Astropálido. Sala Malandar. 9 de julio de 2020.
Astropálido han conseguido hacerse con un gran número de seguidores en Sevilla, que es algo que no pueden decir la mayoría de las bandas de la ciudad; por eso anoche la Sala Malandar estaba llena por completo y, partiendo de la base de que yo cuento ya con 63 años, el espectador que me seguía en edad debía contar con 38 menos. La verdad es que no esperaba yo que la sala fuese a rebosar de tan insultante juventud, porque aunque Astropálido sea un grupo de los que se pueden encuadrar en el malvado imperio indie, por lo que tampoco esperaba encontrarme con los rockeros de siempre ni los sempiternos quejistas sobre las mafias de contrataciones, sí que pensé que vería las caras habituales de un concierto de, por ejemplo, Los Planetas. Y nada más lejos de la realidad, lo de anoche fue superpoblación de fans habituales, que se sabían las canciones del grupo y las coreaban con ellos y, lo que aún me sorprendió más, se sabían también las versiones que hicieron de Lori Meyers, Supersubmarina e incluso Los Pîratas, anteriores a cuando ellos escuchaban música, aunque supongo que esto será debido a que se la han oído a Iván Ferreiro.
Pero lo que no me sorprendió fue la inmensa calidad, llevadas al directo, de las canciones de una banda con tanta personalidad propia como Astropálido, que aun respetuosa con todos sus referentes, extraen de toda la mezcla un concepto propio, extraen una entidad total de toda la disparidad de sus influencias (anoche incluso versionaron a Leiva) y su concierto fue lo más parecido a la sublimación consecuente de buena parte de nuestra música actual, la refinada y la llena de caprichos y vicios, la sutil y la de la marcha por la cara. Anoche en Malandar, Astropálido demostró que es el hijo perverso del pop más hedonista de nuestra época desde que abrió su concierto con tres canciones seguidas del EP que acaban de sacar: Último asalto, El huracán y Ahora que estás a tiempo.
El disco del que salen esas canciones, El lado humano, es una soberbia continuación del primero que sacaron hace dos años, aquel Mentiras para contar la verdad que a mí me cautivó a la primera escucha, del que recuperaron anoche una media docena de piezas; pero es que además de estrenar a Pablo, el nuevo bajista, la banda estrenó también tres canciones más, de las que dos de ellas, Mi salvación y, sobre todo, Días de mierda, son todavía mejores, son trabajos melódicos y vocales plenos de energía guitarrera, que indican que al camino de ascenso del grupo todavía le queda mucho espacio por recorrer.
Como os he indicado, comenzaron con un trío de canciones de su actual EP, dejando para comenzar la recta final la cuarta de ellas, Aún queda para largo, la que contiene entre sus versos ese que me ha servido para titular esta crónica. Siguieron después alternando canciones del primer disco, Explosión y Nunca es suficiente; las inéditas mencionadas antes y las versiones del Siempre brilla el sol de Lori Meyers y Superpoderes de Leiva. Y así llegaron a una especie de receso, algo parecido al par de minutos de hidratación de los partidos de fútbol, en los que Rafa, a solas con su Fender y el micrófono, encadenó de forma emotiva El miedo más grande con Escamas. Mientras el resto de la banda volvía, Rafa nos contó también como durante el confinamiento, en ratos de bajón, había compuesto algo a lo que ni siquiera quería llamar canción, pero que cuando los demás la escucharon la adoptaron como tal, y aunque Rafa originalmente la interpretaba de una forma muy suave y chill out, los demás eligieron insuflarle vitalidad, pero eso sí, respetando su origen, por lo que aunque Alejandro continuó con su guitarra (que anoche tuvo un sonido excepcional en sus manos), Javi cambió su batería acústica por una electrónica y Pablo su bajo por un teclado. El resultado fue un híbrido que me recordó aquellas reflexiones de Geoff Barrow sobre que su música no es chill out y que Portishead tiene más en común con Nirvana; Eres de hielo, se llama la canción, y a pesar de que fue interpretada con una severidad superior a las del resto del setlist, Astropálido lograron tocar un nervio en nuestro inconsciente sónico, ese que hace que en nuestra cabeza y nuestro cuerpo los sonidos de unos lugares y otros se fusionen para crear, finalmente, emoción. Y la mantuvieron con Finales abiertos, una canción antigua ya, pero transformada con este nuevo formato en algo que resaltaba la elegancia a lo Erasure que la canción poseía originalmente.
Y la recta final comenzó con los Años 80 de Los Piratas, el ya mencionado Aún queda para largo; su homenaje de gratitud a Supersubmarina por su apoyo de siempre y por el trabajo que su batería, Juanca, ha hecho en su estudio de Baeza con la grabación de las últimas canciones, en forma de revisión de LN Granada y se despidieron con una apoteosis de manos extendidas sacudiendo el aire de la sala, mientras arrasaban con una Era glacial, que convirtió el cierre en una explosión de energía que hizo declarar a Rafa que nunca antes se le había erizado el vello como esta noche. Quizás exageraba, pero es evidente que la banda ha vuelto del confinamiento en un estado de forma fenomenal y el futuro les pertenece.