Monkey Week SON Estrella Galicia (jornada del viernes). Alameda de Hércules y entorno. 22 de noviembre de 2019
La lluvia se tuvo que rendir a la evidencia. Cayó, y con saña, hasta las seis de la tarde para aguar, nunca mejor dicho, el tramo inicial de la segunda jornada de Monkey Week SON Estrella Galicia, pero todo estaba controlado y apenas se debieron cancelar las primeras actuaciones en el Escenario ICAS (reubicadas para el sábado) y trasladar las del Escenario Alameda al vecino Vinilo Rock Bar. Unos reajustes que también nos trastocaron levemente nuestros planes y nos obligaron a recomponer el itinerario a seguir ante tan voluminosa y sustanciosa oferta de buena y diversa música.

Situados por fin, arrancamos en Ítaca con los locales Victoria Ford, que desplegaron un set sin fisuras que se centró en su álbum de debut. Empezaron con su flamante y renovado sencillo Los hijos de Steven Spielberg, enseñaron luego un tema inédito llamado Sevilla y ya casi al final recibieron la compañía de María Yfeu, que se les unió para interpretar el hit que es Bien es poco.
En el recuperado Escenario Fundación SGAE, sobre el foso de la Torre de Don Fadrique, el austriaco Bernhard Eder empezó gris pero mejoró la cosa con el cambio de instrumento de Petra Staduan, dejando aparcado el vetusto órgano que manejaba para pasar al bajo; fue ese el momento en el que los sonidos del trío cambiaron de un dream pop melancólicamente infeccioso a un rock de guitarra distorsionada en el que Bernhard nos dejó fastuosos ramalazos del Neil Young de Ragged Glory.
En el FunClub, los chilenos asentados en Barcelona The Zephyr Bones abarrotaron la sala en un bolo que empezó con un sonido tan fresco y bailable como unos Doobie Brothers llenos de funk; luego fueron añadiendo a sus melodías efectos de guitarra y sintetizador para convertirlas en piezas de surf y terminaron abruptamente por pasarse del tiempo permitido cuando se estaban luciendo con un instrumental que parecía conducido por un Hank Marvin psicodélico. Nada que ver con lo que minutos después hizo en la contigua pista de coches de choque, el Escenario Jägermusic, el sueco Tentakel. Con una atronadora batería, un arsenal de gadgets electrónicos pregrabados y una incesante máquina de humo, nos mantuvo en tensión durante un tiempo que se nos hizo muy corto con su híbrido de krautrock y stoner.

Nos movimos asimismo al Escenario Tomavistas en la Casa Palacio Monasterio para comprobar cómo se las gastaba Amparito, un cuarteto de féminas madrileñas que en apenas media hora se ventiló una docena de temas de punk pop urgente y chillón ante un público entusiasta que vibró con temas como Asesinos o Te vas a fastidiar. Aún les queda trecho (y pericia instrumental) para resultar nocivas y auténticas, pero mostraron maneras y convencieron a la mayoría de los presentes, que no es poco.

De nuevo en FunClub, donde un lúgubre ramo de rosas presidía el escenario cuando apareció en él Maria Guadaña respaldada por sus Afiladores para abrirnos las puertas del inframundo y que comprobásemos de primera mano que el infierno será un lugar divertido, lleno de sensualidad, inteligencia y excelente rock. Un concierto suyo hace muchísimo más que cualquier campaña publicitaria por concienciarnos contra el machismo tóxico.

Una parada en el Espacio Santa Clara para degustar una de las perlas venidas desde la siempre fértil Bélgica. Y resultó que Slumberland se erigió en el mejor descubrimiento de la jornada (y de lo que llevamos del festival, quizás). El trío deslumbró con su propuesta entre lo psych y lo industrial con toques de krautrock, música experimental pergeñada por Jochem Baelus, parapetado tras su estantería de Ikea llena de cacharritos de todo pelaje, y complementado por dos baterías imaginativos que remarcaban el protagonismo de la percusión en bombos, platillos (alguno extraño tamaño pizza familiar), cajas de madera, planchas de latón y lo que hiciera falta, pues a lo largo del show se sacaron de la manga entre los tres no menos de veinte instrumentos.

