The Westerwaves + Sankra. Sala X. 19 de abril de 2019
Noche de viernes santo en la Sala X con dos conciertos de gran altura. Era una noche que invitaba al tránsito entre el purgatorio y los infiernos; entre el recogimiento del espíritu en un día de semana santa pasado por agua o la liberación del cuerpo dejándose llevar por la electricidad caótica de Sankra y The Westerwaves. Elegimos darle alegría al cuerpo (en la) Macarena, como buenos heresiarcas que somos.
Sankra es un trío poderoso mezcla de Husker Dü y Dinosaur Jr., que llenaron el escenario de trallazos violentos, densos y vibrantes y lo convirtieron en el mejor de los infiernos posibles. En su concierto no hubo pausa, ni respiro, ni concesiones, sino ráfagas continuadas y a pleno gas de una sabia mezcla de hardcore, punk, power pop y algunas cosas más que la guitarra y la voz de Arnold condujeron con mano maestra mientras el bajo y la batería apuntalaban con ejemplar firmeza sonora.
Desgranaron un largo repertorio en el que en las partes más suaves la guitarra parecía tañida incluso como si fuese un maremoto eléctrico y la mayoría de las demás piezas estaban llenas de tensión nerviosa, batería ultrarrápida, bajo mordiente y guitarra casi desbocada, completando un concierto, como ya he dicho, voraz y veloz. Lo más impresionante: la densidad del sonido, la capacidad de Arnold y sus dos músicos para tejer un ambiente entre irreal y atronador utilizando los elementos más escuetos, los utensilios melódicos más sencillos y la ejecución más simple… aunque no más fácil.
The Westerwaves, un rato más tarde, convirtieron el infierno en una discoteca petarda con una fiesta animada por Jesús Crespo, el sevillano-vienés, catedrático de economía y eterno bala perdida, que seguramente en las aulas de la universidad de Viena hará brillar su cerebro, pero que aquí demostró que para que ocurra eso tiene un corazón que bombea hacia él la sangre al ritmo de rock’n’roll del más desenfrenado.
Con una banda en la que además de él cantando y gritando hay un bajo, un batería y dos guitarristas que compran las cuerdas de sus instrumentos en el chino de Viena y por eso anoche se les rompieron a los dos… la banda tiene incluso una canción ad hoc para cuando eso ocurre, que pueden estirar como el chicle hasta que cambian la cuerda… nos sacudió a todos los que nos encontrábamos en la sala con un repertorio que podríamos llamar… mmmm ¿cómo llamamos a esto…? Ya lo tengo: funk atómico. Contundente y con algunos ribetes heavys y rock’n’roll vibrantes en directo. ¿Os imagináis a Herman Brood al frente de los Devo? Pues así de bueno y divertido fue el concierto de los Westerwaves. Y los espectadores disfrutamos sin reservas del privilegio de ver algo así, desde el principio con Vienna’s burning, convertido en Sevilla arde, hasta bombazos de la talla de We make money of your anti-fascism, Morrisey at the butcher’s o Mongoloid, interrumpidos por los monólogos de Jesusito, a veces insondables e incluso incoherentes, pero siempre encantadores, aunque el tío los hiciese todos en inglés aun siendo trianero y estando en la Macarena, pero la verdad es que en la sala había más gente que la lengua que entendía era la extranjera más que la española. El final fue un Surfin bird enloquecido que marcó el cierre de un concierto maravilloso; ni genial, ni killer, ni soberbio, sencillamente maravilloso, un reconstituyente para la imaginación, un resorte para los músculos. Los Westerwaves emanaron estímulos libidinosos encubiertos entre pop, bailes marcianos y funky raruno. Verlos en directo significa recibir una solemne y descarada invitación a divertirse, escaparse y deleitarse; hicieron del hedonismo y la banalidad un arte.
