Sofar Sounds Sevilla (Juan Gallardo + Annacrusa + Borneo). Arcadia Coworking. 15 de diciembre de 2019
El Sofar Sounds celebrado ayer fue el más íntimo de todos a los que he asistido en los últimos meses. Y no solo por la música que los artistas nos ofrecieron, sino también por el lugar elegido esta vez por la organización, un espacio de trabajo compartido que se encuentra en pleno corazón de la ciudad, la calle Cuna. Allí, en la primera planta del número 16 está Arcadia Coworking, un lugar agradable y productivo donde desarrollan su trabajo profesionales de todo tipo compartiendo experiencias, conocimientos, contactos… y anoche también compartiendo con nosotros botellas de un tercio de Cruzcampo IPA al precio de un euro, lo cual fue un plus añadido al agradabilísimo rato que pasamos allí. Cayeron cinco, por si te lo estabas preguntando.
Ya sabéis que hasta que no llegamos al lugar elegido para los conciertos no nos enteramos de quiénes son los músicos que van a ofrecérnoslos, por eso cuando accedí a Arcadia y vi en la puerta el cartel con los tres nombres pensé que la tarde iba a empezar muy jevi, porque el primero de esos nombres era el de Juan Gallardo, que es el cantante de Los Ángeles del Infierno y a veces colabora en otros proyectos paralelos, pero (menos mal) no fue así, sino que este Juan Gallardo es un cantautor sevillano que sustituye el derroche de voz por el derroche de ingenio y nos cantó cuatro maravillosas canciones, muy personales, las dos primeras, y más empáticas con el entorno las otras dos, para las que se acompañó de Claudia Aguilar, otra cantante, esta de Barbate, con la que se asociaba muy bien debido a la tesitura de voz tan diferente que tenían, que hacía que las dos a la vez se escuchasen perfecta y agradablemente. Juan comenzó con El vals del Homo Críticus, una canción dedicada a esos familiares pesados (aunque él los llamó directamente gilipollas) a los que les parece mal todo lo que hacemos nosotros y nuestros amigos y no se cortan un pelo a la hora de hacérselo saber a toda la familia en las cenas de Navidad, por lo que el tema no podía ser más adecuado a las fechas actuales. Después en Hablaste nos hizo saber cómo él mismo se enchocha tanto con las chicas que conoce que es capaz de meterse hasta las trancas por ellas en cualquier tema del que hablen aunque a él le interesen tan poco como los gatos, los bolsos o el ballet… e incluso sea capaz de corear un gol del Sevilla siendo de la acera verderona de enfrente. Después el tono se hizo más gris, pero solo en cuanto a los textos, porque con Una peliculera y, sobre todo, con El barco, en la que habla del medio de transporte que usan los refugiados para huir de sus calamidades, aunque sea mayor el peso de la letra en la canción, la interpretación fue incluso más brillante ahora como dúo y conectaron perfectamente con todos nosotros. Fue así el de Juan, solo y con Claudia, un concierto corto, como todos los del Sofar, con una lírica plena de ironía, de crítica, de detalles románticos incluso, que lo hizo divertido y emotivo. Puedes verlos y escucharlos, por cierto, este próximo viernes en La Sala.
El ánimo triste, así como de cortarse las venas, con que terminó el concierto anterior, se extendió durante el del segundo grupo invitado, Annacrusa, una banda de rock de Castellón, formada por cuatro miembros, de los que aquí estuvieron solamente dos: Anna Dobon, la cantante, y Sevi Guilles, el guitarrista, con el que me sentí identificado inmediatamente al enterarme de que, aunque no ejerce de tal, en realidad es sevillano, por lo que seguro que el nombre de Sevi, allá en Castellón le viene de eso, que era justo lo que me pasó a mí cuando hacía la mili en Madrid.
Annacrusa tiene un disco que aún no se ha editado pero que trajeron ayer consigo, y es del que comenzaron a extraer las canciones del repertorio que presentaron, que comenzó con El murmullo del hielo, una canción muy corta que es además la primera que compusieron al formar la banda el verano del año pasado. Con la siguiente, Soberbia, comenzamos a apreciar la contundencia de sus letras, que Anna entonaba con una sensibilidad refinada para después, en Hacia la luna, una canción de desamor, transformarse en el lobo que vive en ella, parafraseando a la propia canción, y lanzarla con una confianza absoluta en su potencia vocal, vibrante, con el sólido respaldo de la guitarra acústica de Sevi. Después, con Ánima nos hicieron sentir un hormigueo increíble, con una interpretación con la que Anna volvió a demostrar el alcance, la delicadeza y el poder de una voz que nos mantuvo hechizados todo el tiempo. Terminaron con una versión del Nothing compares to you de Prince, que popularizase Sinead O’Connor, que creó una electricidad verdaderamente espiritual y emocional y culminó con el mayor estallido de aplausos de la noche, de un público genuinamente agradecido a dos intérpretes volcados en su arte.
Los últimos en subir al improvisado escenario arcadiano fueron Borneo, pero también en formato de dúo, ya que aunque estos sevillanos son cinco, solo vinieron las dos mujeres del grupo, Chio Abbad, cantando, y Paloma Guerrero, a los teclados, las bromas y los chistes malos; mientras nosotras nos equivocamos los demás hacen ruido, nos dijo, aunque esta vez no necesitaron ruido alguno para taparlas porque no hubo desperfectos. Ninguna de las cuatro canciones que nos hicieron venía de su último EP, Ladridos, sino que dos de ellas, Lo sé, no sé, con la que comenzaron, y La luz, con la que terminaron, fueron del Somos Borneo de hace tres años y las dos que sonaron entre ellas, Atlas hands y Cómo parar el miedo, creí entender que eran de las nuevas que la banda tiene preparadas.
El concierto de anoche en realidad fue como una vuelta a las raíces de Chío, que seducida por el ruido, cambió la canción de autor que solía interpretar, para pasarse al rock con Borneo. Al estar aquí arropada solamente por los acordes que Paloma sacaba de su Korg, el tono de las canciones fue más suave, pero dado el calibre de estas no nos importó el minimalismo; es más, incluso fue de agradecer la revisión de canciones escuchadas con la banda completa presentadas de forma tan natural. Y también fue de agradecer el fugaz buen humor de las dos chicas para amortiguar las emociones de sus canciones; intensas canciones de peso a las que Chío les dio un enorme impulso. Cuatro canciones solamente, pero seguramente no hubiésemos podido con tanta carga emocional si Paloma no le hubiese bajado la intensidad con el chiste de las pastillas para el cansancio, probablemente el chiste más malo del mundo.
Y así se fue pasando la noche. Puede que la edición del mes próximo se haga a mediodía, como experimento; aunque de ser así yo echaré de menos el remedio contra la típica melancolía del declinar dominguero que suponen estas maravillosas sesiones del Sofar Sounds.