- Presentamos el nuevo EP de Maleso, de nombre Siento, esta vez lanzado solamente de forma digital, con tres canciones plenas de intimismo y diversión
Si hago cosas que te gustan, te aseguro que me alegro. Este par de líneas de la primera estrofa de una de las nuevas canciones de Maleso me hacen pensar que Martín León debe estar en permanente estado de regocijo, porque me gusta todo lo que hace, en cuanto a música se refiere. Y no solo me ocurre a mí, sino también a Pedro Cruz, uno de sus compañeros de correrías ochenteras, cuando el primero formaba parte de los Tiernos Mancebos y el segundo de los Picapiedras y con el tiempo se convirtieron en dos de los mejores escritores de letras para musicar de la ciudad, aunque Pedro lo haga en Alemania, donde reside hace tiempo y no las convierta en canciones con tanta asiduidad como Martín. Como Pedro ha pasado recientemente unos días en nuestra ciudad dándole una vuelta a la familia, a los dos me los encontré la semana pasada en el concierto de Casas y la Pistola y estuvimos hablando de las últimas que conocemos de Martín. Pedro ya había escuchado las canciones e incluso había comenzado a redactar unas líneas que aspiraban a convertirse en hoja de promoción del disco que las contiene, que me van a servir a mí también para presentároslo debidamente: En el momento de redactar estas líneas, me encuentro en el cielo. Concretamente, en el cielo de Francia, dentro de un avión comercial a altura de crucero cubriendo la ruta Baden-Baden Sevilla. La música, técnicamente celestial, por tanto, que suena en mis auriculares es la del nuevo disco de Maleso, un EP llamado Siento compuesto por, tres eran tres, las últimas hijas de don Malés. La trina criatura ha llamado a mi puerta y se ha plantado en mi recibidor con unos modales tan corteses, una presencia y unas credenciales tan limpias, que enseguida la he hecho pasar y sentarse en mis moradas interiores para así conocernos mejor. Conozcámoslas, pues, también todos nosotros, antes de seguir.
Al contrario de lo que siempre hace con sus discos, que suele sacarlos en formato físico y venderlos, además de presentarlos en forma de LP con una docena de canciones aproximadamente, esta vez, nueve meses -periodo de gestación antes del parto- después de editar Malesofía del tocador, Maleso ha variado sus dos premisas discográficas y su nuevo trabajo es un EP de tres canciones, colgado solamente en formato digital en todas las plataformas de escucha habituales. Dice Martín que el esfuerzo y la energía que requiere confeccionar un disco físico que resulte atractivo prefiere volcarlos esta vez en la música propiamente dicha y, a este EP seguirá otro con cuatro o cinco canciones más después del verano, cerrando el año allá por navidades con un tercero que contendrá otras cuatro. Estas tres primeras mantienen una buena unidad estilística y desprenden aromas que van desde Hilario Camacho a Les Luthiers.
La primera de las hermanas, que da título al EP, es Siento, y parece la mayor. Pedro define así la canción. Es seria y dulce, y cuenta, ya bien metida en sazón, sus progresos vitales y certezas de madurez cantando sobre el bajo una bonita melodía ascendente que habría gustado seguramente a Cecilia. Su vestido es sencillo y natural, y se adorna del lirismo de un collar de cuerda frotada en torno al cuerpo. Tiene un cabello precioso, se ve que conoce bien lo que vale un peine.
El bajo del que Pedro habla lo toca el propio Martín, al igual que la guitarra, y Marcos Gamero se ocupa de los bongos; suena también el chelo de una biblioteca virtual. También está muy bien traída la referencia a Cecilia porque en esta canción Martín se confiesa, un poco lacónico, como ella lo hacía también en alguna de sus canciones: No miente el espejo cuando me miro en él. A Martín el espejo le devuelve la imagen de un señor al que ya le atrae más la vida intensa y salvaje del sofá con su pareja mirando la tele, a la que cantaba Fernando Mansilla, que la de andar buscando drogas, mujeres y alcohol por la Sevilla indómita a la que él mismo cantaba en otros tiempos; pero se gusta viéndose así e incluso, como nos dice al final, es así como siempre se imaginó que estaría.
El video que acompaña la canción es sencillo y austero. «Lo he hecho yo en mi casa, tú sabes», me cuenta Martín; que intenta adornarlo, al menos, de palabra. «Si queremos venderlo podemos decir que es un elogio a la sencillez y al artista puesto directamente delante del público sin más armas que sus palabras», aunque termina imponiéndose la cruda realidad, «pero la verdad es que no había presupuesto para más».
