Uno se acerca demasiado y se siente caer por el ominoso abismo. Y en la caída arrastra consigo acordes y susurros que se remontan a épocas anteriores, la de la fascinación por las leyendas oscuras y las tradiciones salvajes que trazaban el progreso pagano en los nueve meses que iban desde la luna de la cosecha hasta la víspera de la primera noche de verano. Todo lo viejo vuelve a ser nuevo otra vez, aunque haya muy pocos armados con la pasión y el poder para crear algo que valga la pena volver a visitar. Pylar consigue que eso parezca fácil. Hace apenas una semana que conocemos su nuevo disco, Abysmos, el séptimo ya de su obra y segundo de una trilogía comenzada hace tres años con Horror cósmyco.
Abysmos comienza con La caída (Descenso definitivo a través de las Profundidades Mayores). Más de dieciséis minutos cayendo a un lugar donde yacen los misterios más excitantes y oscuros; al lugar en el que los antiguos dioses dominan los males y los encantamientos que pueblan el mundo de Pylar. Invocaciones telúricas de ancestrales deidades, voces abismales que recitan salmodias en lenguas olvidadas, almas embrujadas aparecen y desaparecen del alcance del oído; una sensación de otro mundo se tiene después en Fervor espiral, aunque se base en estructuras musicales más standards que las de La caída. Un himno es Crepitación solar, tranquilo y contemplativo en los dos primeros tercios de sus también más de dieciséis minutos; guiado por una voz inquietante en una melodía que recuerda la atmósfera espeluznante de aquella película de Robert Hardy en la que los habitantes de una isla rendían culto a antiguos dioses paganos de origen celta. Al final se disparan las armonías de acompañamiento en otro nuevo experimento de su fórmula alquímica, pero no demasiado, para no llegar a romper su hechizo. Y la ceremonia termina con Pasado profundo, demostrando una vez más por qué son el colectivo más vital del rock oculto. Las tendencias van y vienen, pero una banda como Pylar, con sus melodías embrujadoras y sus oscuros secretos, está por encima de esas trivialidades mortales. Nos vamos con ellos, nos guste o no.
Nos vamos con ellos porque reinventan la psicodelia en un mundo apagado por el intercambiable brillo de la cultura pop, y lo hace con un sentido del estilo que parece ser la clave potencial para conquistar el mundo, no en vano Pylar es la banda local que más proyección tiene en la prensa musical internacional. Y este Abysmos es un tour de force psicodélico infinitamente inventivo. Los hyerofantes, chamanes y druidas que componen Pylar son los visionarios musicales más emocionantes e idiosincráticos que existen por aquí desde hace mucho tiempo, y aunque no se les conoce no estaría muy fuera de lugar que realizasen su trabajo siguiendo las credenciales lisérgicas de la DMT, una droga con una temible reputación de transportar a sus usuarios a reinos superiores de conciencia y comprensión; porque estas piezas del disco, en términos de estado mental alterado, ciertamente suenan como el resultado de unos viajes imaginativos bastante salvajes.
Abysmos, y en realidad toda la obra de Pylar, es una dedicatoria a principios y preceptos más antiguos que el Tiempo, una rama de un árbol más grande que el Mundo, una exclamación tanto de lo profundo como de lo profano. Pylar ha sido siempre un rayo de Luz brillando sobre las tinieblas del mundo y serán siempre la entrada a un camino andado en soledad; pero solo para aquellos que tienen ojos para ver y oídos para escuchar, porque este camino no comienza en la comprensión, sino en la confusión.