Helio (junto a Izquierdo y Los Acoples, The Bar-Kings, Casas y La Pistola y Desprecia2). Sala Malandar. 10 de enero de 2020.
Decía Carlos Gardel en el tango al que pertenece la frase del título que veinte años no son nada. Y veinte multiplicado por dos sigue siendo nada. Y por eso el viernes por la noche en la sala Malandar parecía que el tiempo se hubiese detenido en algún momento de los años 80 y nos habíamos reunido todos los amigos de Helio en uno de sus habituales conciertos. Aunque ahora ya todos teníamos las sienes del color de la luna llena que nos alumbraba esa noche en la calle.
Era la noche de Álvaro Izquierdo, Jose Casas, Pacoco Cabello y Paco Parra y así lo dejaron claro desde el principio, comenzando su concierto de celebración del cuadragésimo aniversario de la banda con esa canción, que fue toda una declaración de intenciones: Es mi noche. A partir de ahí toda la sala, completamente llena de espectadores, se rindió a la diversión que vencía a la nostalgia; allí no había pena por la lejanía de la juventud, sino alegría porque podíamos seguir contándolo. Y cuando terminaron casi hora y media más tarde, entrando en Combustión, todos nos estábamos citando de nuevo para volver a vernos cuando cumplan los cincuenta años de existencia. Si Helio hubiese puesto allí a la venta las entradas de forma anticipada para su concierto de celebración de las bodas de oro en enero del 2030 las hubiese agotado todas.
Entre las dos canciones mencionadas, la alfa y la omega del concierto, Helio, y nosotros con ellos, fuimos desgajando uno a uno retazos de nuestra historia y volvimos a vernos mentalmente en el concurso del Instituto San Isidoro cuando en Trampolín dorado, con la que iniciaron los bises, escuchamos a Álvaro cantar no lleves estómago al soñar con subir al trampolín hecho con trozos de ti, con sangre y sudor; nos imaginamos en el Roll Dancing cuando en Dentro de mi universo les escuchamos corear que B. B. King y James Brown quieren que demos color a nuestro universo; volvimos a estar en el Solar de la Maestranza en aquella primera Cita en Sevilla con Helio tocando antes que 091 y los Pistones cuando cantaron Aquella nueva palabra y nuestros sentidos se llenaron de nuevo con el color hierba y el olor a flor; sudamos como aquella noche en el Fun Club, que nunca hasta entonces se había llenado de tanta gente, cuando en Dulce plan nos recordaron a los zapatos que bailan al compás de un blues respirando entre cervezas y sudor; volvimos a echar de menos a todas aquellas bandas aglutinadas con Trilita cuando José Biosca, de los míticos Desertores ceutíes se subió al escenario para cantar con ellos Como un desertor, la canción que Jose Casas compuso en su honor… soñé vivir dentro de una canción, era vivir como un desertor… cuando en Saca las flores de ti cantaron que nadie podía mirar mis ojos sin perder su aliento veíamos nuestra alegría reflejada en los ojos de todos los que nos rodeaban; cuando tocaron Truco juvenil recordábamos los tiempos del Amor de la Calle con Helio presentando su primer disco cuando aún quedaban consignas que gritar. Con La piel de la loba se bajaron del escenario, pero solo un ratito, porque enseguida volvieron para el último trío de ases en el que entre Trampolín dorado y Combustión intercalaron Love millionaire y a nuestras mentes llegó otro flash, el de la primera banda sevillana que significó algo grande en el rock, Smash, y el de la primera banda sevillana que se lo reconoció así versionando una de sus piezas, Helio. Después nos fuimos despidiendo y marchándonos a casa, iluminados por El queso que alumbra, esa metáfora de la luna llena interpretada en clave de David Bowie, del que también se conmemoraba esa noche la fecha de su desaparición.
