Hay conceptos que cuando se repiten demasiado en la mezcla de tradición y vanguardia de algunas bandas de las que están intentando revitalizar el rock andaluz, terminan por oler a naftalina y adquirir la consistencia de la caspa. Por eso me pareció un acierto que Pirámide, una vez que habían mezclado las sonoridades del rave y otras tendencias culturales y musicales modernas, como el trap, con las absolutamente tradicionales de semana santa y las peñas flamencas, y las resaltasen en el video de María de las Mercedes, no convirtiesen en clichés sus poderosas ideas, dirigiendo sus intereses hacia otros campos más abiertos, que aunque trillados ya, como ocurre con absolutamente todos los campos donde se siembran acordes, pero sirven para desarrollar mejor, tanto en la instrumentación como en la letra de las canciones, la dicotomía entre el hombre del Bajo Guadalquivir y la inherente dependencia de la máquina en su vida.
Y eso se refleja perfectamente en la estética del video que lanzaron ayer, grabado para la canción El día que yo me muera, en el que usan el frío alineamiento, usual en Kraftwerk, de hombres con máquinas en un escenario, para satisfacer la necesidad humana de intimidad, de amor. Instrumentos sin emociones para atender uno de los sentimientos más fuertes que las personas pueden tener. Se crearía una imagen inquietante en nuestras mentes, si no fuese por el contraste de la luz de los campos y marismas que de vez en cuando aparecen para cambiar el artificio por la naturalidad.
Este video de El día que yo me muera fue grabado en el teatro municipal de Los Palacios y Villafranca, cedido por Manuel Carvajal, el concejal de cultura, a Pirámide, para que se pusiesen a las órdenes del realizador Alejandro Salgado y su equipo de técnicos de cámaras y luces, haciendo un magnífico trabajo con las tomas en directo de los músicos delante de la pantalla que mostraba las imágenes de los drones manejados por Fernando Begines. El montaje final corrió a cargo de los tres componentes del grupo, aunque llevó casi todo el peso Karvy, el de más reciente incorporación. Pero como no quería incluir su nombre como responsable de ello escondió un huevo de Pascua entre los títulos de crédito, atribuyendo el mérito del montaje a Gregorio Sánchez… ¿comoooorl…? ¿que no sabes quién es ese…? ¿pero tú en qué mundo vives, fistro pecadoooorl…?
No había transcurrido un mes siquiera desde la aparición del videoclip anterior, La culpita, pero corría prisa el estar presente con normalidad en las redes y en los medios habida cuenta de que YouTube les había vetado ese video y lo había hecho desaparecer de la vista de todos. Antonio María, encargado de sintes y cajas de ritmo de la banda, así me lo cuenta: «Como teníamos reservado un tiempo para la promoción de ese video, se aceleró la grabación del siguiente». Y así tenemos ya disponible el de El día que yo me muera, que presentaron ayer.
En el video de La culpita se reflejaba de forma todavía más acusada que en El día que yo me muera el contraste entre el ritmo de una máquina programada, sin emociones, mostrado a través del proceso de fabricación y montaje de los componentes de los muebles de IKEA y las características emotivas y humanas, que estaban presentes en las imágenes de un parto natural, que para los ojos vigilantes del tubo no se ajustaban a sus trasnochados planteamientos políticos, morales y religiosos, por lo que ejercieron su censura sobre el videoclip.
Hoy mismo Pirámide ha vuelto a subirlo a internet, esta vez a Vimeo, para que podamos enlazarlo en este artículo, desde el que esperamos que puedas verlo siempre que gustes sin que su exhibición vuelva a ser cortada de raíz por algún otro algoritmo programado por mentes sucias.
Este video de La culpita fue totalmente autoproducido y autoeditado; se creó a partir de antiguos documentales que los miembros de Pirámide fueron encontrando, de ahí la mezcla de viejas imágenes de partos y de la industria maderera. El concepto final fue cosa de Claudio Maestre, el cantante del trío, que me habla de su idea: «Es una crítica al consumismo en el que nos vemos envueltos, por eso están los audios del IKEA, las fábricas de madera, los aserraderos… y todo está muy asociado a la letra de la canción, que habla de la paternidad y la llegada al mundo de una nueva persona y de cómo a la paternidad le cuelan el consumismo y sus efectos. La letra es un poco cariñosa y simplista y hace mención a todo esto. Me parecía muy interesante a la hora de hacer el video encontrar imágenes de partos antiguas y encontré un documental francés sobre partos naturales que me ayudó para la parte explícita de esos partos: quería mostrar el dolor, el cuerpo. Y precisamente eso ha sido lo que ha provocado que lo censuren, cuando no hay nada más natural que ese proceso. Me interesaba que salieran partos naturales explícitos y me interesaba también reflejar la dualidad del momento en el que entra en juego la paternidad por primera vez, que más que marcar un antes y un después lo que hace es plantear una manera nueva de entender ciertas cosas; y ese miedo a lo que viene se refleja en la cámara hacia atrás, porque hay veces que el miedo provoca que no estés seguro de saber si todo va a salir bien o no, de dar marcha atrás. Y esa marcha atrás es la que quise reflejar en el video volviendo a meter al niño dentro de la madre».
La construcción del video de La culpita fue totalmente diferente a la del que presentaron ayer, según nos dice Antonio: «Para este nuevo teníamos claro que queríamos hacerlo interpretativo, donde se viese también nuestro montaje en directo; porque hasta ahora los otros dos videos anteriores eran más conceptuales, con imágenes ilustrando conceptos, y en este queríamos que la gente viese como montamos nuestros directos. Tuvimos la oportunidad, tras hacer la solicitud al ayuntamiento de Los Palacios, de que nos cediese el teatro, porque era el sitio idóneo para poder grabar el video, y la gente de cultura nos lo cedió un día completo».
Y así pudieron darle forma a un video que ya tenían muy madurado. «El concepto ya lo teníamos trabajado; queríamos utilizar de fondo y proyectadas sobre nosotros las imágenes de la marisma para darle continuidad al EP de El Canal de los Presos y a su temática y Fernando tenía unas imágenes buenísimas grabadas con un dron y nos las cedió. El montaje con ellas lo hicimos nosotros mismos para que fuesen al ritmo de la música y estuviesen sincronizadas con ella y tanto los cambios de plano como las dinámicas en general fuesen acompañando a la música».
Calidez humana con precisión de máquina, en un espíritu de intercambio y… amistad. Ese es el camino que lleva a Pirámide a traernos su música, que parece salida, y nunca mejor traída que hoy esta imagen, de un útero digital. Esa emoción que brota de placas de circuitos y maquinaria supuestamente estéril, muestra el verdadero significado de la mezcla de lo humano orgánico con la máquina inanimada.