Alaa Zouiten’ Talking Oud Quintett & Mona Boutchebak. Fundación Tres Culturas. Bienal de Flamenco. 21 de septiembre de 2020
Lo que escuchamos anoche en la Fundación Tres Culturas sí que fue verdaderamente una mezcla del folclore tradicional del Próximo Oriente con el flamenco y los ritmos autóctonos andaluces; aunque lo que primaron fueron las atmósferas árabes, muchísimas veces tintadas de ese jazz-fusion que se escuchaba cuando Paco de Lucía se juntaba con John McLaughlin o Larry Coryell. Y no he traído a colación el nombre de Paco de Lucía en vano, porque su espíritu sobrevoló durante toda la actuación del Talking Oud Quintett de Alaa Zouiten, un maestro marroquí del oud, afincado en Berlín, pero con su corazón en Granada; que tiene en su laúd árabe el mismo duende que la guitarra flamenca de muchos músicos andaluces y vino anoche a ofrecernos un concierto, al que con la misma humildad que demostró Berk Gürman la semana pasada al acercarse al flamenco, le había puesto por título simplemente Aficionado.
No parecía este un concierto que pudiésemos considerar como perteneciente a la Bienal de Flamenco cuando salió al escenario Alaa Zouiten acompañado solamente de su laúd para sentarse ante nosotros y desgranar las notas de Andalus Princess, que aunque en su título haga mención a una princesa andaluza sus ritmos son totalmente árabes y Alaa rinde con esta interpretación su homenaje al otro gran maestro que le influyó en sus orígenes, Munir Bashir, autor de la pieza y el instrumentista de oud irakí más famoso de todos los tiempos, cuya forma de tocar, improvisando patrones y desarrollos al modo maqam arábico, es la que usó aquí Alaa Zouiten, sobre todo en este comienzo y en el Purpurkora con el que siguió, esta junto al francés Didier del Águila, que le acompañó con unas notas muy leves de su bajo.
Los tres intérpretes que faltaban para completar el quinteto se incorporaron en este momento: el guitarrista marroquí Amine Naami, el violinista americano Roland Satterwhite y el español, afincado también en Berlín, como Roland y Alaa, Antonio Piñera “Pumuky», que aportaba un buen groove flamenco con las percusiones que sacaba de un cajón y un set de cajas y platillos. Todos juntos, con Rêves de Fès, una composición marroquí, sentaron ya las bases de los que iba a ser todo el concierto hasta el final, una hermosa fusión de las tres clases de música que mencioné antes, la árabe, la andaluza y el jazz, que en esta pieza cobraba gran protagonismo cuando el violinista se transfiguraba en Jean-Luc Ponty y nos ofrecía sonoridades que nos transportaban a la magia de la Mahavishnu Orchestra, fundida de forma natural y sin complicaciones con los otros dos estilos en Granada, la pieza compuesta en esta ciudad por Alaa (recuerda que allí tiene su corazón), unos tangos que en la noche sevillana resonaron tan rítmicamente norteafricanos como armoniosamente jazzísticos, en los que las partes más flamencas venían del juego que se traían entre el violín y el laúd, arropados siempre por la guitarra flamenca de Amine, en una experiencia musical festiva que fue la que comenzó a levantar los ánimos de todo el público, que ahora sí entendía muchos más de los códigos que los músicos estaban manejando.
Alaa Zouiten volvió a quedarse a solas con su laúd para desgranar unos acordes que nos trajeron muchas reminiscencias del Asturias de Albéniz, que resultaron ser los acordes de introducción de la composición más titánica de la noche, convertida en jazz cuando se unieron a él todos los demás músicos; cortada en seco y retomada por la percusión para darle tonos árabes con un violín al que el laúd le arrebató el primer plano para llevarse la música a su terreno y terminar todos juntos, acelerados, empujando los límites técnicos y estéticos, sin ningún orden jerárquico de estilos musicales, en una fusión sin prejuicios. Desconozco el título de la pieza y si es de composición propia, pero fue la que tuvo un estilo creativo artístico más puro y la que mejor reflejó la tendencia de Alaa a proponer continuamente nuevas perspectivas para celebrar la belleza de la música.
Fue entonces cuando se unió al grupo la cantante argelina Mona Boutchebak, entonando unas canciones muy líricas que, aunque cantadas en árabe, la primera de las que hizo me pareció muy cercana a los romances y las glosas mallorquinas que cantaba María del Mar Bonet y en la segunda acentuó el tono magrebí de su cante, que muchas veces pareció primo hermano de la soleá flamenca, algo que se tornó casi en un contrasentido porque después todos le dieron forma a unos peculiares fandangos, medio gitanos, medio moros, más alejados del flamenco cuando Mona cantaba, pero que podíamos identificar como mucho más cercanos a nuestra tierra en la interpretación instrumental, sobre todo en las alternancias del laúd y la guitarra. Unos fandangos que allanaron perfectamente el camino para un canto antiguo, probablemente con orígenes en las nubas, porque Alaa nos contó que era una canción de la cultura árabe que tenía más de mil años, que se llamaba Lamma Bada, a la que Mona llenó de amor, pasión y belleza, arropada por las notas más tristes que Roland sacó de su violín en toda la noche.
Si el maestro oriental de Alaa Zouiten fue Munir Bashir, el occidental fue Paco de Lucía y ahora llegó el momento de rendirle pleitesía… para mí es un placer muy grande tocar Zyryab en Sevilla, homenaje al maestro de los maestros… y se dejaron oír las notas con las que Paco revolucionó el flamenco de su época; las nuevas armonías, melodías y ritmos que el gran guitarrista le imprimió al lenguaje flamenco más ortodoxo quedaron anoche muy bien trasladadas al laúd árabe por la maestría interpretativa de Alaa, muy bien secundado también por la guitarra de Amine, con el que mantuvo un hermoso duelo de acordes en la parte final del tema, en la que Paco de Lucía parecía tener media docena de manos para llenarlo todo de música. Mona se había mantenido callada durante estos grandiosos minutos, simplemente jaleando alguna que otra vez, pero se creció de nuevo dando vida a la novia de Bent badi, la canción árabe que fue alternando con estrofas en castellano de La Tarara; la más andaluza de las canciones marroquíes fundida con la taranta de García Lorca, ¿se le podía pedir más a esta noche? Pues sí; la gente se puso en pie para dedicarle a estos músicos el aplauso más largo que he escuchado en mucho tiempo, con unas palmas que al paso de los minutos se fueron acompasando para convertirse en esa forma de pedir bises que tenemos por aquí y a la que la banda no pudo hacer oídos sordos, saliendo de nuevo al escenario, tras silenciar la música ambiente que había comenzado ya a sonar (lástima que el de iluminación no se diese por aludido y mantuviese encendidos los focos) y ofrecernos una dulcísima y preciosa canción sefardí del siglo XV llamada Morenika, que Mona interpretó en un español arcaico, el sefardí ladino, que en alguna estrofa pasó directamente al hebreo, en la forma en que ella la aprendió del gran bajista Avishai Cohen. Soy morena y soy hermosa… la Reina de Saba enamoraba al Rey Salomón y Mona usó las mismas palabras ancestrales para enamorar a todo el público, que acabó rendido a los pies de los músicos.
Un gran concierto en el que Alaa Zouiten demostró ser un laudista nada lineal, y que influido por el espíritu del jazz y del flamenco no se atuvo a la horizontalidad de la música marroquí y exprimió su instrumento para jugar con los cambios de acordes y de armonías atreviéndose a romper las reglas, desacralizando así los maqams árabes estrictos, para hacer de la fusión musical un extraordinario medio de expresión.
