Nuria Graham. Sala X. 16 de julio de 2020.
Fue el de anoche en la Sala X un concierto maravilloso el que nos ofreció Nuria Graham. Canción tras canción, desde Connemara, que abre su último disco y también abrió el concierto, hasta No returning que cierra ambos también, fue un placer continuo. Un bellísimo dream folk, interpretado con una madurez gloriosa, de una forma serena y exquisita.
He usado el término dream folk para describir la música de Nuria Graham y en realidad se le queda corto, porque tiene una cantidad tal de registros que hacen diferentes todas las canciones, apartándolas de un canon común. Y no solo por el uso de su voz, plena de matices distintos, sino por la forma sublime que tiene Nuria de manejar la guitarra, con una afinación abierta que la lleva a estar prácticamente entre cada canción ajustándola y equilibrándola, en un currazo enorme que se pega durante todo el concierto, pero que se da por bien empleado porque siempre obtiene acordes bien templados, ya sea en los pasajes más minimalistas, como esa canción con la que abrió los bises, que ni siquiera tiene título todavía y Nuria la está rodando y dándole las pruebas finales a solas con su guitarra, o ya sea en el noise áspero que tiene en sus entrañas Peaceful party people from heaven, con el bajo convertido por momentos practicamente en una segunda guitarra, que en directo es una bestia desatada que va ascendiendo desde el cacofónico inicio que no tiene en su versión grabada.
No fue esta la única canción que rescató de su repertorio antiguo, porque hasta media docena salieron de sus discos anteriores, siendo la más antigua el Christopher delicado y nostálgico que nos regaló cuando el concierto iniciaba su recta final. El núcleo estuvo compuesto, obviamente, por las canciones de su nuevo disco, Marjorie, del que sonaron todas ellas y en las que estuvo acompañada por dos de los músicos que participaron en su grabación, Jordi Casadesús, al bajo y a la consola electrónica de sonidos pregrabados y teclados de graves y Aleix Bou, que hizo un gran trabajo con la batería, tanto manejándola de la forma habitual para meter fuerza de acompañamiento, como para usarla de modo nada convencional en ese inicio ruidista que os mencionaba antes de Peaceful party y pasarse a una batería electrónica durante toda la canción Another dead bee, con la que terminaron el set.
Esa instrumentación pregrabada fue muy discreta y se mantuvo en muy segundo plano, adquiriendo notoriedad en contadas ocasiones, y prácticamente no llegamos a apreciarla siquiera hasta que la usaron de forma más audible en Marjorie, la canción que da título a su nuevo disco, que Nuria dedica a una de sus abuelas. Anteriormente había interpretado ya también Marianne, la que dedica a su otra abuela, grabada en su disco anterior, Does it ring a bell?. Tras Marjorie, Jordi fue alternando el bajo con el teclado por lo que el acompañamiento musical tuvo más amplitud, ya fuese durante las canciones, caso de Heat death y Toilet chronicles o abandonando el bajo por completo para extraer toda una gama de graves de un teclado, en Smile on the grass, que anoche sonó de forma muy cercana a la remezcla que en su día le hizo Ruban Nielson.
La sala tuvo más espectadores que la noche de Sr. Chinarro, llegando a las tres cuartas partes del aforo de los algo más de cien espectadores que tiene con las restricciones actuales, y en su gran mayoría eran una base de fans devotos de Nuria que habían venido a experimentar el sentimiento comunitario que suele darse en sus conciertos. Y anoche ese sentimiento nos desbordó. Y no solamente en su modo más sensible y placentero, sino con las pasiones desatadas de forma abrupta en momentos tales como cuando encadenaron Peaceful party a Cloud fifteen, en una secuencia musical extraña para sus adictos pero que anoche fue una parte importantísima de la experiencia general del concierto de Nuria y sus dos acompañantes, en la que las llamas crepitaron y ascendieron devorándonos a todos los presentes. Lo que en canciones como Do you wake up for a while every day? era un presentimiento se convirtió en intensa realidad en estos momentos casi finales. Y después de esa descarga de adrenalina Nuria apaciguó los ánimos de la audiencia en unos bises compuestos por la canción nueva que mencioné al principio y un No returning final que hizo que todos nos marchásemos con el ánimo sereno y sabedores de que, una vez más, esta maravillosa mujer había desafiado y vencido todas nuestras expectativas musicales.