A eso de las nueve y media se abría la programación en el Teatro Alameda para acoger a la multitud que esperaba el concierto de Los Punsetes, que se mostraron como instrumentistas punkies y desvergonzados en contraposición al hieratismo de Ariadna, plantada en el centro del escenario ataviada como una diabólica Dama de Elche, Tras un único gesto apartándose de la cara el velo negro, comenzaron a desgranar, sin más movimientos ni palabras durante más de una hora, Tu opinión de mierda, Tu puto grupo, Que le den por culo a tus amigos, canciones deslenguadas que todavía chocaban más por la forma en que ella las interpretaba, mientras el público liberaba endorfinas a base de saltos e incluso de intentos de invasión del escenario. Allí mismo estaba después Le Parody, sola, tras la mesa de consolas, dejándose ver sólo mientras bailaba con los sonidos electrónicos que traía pregrabados, que perjudicados por la escasa brillantez del sonido, no resultaban nada magnéticos.
Muy genuinos resultaron Pluto Crevé, otra fantasía punk venida de la Isla de Reunión (¿pero qué coño les dan de comer allí?) que descargó en Ítaca una ración de hardcore y sludge que, lástima, sólo degustó una veintena de personas. Aplastantes de principio a fin, estos cuatro franceses demostraron que sus pintas macarras y estrafalarias no son pose sino forma de ser. Tremendos y salvajes, llegaron al éxtasis en temas como Waterface, gritado a tres voces.

También nos alargamos a Holiday, en Jesús del Gran Poder, para ver qué hay de nuevo en la propuesta de Neuman. Y poco hay a la espera de un disco «maravilloso» que están preparando, según dijo Paco Román. Fue una actuación muy breve, con apenas media docena de temas de los más conocidos que, eso sí, encajaron muy bien sus entregados seguidores. Aunque el cantante tuvo que pedir silencio al personal (igual que había gente coreando las canciones, había mucha de molesto palique), también se mostró muy agradecido a Sevilla y a Monkey Week, donde dio el primer concierto de su primer disco nueve años atrás, según relató. Se despidieron con el icónico Turn it, cantado a medias con el público (el que echaba cuenta, vamos).

De vuelta al Teatro Alameda, la curiosidad por conocer qué se esconde tras Petróleo quedó saciada en menos de media hora. Y es que el proyecto del cómico Ignatius Farray está bien para un ratito porque su excesiva verborrea y protagonismo acaba por fagocitar una propuesta que musicalmente resulta convincente gracias a la destreza de Tigres Leones y al acompañamiento vocal femenino que pone el contrapunto al vozarrón del líder. Lo dicho, demasiado teatral… incluso si se está en un teatro. Mejor partir rumbo a las salas de José Díaz para acabar la jornada.

Allí aguardaba, en la Sala X, la antes citada María Yfeu. Es un tópico mencionar a Amy Winehouse cuando se habla de un concierto de esta sevillana afincada en Madrid, pero es lo primero que se te viene a la mente en cuanto empiezas a escucharla. Su concierto fue una delicia absoluta que por fin desclavó la espina que tenía María de poder cantar en su ciudad, logrando el hito de mantener totalmente en silencio a la sala a pesar de la suavidad de sus canciones de dulce soul y jazz standard, que se remontaban en altos vuelos cada vez que Lucas de Mulder se enredaba en uno de sus geniales solos de guitarra. Zulu Zulu en la Sala Even nos hicieron bailar con su música transcultural, cubiertos por colores tribales y unas máscaras que parecían ocultar a Carlos Santana y Johnny Clegg en lugar de a unos animosos músicos mallorquines que nos mantuvieron atados a sus ritmos a pesar de que en la Sala X comenzaban ya sus paisanos Go Cactus ante una masa informe de espectadores que se empujaban en un moshing infernal, a los que nos unimos para sudar con el impetuoso punk garagero que terminó con la interpretación de Just for tonight mientras el escenario era invadido por toda la gente que su limitado espacio fue capaz de soportar.

El broche de oro a la jornada lo puso Bronquio en la Sala La Calle y solamente nuestra acreditación profesional nos permitió disfrutar de su potente house trapero y punky porque en la puerta de la abarrotada sala se quedó frustrada más gente incluso de la que había dentro. Despedimos esta segunda jornada de nuevo en la X con Magick Brother Mystic Sister, combo instrumental barcelonés a medio camino entre el space jazz y el arty krautrock con puntuales voces a modo de telón de fondo. Una teclista y una saxofonista-flautista bien arropadas por un baterista y un guitarrista (doble mástil) con reminiscencias a Gong, no en vano han tomado su extenso nombre de una de sus canciones.
Así redondeamos un día complicado por lo meteorológico pero que, como de costumbre, se pudo sobrellevar con buenas dosis de ánimo y el don de la ubicuidad que uno va adquiriendo con los años y alguna que otra astuta treta.
Foto de cabecera: Los Punsetes / JAVIER ROSA
Las impresiones recogidas son del firmante y de José Miguel Carrasco.