Los cuatro componentes de Helio demostraron estar en perfecta forma, algo que no es de extrañar porque nunca le han perdido la cara a esto de la música y en los momentos en que Helio no ha estado en primer plano todos han dado salida a sus venas artísticas en infinidad de bandas e incluso todos están presentes en proyectos actuales, con los que vinieron también a presentar sus respetos a la banda madre. Por eso, antes de subirse los cuatro juntos al escenario lo fueron haciendo con sus colegas de ahora mismo desgranando cuatro canciones cada uno del repertorio de Helio y algunas de las que la banda ha versionado alguna vez en su larga vida. El primero, abriendo la noche, fue Álvaro al frente de Izquierdo y Los Acoples, para comenzar con Aquella nueva palabra, seguida del Truco juvenil, canciones que luego volvió a cantar con el respaldo de la plantilla titular de Helio. Aquí estuvo acompañado por Gregus Cardoso en el bajo, fuente inagotable de ritmos propulsores junto a Manolo Escacena, que dejó boquiabierta a la peña asistente con su forma de llevar el ritmo a la batería y Epi Malpaso desdoblándose a la guitarra porque faltaba Guti, el otro Acople que también (y tan bien) la maneja con él. Birmania Club y, sobre todo, Cuando la vida era un disparo, sonaron con los acordes de la guitarra en sus manos todavía más frescas y emocionantes de las que las recordábamos y cuando la banda terminó su set dejó en la sala un aumento colectivo de la adrenalina. Lo suyo fue rock and roll sin tonterías, con la entrega y pasión de cuatro hombres en sus años cercanos ya a la cincuentena, cuando no pasada esta, que aman clara e infecciosamente cada minuto que pasan tocando y lo reflejan en el amor que ponen cuando están ante los espectadores, sean muchos, como al final de su concierto, o pocos, como cuando salieron.
The Bar-Kings, la banda en la que Pacoco toca el bajo ahora, eligió para comenzar su concierto el Get yourself together de los Small Faces convertido en un misil de rhythm and blues. El Doctor Lapi se transformó en una mezcla de Paul Weller y Al Green para darle tensión al Así soy yo y transmutarse inmediatamente en Solomon Burke con la relectura del Home in your heart de este. Y después, con todos juntos, escuchamos por primera vez Es mi noche, una de las canciones que Pacoco escribió para Helio, con toda la banda convertida en los Memphis Horns y un inconmensurable Ción Cabana soplando tanto el saxo como la armónica. No se prodigan mucho, pero cuando lo hacen derraman polvo mágico sobre los asistentes a sus conciertos, en los que interpretan con confianza; auténticos y rigurosos, una verdadera delicia.
Casas y la Pistola, la banda actual de Jose Casas, eligió tres de las canciones más maduras de Helio: The maquis song, El queso que alumbra y Trampolín dorado, para terminar con Como un desertor; canciones todas con letras de las más trabajadas por Jose, aunque la última de ellas sea de muy pocos versos, pero que contiene el que probablemente mejor refleje la relación de su autor con la música: perdía la piel y no siempre conquistaba el cielo. Las raíces del árbol de Helio, hundidas a mucha más profundidad de las primeras capas de powerpop que siempre saltan al aire cuando sacudimos sus ramas. Julio, Paco, Dani y Álvaro dieron lo mejor de sí mismos y no se notó siquiera que éste último estuviese penando aún, con su pierna escayolada, el reciente accidente sufrido. Y Jose Casas nos ofreció cortes profundos de su naturaleza introspectiva que fueron muy de agradecer en esta noche (rindámonos a la rima fácil) tan retrospectiva.
Y Paco Parra, el batería, eligió montar una banda completamente nueva para esta ocasión tan especial. Para ello se rodeó de músicos tan contrastados como Jesús Gutierrez, el bajista de Full y también de Yorch, la banda en la que Jorge Naranjo canta, al igual que aquí esta noche, y Ricardo «Richard» Becerril, que derrochó nivel técnico con la guitarra solista. Se bautizaron como Desprecia2, pero escuchándoles nadie es capaz de hacer caso al nombre y rechazar la forma en que deconstruyeron, a través de los arreglos que les hizo Victor Gutierrez, segundo guitarra y mente en la sombra del grupo, a las canciones de Helio, convirtiendo La piel de la loba en un blues demoniaco e increíble y haciendo que pareciésemos inmersos en el fuego australiano también nosotros en Combustión, avivando la llama hasta límites insoportables con la intro y los acordes que les metieron del Smells like a teen spirit. Habían sonado ya antes Hora cero y Dentro de mi universo, iniciando la mayor explosión de energía de la noche.
Y después, como ya te he contado, los cuatro componentes de Helio salieron a celebrar que llevan cuarenta años juntos, demostrando que todavía aman lo que hacen. Y constatando con la alegría que demuestran en la foto de la cabecera de este texto, que la gente también les ama a ellos.
