Festival Nocturama. Jardines del Casino de la Exposición. 29, 30 y 31 de agosto de 2019.
La celebración del 15º cumpleaños de Nocturama ha sido brillantísima y sería una enorme pérdida que no pudiésemos celebrar las fiestas de los 20, 25, 30 años de este festival. Este año se retrasó su inicio, incluso estuvo en peligro, por las incertidumbres políticas locales que lo hacen dependiente de subvenciones y de ingresos por parte de otras fuentes diferentes a la que tendría que ser la natural, la taquilla; porque si tuviese que depender de la cantidad de público que pasa por ella sería tan deficitario que mantenerlo se tornaría imposible. Y todos saldríamos perdiendo, porque Nocturama es el festival que más apuesta por la igualdad y la diversidad de género; porque Nocturama ha recuperado para nosotros un espacio público hermosísimo que solamente servía de paso a muy pocos sitios y que al menos durante los días en que allí tenemos música podemos disfrutarlo; porque Nocturama se esfuerza en traer artistas de calidad de tal forma que en esta misma edición que terminó anoche hemos tenido a las, probablemente, tres mejores voces femeninas de la música española: Maika Makovski y Nina de Juan, sin duda, en el rock; y Rocío Márquez en el flamenco, donde no voy a aventurarme en coronarla como la reina de las voces debido a mi parcial desconocimiento del género.
Han sido tres conciertos, uno por día, de los que por sí solos justifican un año de trabajo. Y nosotros, el público, no hemos estado a la altura… ¿600 espectadores aproximadamente el jueves? ¿500 el viernes? ¿800 el sábado? Y solamente para ver al artista concreto que ese día era cabeza de cartel. Hay muchas voces críticas en la ciudad que hablan de que los organizadores de festivales no incluyen en su cartel a músicos locales, a bandas emergentes… ¿de qué sirve tanta queja si luego cuando Juano Azagra sube al escenario, delante de él hay menos de cien espectadores y viendo las caras de los presentes la mayoría ya estaban entregados a él desde el principio porque eran gente del entorno de All La Glory y de Happy Place? ¿De qué sirve tanta queja si aunque había casi 800 espectadores disfrutando de Morgan apenas veinte minutos después La Noche tocaba ante solamente unas decenas de ellos?
El futuro de Nocturama será más o menos incierto, pero las emociones que nos ha deparado en todos estos años perduran y aún perdurarán por muchos años más. Ojalá el festival se mantenga y al equipo de LaSUITE (muchísimas gracias Violeta, María, David) podamos aplicarle ese proverbio chino que tiene un enunciado tan razonable como el de que aquellos que dicen que no puede hacerse no deberían interrumpir a quienes lo están haciendo.
El jueves, mientras el festival se iba desperezando de forma indolente, subió al escenario Juano Azagra, armado con su guitarra acústica y unos aparatos electrónicos que le brindaban un acompañamiento discreto y eficaz con su sonido pregrabado, para desgranarnos una serie de canciones que abarcaban sus ya muchos años de compositor y algunas versiones que le han ido marcando a lo largo de su vida. Recordó junto a Francis Barroso, compañero suyo en Los Bombones, algunas canciones que ya empiezan a ser añejas, incluso la primera que escribió en su vida, allá en sus tiempos granadinos; con Pilar G. Angulo revivió grandes momentos de All La Glory; tuvo un emotivo recuerdo en forma de canción para Neal Casal, fallecido recientemente. Juano fue conmovedor y muy intenso y ni siquiera el ruido de la banda de cornetas y tambores que ensayaba allí cerca fue capaz de enturbiar el tono suave y relajado con el que Juano iba desgranando sus canciones, vulnerables pero llenas de sonoridad y de prestancia.
Minutos después de que Juano terminase su concierto, en el escenario principal se abría camino Rocío Márquez, ella sola, sin acompañamiento alguno, recitando y cantando a la vez un poema de Antonio Orihuela, Llegar a la meta, que tras los versos que hablaban de sobriedad y austeridad (virtudes que Rocío eleva a puro arte) rompió en un quejío flamenco de esos que ponen los pelos de punta y se te clavan en el alma. Después Canito y Agustín le acompañaron con una guitarra y unas dulces percusiones para que ella, melosa y pausada, reinterpretase a Bambino, a Rocío Jurado, al Cabrero, santificase la rondeña de Jose Menese, la malagueña del Mellizo, el fandango del Carbonerillo (¡lo que hubiese disfrutado escuchándola mi cuñao Rafaé! ); mezcló la copla de Quintero, León y Quiroga con los versos de Miguel Hernández; qué sencillez en el cante, la de Rocío Márquez, pero qué expresividad; qué magia y qué intimismo. Rocío siempre nos sorprende, nos emociona… y nos enamora.
