- Doce Fuegos vuelve a la carga para recordarnos que tenemos fecha de caducidad en Vita Brevis
Con un lustro de vida, Doce Fuegos es, qué duda cabe, uno de los más interesantes y singulares –nunca mejor dicho– nombres del underground local. El proyecto unipersonal del genial Miguel Palou, capaz de transitar terrenos tan pantanosos y procelosos como el drone, el folk experimental o el dark ambient, no cesa de crear y producir; pese a estar involucrado en otras extravagancias –a nadie escapa ya su concurso en los tremebundos PYLAR–, no suele fallar a su cita cada 6-8 meses con un nuevo lanzamiento siempre tan sorprendente o más que el anterior. Extrayendo oro de sus tres instrumentos habituales (violines, mandolinas y percusiones) y con un pie en la improvisación y otro en la experimentación, Doce Fuegos epata cada vez que pone en circulación uno de sus artefactos sonoros: el último ha sido Vita Brevis, aparecido este viernes 1 de abril y en el que nuestro hombre pone el dedo en la llaga para recordarnos nuestra fugacidad, nuestra caducidad, a través de seis composiciones que invitan e incitan a la angustia y al desasosiego, aunque ocasionalmente, en ciertos parajes, transmiten serenidad y belleza.
Tras El Templo de las Cuevas, del que os brindamos un extenso artículo en febrero del pasado año, Doce Fuegos está de vuelta con este Vita Brevis, que no es sino un ensayo sonoro en torno a la vida, la muerte y el amor; una invitación a pensar en lo que tenemos y dejamos, en aquello que deseamos y anhelamos, en nuestros valores y decisiones. El disco, a través de diversas subversiones de la simbología de la vanitas y el memento mori, propone un viaje introspectivo reflejado en una rica e inspirada diversidad tímbrica y musical, generada a partir de diferentes improvisaciones en distintos lugares y momentos. Se trata de unas grabaciones caseras realizadas entre marzo y junio de 2020, en diferentes estancias de un edificio de Sevilla.
Con el añadido al título de Tratado de la existencia en tiempos de enfermedad, este trabajo de Palou nos quiere hacer partícipes de que «la enfermedad, en todas sus formas, nos conduce a ser conscientes de la fragilidad de la condición humana y de lo que conforma la realidad diaria», pues «lejos de alentar una reflexión sobre nuestra vida, la sociedad actual nos empuja a una huida hacia adelante para ignorar la realidad de la muerte y la introspección reflexiva que ella conlleva, dirigiendo la mirada hacia una felicidad material basada en agotar nuestras posibilidades económicas y sentimentales«. Lo que se dice hoy día un zasca en toda nuestra jeta.
Todos los sonidos que aparecen en la obra han sido extraídos de ese trío de instrumentos que antes mencionábamos, todos ellos lógicamente interpretados por Miguel Palou, quien ha vuelto a confiar en Ignacio García Velasco a la hora de las mezclas y masterización y en Sentencia Records (los lectores ávidos de discos que subyugan deberían prestar un oído a los recientes lanzamientos de, entre otros, Gu Vo, Hidden Forces Trío, Cuarteto Fuerte o Sputnik Trío) para la edición de esta nueva gema que añadir a su currículo. La portada es obra de Gonzalo Santana, que se ha inspirado en las xilografías de Geoffroy Ballain, Martín de Montesdoca y Christophe Plantin (Biblioteca Nacional de España y Museo Plantin-Moretus).
Aprovechamos el artículo, por último, para rescatar su penúltima producción titulada Esto también pasará y que fue estrenada el 21 de diciembre de 2021. No es más que la grabación en directo de la actuación que ofreció en el muy activo bar Gallo Rojo allá por mayo del pasado año. Una performance de improvisación libre que presentó dentro de la temporada de conciertos Ciclo Escondido, organizado por sus colegas de inquietudes y sello Marco Serrato, Borja Díaz y Gustavo Domínguez, integrantes de otros combos imprescindibles de la escena sevillana como Orthodox o Trío Sputnik, con la finalidad de otorgar el sitio y la repercusión que sin duda merece la música experimental en directo.
Para esta obra, de algo más de media hora de duración, Palou utilizó igualmente violín, mandolina y percusiones, siendo la actuación grabado por él mismo junto a Juan Cabotá (Ôssorus). La mezcla y el máster los realizó asimismo Ignacio García Velasco y la ilustración de portada era la obra Pacis & armourum vigiles, xilografía de 1561 procedente del Museo Plantin-Moretus.