Directos desde la primera canción, O’Funk’illo atacan, atacan, atacan. Se han tomado mucho tiempo para llegar a este punto desde que comenzaron hace ya siete discos y bastantes años más. Por entonces, con el nuevo milenio comenzando, nadie estaba seguro de cuál era su lugar: imitadores del hip-hop, adelantados del electrolerele, reggaemetaleros… mientras tanto han ido refinando su sonido, si es que ya desde el principio no lo tenían muy mejorado, porque estamos hablando de algunos de los mejores instrumentistas de nuestra ciudad y, si hablamos de bajistas, incluso del país.
En este último disco, la instrumentación es densa y consistente, con ocasionales ritmos indolentes sin ninguna persuasión particular, que hacen parecer a O’Funk’illo muy naturales; están más ligeramente embrutessíos, letristas de bajos vuelos. El título del disco también ha sido muy acertado: O’Funk’illoterapia, de forma apropiada, como remedio para la cura contra la pretenciosidad y con inmediatos efectos paliativos de la grandilocuencia artística. ¿A qué resulta que hasta han madurao y tó…? Ellos se imaginan a sí mismos como cronistas del submundo, tanto real como virtual, y te aconsejan que te olvides de las seguridades, porque en algún sitio habrá alguien urdiendo un plan ilegal para sacar provecho propio, aunque estos muy bien podrían ser los propios O’Funk’illo.
Discordante e impresionantemente, te golpean en medio de la frente en cada momento. El bajo se esfuerza, la batería revienta, y con la unión de la guitarra y la voz la fuerza es implacable. No sé, sobre todo ahora con esta crisis vírica que ha hecho que suspendan todos los conciertos de presentación del disco, si llegarán a algún lado con estas canciones, sin embargo han logrado elevarse por encima de la sobreproducción en cada momento. Llegando muy lejos en Buscando likes, donde colabora Kutxi Romero; flotando en una nada ruidosa en Mastodonte, asesinando Stayin’ alive en Tengo que madurar (Robert Stigwood se estará dando cabezazos contra la tapa de la caja intentando salir del hoyo), acuchillando su cuerpo quedamente convulsivo en Votante tripolar, contando siseantemente pequeñas historias y quejas en Enredes, Estás en modo avión, La momá Tierra; O’Funk’illo son puro trash.
A la vez majaretas, inteligentes, llenos de lujuria y frígidos, sus poderes te trituran, te dejan con la boca abierta, y a la vez que acaban tienes ganas de oírlo todo de nuevo, porque eso es de lo que se trata. Una obra de arte kitsch, como un cuarto de baño alicatao en negro, como ver a la vez en dos pantallas frente a ti La isla mínima y El mundo es nuestro. Un disco perverso y maligno, que te enseña cosas útiles.