María Guadaña después nos invitó a todos los que nos quedamos para escucharla a que nos acercáramos al escenario, a que no guardásemos las distancias y nos dejásemos reventar desde cerca por la heterodoxia de sus canciones de realismo mágico. Más indómita que PJ Harvey, con quien suele comparársele, convirtió su concierto en algo parecido a un aquelarre avivado por el calor tanto del ambiente veraniego como del atractivo erotismo que desprende durante sus poco convencionales interpretaciones. La muerte, La no novia, Peregrino, parafraseando el título de otra de las canciones que nos brindó, Cuánta belleza…!
El viernes Lorena Álvarez abrió el festival y aunque no puedo hablar demasiado de su concierto debido a imponderables familiares que me hicieron llegar algo tarde, sí que pude disfrutar del tramo final de la verbena indie que había montado con su grupo, Coco, Charli y Alonso, en el escenario (y espero que no lea esto, ya que ella es de las que odian a muerte el término indie) para mostrarnos su Colección de canciones sencillas. Magnífica entrada al menos, la que tuve, bailoteando eso de no me pidas peraaas, no me pidas peraaaas, de la canción Soy un olmo. Espero tener una nueva ocasión de disfrutar más ampliamente de la potencia interior de Lorena y contároslo por aquí.
Yo tenía muchas reticencias sobre el concierto de Maika Makovski desde que unos días antes me enteré de que acudiría sola. Hace cinco años cuando Nocturama todavía se celebraba en el CAAC con su antiguo formato tuve ocasión de verla con su banda y fue ese uno de los mejores conciertos de ese año en Sevilla. Pero el del viernes, con ella agigantada en el escenario, a ratos con su guitarra, a ratos sentada al piano, Maika sopló cualquier nubarrón de dudas lejos, lejísimos, y nos demostró que su poder de seducción es infinito. Lo mismo da que reviviese cuando cantó When the dust clear el hermoso misterio de Kate Bush («una canción que habla sobre el polvo, pero no sobre ese polvo que estáis pensando«, nos dijo), que se convirtiese en una verraca (si es que ese término tiene connotaciones que no sean peyorativas sino todo lo contrario) aporreando las teclas durante su interpretación de Iron bells. El poder de una voz y de una presencia escénica inigualables nos emocionó con Love you til I die, una canción que compuso la primera vez que vino a Sevilla y que hasta ahora no había cantado entera nunca para nadie; nos encandiló con su recreación, cambiando el piano de cola por la guitarra y la percusión de su fuerte pisada sobre el escenario, del China girl de David Bowie y nos hizo envidiar al canadiense que la enamoró lo suficiente como para dedicarle una canción tan maravillosa como Canadá. Terminamos el concierto abrumados, desbordados y pensando que fuimos unos tontos cuando al inicio del mismo pensábamos que tampoco le habría costado demasiado traerse a un bajista y un batería. Purpose, una de las canciones que venía estrenando, conectó el interruptor del campo magnético que nos abdujo y Song of distance lo cerró; entre esas alfa y omega se desangró ante nosotros en canciones crudas, impresionantes, muchas de ellas que no comenzará a grabar hasta pasado este verano.
Marta Mapache se despedía de mí algo más tarde diciéndome: «Vaya cómo vienen pisando de fuerte las millennials…»; y había que darle la razón por fuerza en vista del concierto que estábamos presenciando a cargo de MOURN, tres chicas menuditas y asilvestradas que, respaldadas, por un batería que casi desestructura sus canciones a golpes de baqueta, descargaron una impresionante tormenta eléctrica sobre todos nosotros. Canciones de atmósfera oscura y misteriosa, que parecerían impropias de nacer de unas chicas tan jóvenes, si no fuese porque éramos testigos de cómo la desgarrada voz de Jazz, o de Carla, que aún no las distingo, las sacaba adelante con una soltura que nos dejó mudos, para acto seguido contarnos con voz de niña una aventurilla sobre gatitos y hámsteres. Cuando te arrolla de esa manera un grupo con tanto futuro no te queda más remedio que volver a casa envuelto en una atmósfera de optimismo y felicidad. MOURN estuvieron rabiosas y llenas de energía. Un concierto impecable.
