Maleso. Fundación Tres Culturas. 15 de abril de 2021
Maleso nunca decepciona. Esta noche estaba en la Fundación Tres Culturas presentando el deslumbrante disco doble, de portada triple y de diversión quíntuple que sirvió de estreno al sello Felices Años 20, y también en las pantallas de todo el que haya querido seguir el concierto por streaming, con una maravillosa colección de canciones de las que ha compuesto durante toda su carrera, con las que nos ha mantenido en constante atención durante algo más de ochenta minutos. Canciones casi todas ellas recopiladas en el disco presentado, Fracasos que no me explico, además de otras dos nuevas que solo hemos podido disfrutar los que las hemos escuchado esta noche.
Martín León Soto, Maleso, combinó una buena dosis de cinismo con un agudo sentido del humor y su personalidad relajada le iba perfectamente a la gran interpretación de las canciones, para lo que se ayudó de la extraordinaria discreción de Aida Vílchez en el violín y en una segunda voz que nunca resaltaba pero tenía un tono que se hacía notar sobre el de Martín y que, aunque en contadas ocasiones, también le respaldó con percusiones y un sintetizador unida instrumentalmente a la banda Comansi, que anoche se nutría de la exuberancia en el bajo de Antolín Vázquez, al que siempre es un placer verle ahí en el escenario, aunque nunca sea el centro de atención o, incluso como esta noche, haya estado demasiado apartado de los demás; del latido de la batería de Marcos Gamero, ya fuese cuando se le requerían redobles stonianos como en Keith Richards es guay, o ligeros roces en los platillos para poner el contrapunto de alguna frase de Pensar es de pobres; o de la guitarra eléctrica que tenía esta noche inyectándole un poco de energía extra, con uno de los músicos que mejor la manejan de nuestra ciudad, Félix Roquero, tan solicitado que no puedo recordar con quién fue la última vez que le vi en otro escenario, aunque juraría que fue acompañando a Kiko Veneno.
Maleso comenzó a tejer su magia con Acostarme contigo y Mujer ilustrada, dos de las canciones donde más resplandecen sus juegos de palabras, para seguir con la encantadora Avenida del deporte, una canción que refleja a la perfección ese axioma que rige nuestras vidas, la de Martín tanto como la mía, de que a partir de los 40 el deporte solo da tullidos. Después cambió la guitarra acústica por una guitarra española, que le daba aires de más antigüedad a los acordes que necesitaba para encarnarse en el juglar sinvergüenza de Pensar es para pobres y a las notas lastimeras de su llanto por la suerte de King Kong. Menos mal que Keith Richards es guay nos volvió a llevar a todos arriba porque las mascarillas mojadas de lágrimas deben ser la mar de incómodas. No os quiero decir nada si se hubiese saltado esa canción y hubiese encadenado la siguiente, Desde aquí se ve España, una nueva que nadie de los presentes conocía a pesar de que el patio del Pabellón de Marruecos estaba poblado en su mayoría por seguidores de Martín de largo recorrido.
Desde aquí se ve España es una canción reivindicativa de unos hechos sobre los que Martín está plenamente concienciado debido a su trabajo; en ella habla de los emigrantes que quieren entrar en España a pesar de las dificultades que les ponen y que a veces les hacen pagar con su vida. Puede que en un concierto de Maleso todos prefiramos escucharle canciones como la divertida En el ABC, que fue la siguiente, pero el momento íntimo de Martín, sin el resto de la banda, sentado solo ante el piano, hablándonos de cortes en las manos, de ampollas en los pies, de quemaduras en los brazos y de hambre de más de un mes, fue uno de esos momentos de perfección que roban cualquier espectáculo. Canciones como esta dejan una marca tan profunda como la del rock and roll que más fuerte pise, aunque estén interpretadas casi en silencio, como esta noche. Minutos emocionantes, inspiradores.
Martín se quedó al piano un rato más, de nuevo flanqueado por sus músicos, para cantarnos sobre los Pajaritos cabreados y los Muchos peces en el mar, que parece ser que hay más que botellines de cruzcampo y que están ahí a disposición de los amantes despechados que necesitan aferrarse a eso de que un clavo saca a otro clavo. Y después volvió el magnetismo.
Maleso interpretó ahora la única de las canciones para las que no ha escrito la letra él mismo, porque es una nana del poeta bilbaíno Luis María Pérez Martín. Una nana poblada de vampiros, cerberos, íncubos, arpías, mantícoras, lodazales de absenta, que más que para dormir a una niña parece hecha para asustarla, en aquella forma a la que García Lorca se refería, pero que interpretada de la forma en que anoche lo hizo a solas con Aida, con una guitarra y dos voces, con una dulzura tan difícil de creer en alguien de colmillo tan retorcido como Martín, el alma se le encogía a todos los padres y a todas las madres presentes, y a los abuelos, como es mi caso, que sabemos que todas las niñas son feas comparadas con la nuestra, incluida la Lilith de la canción.
La diversión volvió con la animada A trompicones y la sensualidad en bata de boatiné de Casa de colores, la segunda de las canciones que estrenó anoche, en la que se lamenta de la fatalidad que implica que la pata de una cama se rompa mientras estás sentado en ella quitándote los calcetines, convirtiéndote en un pringao, cuando de haberlo hecho cinco minutos después hubieses quedado como Tarzán cuando daba su famoso grito después de empotrar a Jane.
El concierto inició su recta final con Antidisturbia, una de las mejores canciones de Maleso y la que más nos recuerda al jovencito que una vez formó parte de los Tiernos Macebos. Anoche cobró nueva vida, con el respaldo de una banda completa y Martín de nuevo cambiando la guitarra por el piano, en la misma forma en que terminó luego dándole mucha profundidad y una textura desconocida a Casémonos, la canción con la que terminó el set.
Pero volvieron todos de nuevo un ratito más. A Martín siempre le fascinó la figura de Javier Krahe tanto como la de Keith Richards, o puede que más incluso, por eso le dedicó una vez un impresionante y conmovedor Oh, menaje que repitió anoche aunque después de tantos años de interpretarlo todavía no sepa qué coño rima con Krahe.
Una experiencia divertida y estimulante. Maleso estuvo ocurrente y jovial, compartiendo historias entre canciones sobre los temas de estas y cómo se les había ocurrido escribirlas y bromeó incluso con un ligero problemilla en los cambios de guitarra que hizo. He perdido la cuenta de cuántas veces he estado en alguno de sus conciertos y nunca he visto a Martín dar un mal espectáculo, ya sea con una banda detrás o solo, pero el de anoche fue sin duda de los mejores. Un lugar perfecto, una gran elección de canciones, una audiencia comprometida con la cultura a pesar de los tiempos que corren, que llenó por completo el aforo permitido; un sonido claro y unas voces excelentes, hasta la de Antolín las dos veces que hizo coros. Su música está por encima de las modas y sobrevive a la prueba del tiempo. Y yo voy a seguir acudiendo a donde quiera que nos convoque, ya sea en días buenos o lloviendo como ayer; ya sea para disfrutar de sus canciones cerveza en mano o sentado y con la mascarilla puesta como ayer. Porque pocas citas hay tan ineludibles como un concierto de Maleso.
