- LõBISON ha extraido Si buceo no muero como primer single de su actual disco, Enemigo de lo auténtico, potenciándolo con un videoclip de Cristina Rodríguez
Hace ya varios meses que LõBISON editó su cuarto disco, Enemigo de lo auténtico; sin embargo no había extraído todavía ningún single de él hasta que a primeros de este mes lanzó como tal la canción que lo abría, Si buceo no muero, que nos mostraba a Juamba d’Estroso, que aquí cargaba él solo con todo el peso compositivo e instrumentista, como un poeta nihilista de delirante verso atrapado en una pecera, separado de la nada por una pared de cristal contra la que no deja de golpearse y de la que sabe que ya no saldrá hasta que muera, por eso no puede dejar de bucear en sus aguas malditas.
La prensa nacional, para no redundar en lo que nosotros mismos publicamos en esta web disonante, al hablar de esta canción decía que conectaba con la melancolía de Vainica doble o Family, con una voz de unos aires claramente cercanos a Paolo Conte y con unas guitarras que recuerdan el lírico tintineo de Yo La Tengo. Destacando además que parece una declaración de principios de cómo sobrevivir desde los márgenes, en este sitio donde se divisan horizontes deformes… como veis, todos estaban fascinados por esta canción de Juamba.
La cultura transformadora con la que Juamba se ha aliado para enseñarnos como sobrevivir desde los márgenes necesitaba ser mostrada en formato stop motion, utilizando materiales reciclados; y como además siempre ha estado muy unido al universo femenino y a la mujer en general, se ha asociado con una joven realizadora tinerfeña, Cristina Rodríguez, para la realización del videoclip que potencia el mensaje de la canción.
Cristina, estudiante de publicidad y realizadora audiovisual, ha tenido total libertad creativa para proyectar lo que la canción le transmitió, y ha unido en el video sus tres amores: las maquetas, el cine y la ecología, empleando materiales reciclados para la composición de las escenas. Según ella, ha querido contarnos una bonita amistad entre una niña y un pececito. Pero la pequeña realmente está idealizando un mundo fantástico para poder escapar de su realidad. Finalmente, al mirar por la ventana del hogar del amiguito de la pecera, ella descubre que sigue estando igual de atrapada que en su habitación.
Si el video fuese más largo de los apenas dos minutos y medio que dura nos hundiría en una tristeza casi tan infinita como la que sienten la niña y el pez que se dan la mano; una tristeza que crece como el mar que les rodea. En ese gesto vemos como es tierna la tristeza que cubre el alma de la niña, incluso tiene un aire dulce, pero a Juamba, a su memoria, le traerá recuerdos amargos, el dolor de comprender que nunca ha podido salir de una trampa como la que la encierra a ella.
Como he dicho al principio, Juamba le dio a Cristina absoluta libertad creativa para que volcase en el video todo lo que la canción le transmitía a ella. Y a él le pregunto si el resultado ha sido satisfactorio. «Yo estaba intrigado en lo que le podía transmitir mi canción a una chica de veinte años. Y cuando me pasó el video para verlo me acordé de mi verdadera patria, perfectamente expresada en aquella frase atribuida a Baudelaire, Rilke y Delibes: la verdadera patria es la infancia».
La infancia, recuerdos de tiempos mejores que ya se fueron. Recuerdos de personas que ya no están. Ni estarán. Tal vez también recuerdos de las oportunidades perdidas. Quizá también de todo lo que luchaste y reivindicaste y no sirvió para nada. A la infancia la cubre el mar, espeso, viscoso y negro, que no azul. Puede que muchos de nosotros hayamos logrado nadar por ese mar metafórico hasta salir de él y conseguir logros suficientes como para neutralizar el pensamiento negativo de sentirse atrapado, para generar otro pensamiento que logre filtrarse en nuestro estado de ánimo y cambiarlo. Esta canción, y el resto del disco de LõBISON, nos dicen que a Juamba nada de lo que hay en el mundo parece ilusionarlo, que la tristeza se le cuela hasta el tuétano; pero los que le hemos visto reír de verdad, no con un intento de sonrisa que se queda en una mueca, sabemos que tiene muchas cosas buenas en la vida y que en esta pena que refleja su música seguramente hay mucha nostalgia de la infancia. Y seguro que él también lo sabe. Pero no tiene un interruptor en el cuerpo para accionarlo y que se obre el milagro de la transformación.