Anoche los Hermanos Cubero dieron un concierto con el que todos estuvimos a punto de cortarnos la venas si no fuese porque de haberlo hecho nos habríamos perdido gran parte de las canciones con las que Quique recordaba sus vivencias con Olga, su esposa fallecida. Qué triste, pero qué dulce; que rotundidad en su voz dibujando la tristeza, como se lee en el título del disco que estaban presentando. Ya nos lo advirtieron ellos mismos desde el escenario… seguro que habéis pasado noches de sábado más divertidas… y tenían bastante razón porque canciones como Tenerte a mi lado son devastadoras, pero Quique y su hermano Roberto, a veces acompañados también por un violinista y un contrabajista, burlaban el melodrama y al final lo que primó fue la esperanza de otras canciones como Tu recuerdo es mi consuelo, aunque podíamos percibir la lucha de Quique, interpretándola, para no dejar salir las lágrimas de sus ojos fijos en la nada. La congoja se fue del todo cuando en los bises los Cubero volvieron a convertirse en los Lynyrd Skynyrd de Guadalajara y mientras cantaban eso de Trabajando en la MCA al rostro de Quique volvía una amplia y franca sonrisa cuando veía saltar con sus sones a la chiquilla que, desde la primera fila de espectadores, celebraba que la vida sigue. Y nosotros también con ella.
Morgan tiene algo dentro y anoche volvimos a verlo brillar. Cuando Nina de Juan interpretó al inicio de los bises ese intimista Volver que estoy parafraseando ya estábamos todos conquistados desde que su guitarrista comenzó a desgranar las notas pinkfloydianas que introducen Planet earth hasta que la propia Nina repitió incansablemente ese Thank you que cierra la canción de ese título, que marcó el final de su set.
Yo no soy imparcial con los conciertos de Morgan, debo reconocerlo; porque me tocan una fibra sensible y me llenan de recuerdos… primeros años 80, recién casado y estrenando por fin un piso propio, con una terraza alta sobre una amplia avenida en la que por las noches me sentaba con un vaso de vodka con limón a escuchar algún disco con mis cascos. La atmósfera creada me llevaba a coger siempre el mismo disco (y mira que tenía dónde elegir): Between the lines de Janis Ian. Pues todo es escuchar a Nina cantar Home y trasladarme a aquella terraza. La música de Morgan trasciende el presente. Sus canciones nos trasladan a tierras en las que la belleza es cegadora, la intensidad nos abruma y la sensibilidad nos invade hasta la emoción. La voz incomparable y versátil de Nina, aunque magníficamente arropada por sus cuatro compañeros, lo domina todo, y cuando ya por fin se despidieron definitivamente con Marry you, una de las mejores canciones que se han compuesto en España en los últimos años, nos quedamos como desamparados, queriendo más, queriendo que comenzaran de nuevo y el final no fuese esa maravillosa trilogía que formaron con esta canción y las anteriores de Another road con ella transfigurada en Stevie Wonder y la rarísima versión que nos regalaron del Bad little doggie de los Gov’t Mule que no paré hasta lograr identificar.
El punto final del festival lo pusieron La Noche, sacudiéndonos el marasmo que podía habernos imbuido el final de Morgan. Paco Campano no es el mejor cantante del mundo, pero su actitud y su intensidad hacen subir a muy buenas cotas el electro-punk de este trío, en el que le acompañan Carolina a la batería y Ernesto a los teclados y el sintetizador, al que le inyectan grandes dosis de rock and roll primitivo y un alma que estábamos empezando a sospechar que era humana hasta que la tormenta eléctrica del final, con Paco por los suelos atormentando a su guitarra, nos convenció de que en realidad era un alma surgida de la oscuridad y de que la oscuridad estaba contenida dentro de ella.
Me dejo en el tintero una buena crónica sobre los DJs que cerraron las tres noches y que amenizaron las cervezas en las esperas entre los conciertos. A Los Voluble el jueves ni los olí porque solo aparecieron al final y como el viernes aún era laborable tenía que irme a dormir un poco, porque ahora Jack el Despertador se empeña en atacarme de nuevo todos los días a las seis de la mañana. Sí que pude disfrutar del ritmo del mambo y de algunos de esos vinilos con crujidos de fondo que suelen poner Música Prepost y de la amalgama ecléctica que sale de la mesa de Pío Paradox & Betty Miserias, pero uno ya está demasiado mayor para quedarse en las fiestas hasta el final.
