Juano Azagra. Sala Malandar. 4 de julio de 2020.
La sala Malandar, con todos los asistentes sentados y atentos, constituyó el primer desafío tras el confinamiento para Juano Azagra, y lo resolvió de forma sobresaliente haciendo que se nos pasase volando la hora y tres cuartos de alegre intimidad que mantuvo con cada espectador. No necesitó un escenario grandioso, solamente su guitarra acústica y su voz, más la ayuda ocasional de un Omnichord vintage, que incluso le jugó alguna pequeña mala pasada a causa de los 42 años de edad que tiene ya el instrumento, la misma que el artista que lo manipuló, y una discreta sucesión de samples, loops y drones caseros previamente fabricados por el propio Juano con sus discos de Tangerine Dream, Jean Michel Jarre, Pink Floyd, un atril en el suelo y, para que todo resultase absolutamente familiar, sobre todo para mí, una silla Jacobsen exactamente igual a las que tengo en mi cocina.
Apenas segundos después de terminar de levantarse el telón que ocultaba el escenario Juano comenzó reelaborando el I see monsters de Ryan Adams, como llamada de atención de todo lo que iría llegando después, una combinación de muchas más revisiones a su aire de canciones de furgoneta en viajes con su banda, canciones de bajonazos durante el confinamientos, de subidones en ratos alegres con amigos, incluso de un par de canciones de All La Glory, aunque estas prefiere dejarlas para cuando puede interpretarlas junto a todos los demás; una configuración visual simple y hermosa, algunos comentarios ingeniosos y bromas con la gente, y ovación tras ovación.
Siguieron For what is worth de los Cardigans y How to fight loneliness, de Wilco, en las que el ritmo más lento y la instrumentación reducida permitían que la voz de Juano brillase mientras navegaba por entre la audiencia cautivada. Parecía que la siguiente era el Thirteen de Big Star, pero en cuanto comenzó a cantar, los versos de todo lo que quiero hacer es pasar aquí el tiempo contigo, se desveló que la canción en realidad era You and your sister, de Chris Bell sin sus amigos de banda, y también que el estado de ánimo de todos los presentes era precisamente ese que describía la canción, pasar allí más tiempo con Juano, mucho más, para reírnos con él y sus bromas sobre Regina Spektor y el alzhéimer de Glenn Campbell durante sus reinterpretaciones de Us y Wichita Lineman, emocionarnos con su versión del Boys don’t cry de los Cure y corear desde la mesa el Take on me de A-ha. Pasar allí más tiempo sintiendo como la sutilidad de Juano le había convertido en el centro de atención, hipnótico.
Aunque después esa atención se desviase también hacia Mercedes Bernal, que salió al escenario a remarcar con su saxo las afirmaciones de Juano sobre que él es más chulo que nadie, ganándole en ironía incluso al Boss en ese Tougher than the rest. Y cuando todavía no había llegado a disiparse la energía y el espíritu de Springsteen ocurrió algo grandioso: el tiempo se paró mientras sonaba el Wicked game de Chris Isaak; la introversión convertida en la actitud más maravillosa, la que crea una cálida intimidad con quien te escucha.
Hizo salir el sol aunque su vetusto Omnichord se empeñase en mantener alguna nube sobre su paseo por el Everytime the sun comes up de Sharon Van Etten y la conmoción fue exagerada cuando Juano nos salió por el palo de los Ramones, impresionante en su entrega de Pet sematary, que se contagió a los coros de todos los que estábamos en las mesas cercanas. Y un minuto de descanso merecido.
El repaso por las canciones de All La Glory fue agridulce, nostálgico; cuando canta él solo La noche silenciosa sigue sorprendiendo incluso a todos los demás miembros del grupo que la suelen cantar con él, algunos de ellos presentes allí también; y con Looking for a thrill, tuneada con samples de la banda sonora de The Crow, era innecesario buscar esa emoción a la que la canción se refiere, porque esta no nos había abandonado desde que comenzó el concierto. Reivindicó a Christina Aguilera con su Beautiful, magistral, dándole sentido a lo que dice sobre ser la canción dentro de la melodía, sobre que hasta los errores tienen su hermosura; legitimó al pesao de Dave Grohl glorificando su Times like these y volvió a sus raíces con un acercamiento personal al Don’t cry no tears de Neil Young desnudándola de una forma que seguro que a Juano le supone un costo emocional esta interpretación. Cuando se diluía en el ambiente el sampler de Groove Armada con el que adornó el Waiting around to die de Townes Van Zandt, entendimos que Juano no volvería a escena para continuar agregando peso al argumento de que es el mejor intérprete de canciones, propias y ajenas, de su generación en nuestra ciudad.