Tan casera como la grabación del video lo fue la de las tres canciones del EP. En las dos siguientes también es el propio Martín quien toca todos los instrumentos, aunque vuelve Marcos a acompañarle suavemente en los bongos de la última. Al estudio que tiene en su casa le llama con el nombre de la calle del Tardón en la que vive, Padre Maruriz; y ahí ha producido, mezclado y masterizado el EP al completo.
A las otras dos canciones también Pedro Cruz les saca punta y les encuentra precisas referencias: La segunda trilliza es El maestro de primaria, un encanto de persona, social, compasiva, valedora de la educación y preocupada por la amarga brega diaria de sus paladines. Enemiga de la ignorancia, le encanta jugar con el lenguaje (sale a su padre), y se expresa por medio de constantes parónimos, piruetas y calambures. Y nada anodina vistiendo: se colorea de electricidad con una guitarrita a lo Buddy Holly, lleva alegres bongos de hippy y luce un cierto espíritu neoyorquino de Paul Simon juguetón. La tercera muchacha y seguramente la menor y más risueña de las tres es el bolero Valla de obra, curiosísimo nombre que inmediatamente suscita el voyeurismo del jubilado que vive en mí, y me lleva a apoyarme de brazos en ella para mirar lo que se cuece en este tajo. Y ello son las muy malesianas aventuras de seductor rimadas con ese humor que es parte del genoma de esta familia, y ahí es el sonreír y el imaginar, y el acordarse de Woody Allen, y de las historietas del tebeo, y el intentar, siguiendo el travelling, anticiparse y sorprender a la rima en cada esquina del relato.
Es habitual que las canciones de Maleso estén cantadas en primera persona y estas tres cumplen ese requisito, aunque solo en Siento sea Martín el sujeto activo de ellas. En El maestro de primaria la voz la tiene un profesor de estampa clásica, tal como la recordamos los que tenemos ya cierta edad, que se expresa como un reflejo vago, pero divertido, de cómo nos ayudó crecer durante una era de cambio de tantas cosas como la que vivimos a esa edad. De Valla de obra sí que podríamos intuir que es Martín el protagonista de nuevo, hasta que llega la parte final y entendemos que no puede ser así. A menos que el apocalipsis zombie haya comenzado ya.
Que el EP sea intangible no es óbice tampoco para que tenga una portada. Y la de Siento la ha diseñado Isabel Hacha, con una ilustración que enseguida nos lleva a uno de los míticos discos de Stevie Wonder. Cuando le pregunto a Martín si ha sido una referencia o un guiño a la de Songs in the key of life me contesta que en realidad ha sido una casualidad. «Isabel tenía esa imagen que a mí me gustó mucho y pensé que podría adaptarla para ser portada. Ahora comparando ambas pienso que es una casualidad muy afortunada».
Ya que tengo a Martín a mano le pregunto también si todas esas canciones que incluirán los dos EPs siguientes están ya grabadas, escritas, pensadas… «Para los siguientes EPs tengo siete canciones escritas y puede que caiga alguna más por el camino. Estoy trabajando con un pianista los arreglos del primer grupo, que irán solo con piano y voz». Seguro que la mezcla resulta excelente a poco que el pianista elegido tenga buen oído para la melodía y equilibre bien las caricias a las teclas en cada nota que cante Martín, al que le pregunto también si una vez que conozcamos los tres EPs de forma virtual, unirá todas las canciones en un LP físico. «En principio, no. Luego, cuando las tenga todas, me dará pena no tenerlo en un formato que pese y, ¿quién sabe?».
Esta es su breve semblanza. Dejo para el final las siguientes palabras de la nota de Pedro, totalmente de acuerdo con ellas. Entre confesiones, relatos, sonrisas y reflexiones bellamente coreadas, y música adaptada a la acústica suave de mi gabinete, hemos echado los cuatro un cafelito de lo más agradable. Me despido de las trillizas encomendándoles que saluden cordialmente a su señor padre. Cierro la puerta y pienso: hay que verse más. Es necesario parir a Acuario. Trabajos honestos como este ayudan, y sí, grano sí hace granero. En el momento de repasar estas líneas, me sigo encontrando en el cielo, aunque el piloto acaba de anunciar que vamos a aterrizar en Sevilla. Ojalá me dé tiempo de acercarme a Triana a saludar a Maleso.
Sí. Le dio tiempo, me consta. Y más tarde volvieron a encontrarse, como os dije antes, disfrutando de su pasión común, la música de buena instrumentación y grandes textos.