Avanti sí que se tomó en serio lo de presentar su primer disco de forma apropiada, porque las interpretaron todas ellas. Claro, que como solo son nueve y no dan para llenar un set list completo, recurrieron a cuatro canciones más de su repertorio de homenaje a Silvio, que siendo las que a mí menos me interesaban, sin embargo anoche funcionaron de forma excelente, como explicaré más adelante.
Parecía que nos iban a ofrecer el disco tal cual, de pé a pá, porque comenzaron con La extraña sensación y La ruleta, tal como empieza también este, pero en la tercera se fueron a territorios stonianos con El descanso del guerrero, que es Sympathy for the devil encanizado en la trastienda de un bar del polígono Sur después de beberse varios copazos de anís… ¿qué pasa, quillo…? ¿qué no…? Y este avanti con la guaracha tuvo su lógica continuación con No tengo cita, perfecta elección silviana porque es la canción más desconocida de En misa y repicando, el disco que se cierra con ella. Bien por Casimiro, si hay que cantar por Silvio, al menos que no sea por el palo más obvio.
Y entonces subió al escenario con ellos José María Sagrista, al que todos conocéis por ser el alma mater de Círculo Vicioso, tanto de los recordados de varias décadas atrás como de los revitalizados actuales. Y la Alameda profunda se sacudió la resaca con los acordes blueseros con que se iban retando José María y Damián. Aquella ya no era sala para viejos, a pesar de que luego coreásemos todos eso de las 72 primaveras a las que ya nos vamos acercando muchos de los que andábamos anoche por allí… pero, como canta Casimiro, que nos quiten lo bailao y todo el rock and roll sevillano que hemos escuchao. Historia viva de ese rock and roll sevillano es Puerta España, una de las canciones del primer disco de Silvio, que la inmensa mayoría de los presentes en la sala descubrió anoche mismo que la compuso José María Sagrista; y aquí estaba él mismo, para transmutarse en Carlos Santana y, junto al resto de Avanti, ofrecernos la mejor versión de esta canción que haya oído nunca… y os recuerdo que yo vi en directo muchas veces a los propios Silvio y Luzbel en los primeros años 80.
El tono festivo bajó un poco para hacerse mucho más intimista con Te mintieron, Miradas y Mi sitio, mi lugar, para volver a enganchar a los más fiesteros de nuevo a través de Silvio cuando Damián, Leo, Bubi y el incorporado David para reforzar anoche las percusiones, tiraron sobre nosotros los inconfundibles acordes con los que empieza Música de oro y vos. Y el final fue contradictorio: con la gente de nuevo en el bolsillo lo normal hubiese sido continuar forzando la marcha, como habían hecho La Tarambana en el concierto anterior, para terminar dejando a la gente sudorosa y con mono, pero Casimiro hizo algo inesperado, se sentó al borde del escenario para cantar El viento, la canción con la que finaliza su disco. Y fue todo un acierto, porque si el concierto tuvo un punto álgido, más allá de las canciones con Sagrista, fue ver a Casimiro, despojado de su traje de showman, con una voz que no es particularmente amigable, pero es poderosa y con mucho peso, y unida al portentoso trabajo con la guitarra de blues de Damián, nos golpeó más abajo del estómago. Después, el Good rocking tonight que Silvio cantaba siempre como le salía de la polla, aquí Casimiro lo utilizó para hacerse cargo de los cuerpos bailones del personal hasta el final del concierto ya, pero con ese austero El viento que hizo de forma tan natural, allí sentado, a la misma altura que los demás que le mirábamos y escuchábamos, se hizo cargo de nuestros corazones.