Rarefolk. Auditorio Municipal de Tomares. 15 de octubre de 2020
Anoche Rarefolk en el Auditorio Municipal de Tomares demostraron que después de algo más de treinta años de existencia su sonido es cada vez más sólido y poderoso. Un sonido con estructuras complejas y melodías agradables, y en el que la yuxtaposición entre la flauta de Rubén Díez y el violín de Leslie Ann Jordan agrega mucha variedad a sus composiciones. Comenzaron sin embargo con Infornografía, de su disco Go, de hace nueve años, sin violín, aunque muy bien recibida por el público asistente, al que tenían ganado de antemano de todas formas; y en la segunda de las piezas, Cities of sand, ya perteneciente al disco que estaban presentando, Psyderal, que interpretaron en su totalidad, fue en la que pudimos apreciar esa unión alucinante, que marcó la pauta para el resto del concierto, lleno de melodías intrincadas que la banda tocó con una precisión que les aparta de poder ser considerados meros clichés de la música celta, como ocurre con otros muchos grupos que no voy a nombrar porque seguro que los tienes en mente.
En medio de las composiciones de Psyderal fueron introduciendo algunas de las piezas más clásicas de su discografía anterior, esas que según dijo Mufas Valero, el bajista, son de cuando componíamos los temas tumbados en los espacios abiertos, mirando las estrellas, sin mascarillas. De entonces es Copérnico, con su dulce apertura de violín, al que releva la flauta, para unirse a ella poco después y mantener entre los dos una atmósfera muy agradable, rota hacia la mitad de su duración por el fraseo de la mandolina de doble mástil de Mangu Díaz, al que sigue el solo de guitarra de Marcos Munné, para volver luego de nuevo al mano a mano de Leslie y Rubén, en un círculo musical muy apropiado para el heliocentrismo del personaje al que alude su título, que dejó bien a las claras la versatilidad y experiencia de Rarefolk.
Con Inner forest volvieron al disco nuevo y aquí se lucieron los que faltaban, los componentes de la sección rítmica, Mufas, sudando cada línea de bajo con férrea determinación y sobre todo Rafa Rabal, con un solo de batería cortito, nada cansino al modo jevi, y coloreado por notas de la guitarra esparcidas con mucha discreción; toda una delicia. Continuó la alternancia entre presente y pasado con Sigue buscando, Sideralis, Toubap, iniciado con un largo y magnífico solo de Marcos, hasta que con Peace offering se mantuvieron ya en los tres temas de Psyderal que precedieron a la recta final.
Aunque la atención se centró en la música, la interacción de la banda con el público también se mantuvo a buen nivel, sobre todo con las intervenciones de Mangu, avisando de las propiedades mágicas sobre tus chacras y el alcance del nirvana del disco de la banda que estaban vendiendo en la puerta los camellos musicales, o la reivindicación de los pingüinos, que es un animal cuya defensa está muy olvidada por los animalistas, que sirvió de preámbulo a Peace offering, una pieza sosegada y perfecta para escucharla con los ojos cerrados y dejando divagar la mente sin demasiados pensamientos.
Estas nuevas composiciones, una Take off, tan conmovedora como Peace offering, y la más potente Mr. Chuki, demostraron que en este reciente disco Rarefolk no se limitan a reelaborar el pasado. Con algo de ese pasado, Ueli no rest, comenzó el bailoteo en las butacas, aunque se tuvo que limitar solo a mover brazos o piernas sentados, sin poder imitar a Leslie, que disfrutaba moviéndose libre mientras levantaba los ánimos Rubén con su flauta, dándole paso luego a ella y a su violín, que posteriormente se lo dio a Marcos y su guitarra. Sus ritmos están más puestos al día en Superfiester, que anoche me pareció escucharla algo más acelerada y animada que en el disco nuevo. El epílogo perfecto a la fuerza de su nuevo material fue el Psykoceltic con el que terminaron el set, una nueva demostración del dominio musical de todos ellos, ya sea juntos o en luminosos solos. Salieron de nuevo para un bis en el que volvieron a revisitar Natural fractals, el disco que sacaron hace catorce años, que contenía Copérnico y el Psykoceltic anterior. Esta vez con su actualización de Freestyle folk, la pieza cuyo título es comúnmente usado para definir el tipo de música que hacen.
La forma en que la banda interpretó todo el material, tanto el nuevo como el antiguo, demostró que Rarefolk, a pesar de tantos años juntos, todavía disfruta haciendo música. No son presuntuosos y hacen que tanto los seguidores nuevos como los de ya largo plazo se sientan como en casa. A veces puede ser difícil medir una reacción en un concierto que tiene lugar en un sitio en el que estamos sentados y con restricciones, pero la banda, estoy seguro de ello, sintió la buena voluntad de la audiencia en todo momento, y nosotros nos sentimos maravillosamente escuchándoles, tanto en los momentos de modo contemplativo como cuando estábamos en modo festivo.