RENOfest (Gatomidi / Amor Germanio / Dead Parties / Ten Shots and K.O. + DJs: Chica Unicornio, La Rubia Pincha & Curtis DJ). Sala X. 6 de abril de 2019
El RENOfest es un festival increíble. El nivel de ilusión que pone en él la gente que lo organiza se ve incluso sobrepasado por el nivel de diversión que alcanza la gente que asiste a disfrutarlo. Anoche, a eso de las dos y media de la mañana no creo que en Sevilla hubiese gente más feliz que los que ya andaban despidiéndose unos de otros saliendo de la Sala X, todavía medio conmocionados por el atracón de noise que nos metieron los Ten Shots and K.O. Parecía imposible, cosa de brujería, cómo solamente dos personas armadas de un bajo y una batería eran capaces de lograr aquella gama de sonidos, máxime cuando el bajo lo estaban metiendo por línea porque el ampli de bajo se lo había cargado la segunda de las bandas participantes (culpable el tío de las barbas ese que aparece en una de las fotos) a fuerza de meterle lo más grande, y estaban usando un ampli de guitarra al que habían conectado un bloque multiefectos que manejaba el bajista con el pie de forma que aunque sólo tenía un instrumento parecía que tocaba la guitarra y el bajo a la vez. Pero ya llegaremos a ellos; comencemos por el principio.
El primer grupo en subir al escenario fue Gatomidi, un dúo de Cuenca compuesto por una chica y un chaval que dijeron llevar ya diez años en esto, algo que me sorprendió porque tienen que afinar mucho su música. Y esta vez no empleo el término afinar en el sentido figurado que muchas veces le damos, sino en el literal. Desafinaban muchísimo cuando cantaban y no sólo eso, sino que incluso las bases pregrabadas sobre las que construían sus canciones estaban desafinadas también. Y es una verdadera lástima que enturbien así sus conciertos porque son un dúo con una propuesta musical buenísima: tienen una gran actitud, una presencia escénica que para sí quisieran muchas bandas reconocidas, unos coros de la chica geniales, unas melodías que van más allá del shoegaze para situarse en los terrenos de los Manic Street Preachers o los mismísimos Oasis… la canción con la que se despidieron, Facing destiny, en directo es un auténtico cañonazo. El resto de ellas, Have fun, Stay… son canciones muy bien formadas que se filtraban con mucha gracia por toda la sala con la voz de la chica; aunque quizás eso evidenciaba aún más esa falta de afinación que os decía antes. Habrá que seguirlos de cerca.
De Amor Germanio, aparte de haber visto en el YouTube alguna de sus canciones, la única referencia que tenía es la de que era la banda del bajista de Neuman (sí, el tío que se cargó el ampli de bajos dándole caña), pero me gustó mucho el desarrollo post-punk de un estilo similar al de Lagartija Nick que tuvo su concierto. Incluso hasta en su postura vital: ahora todo nos parece moderno, cantan displicentemente en Jaulas de papel, mientras tocan para varias decenas de personas igual que si lo hicieran para 20.000; pulverizándonos los tímpanos desde el primer momento, disfrutando claramente de sí mismos mientras canalizaban un concierto que a veces basculaba hacia los Mudhoney de 1989 como hacia los riffs más reconocibles de Black Sabbath. Vertiginosos y visceralmente emocionantes.
Dead Parties, los terceros en salir, eran la banda guiri de la noche… bueno, tienen su sede en Barcelona, pero todos eran extranjeros (aunque al batería no le escuché hablar, quizás él no) y son el proyecto de Etienne Mamo, un australiano con una pinta calcadita al Javier Ojeda de Danza Invisible, pero con una forma de cantar y, sobre todo, de tocar la guitarra mucho más cercana a la de J. Mascis; de hecho, la canción con la que abrieron, Tribe, recordaba mucho a las de Dinosaur Jr. Este Etienne ha tocado con gente como Urge Overkill, Telescopes, Jacco Gardner… vamos, que tiene una trayectoria ya que le garantiza un buen pedigrí, por eso es tan extraño que desafinase tanto también.
Cuando terminaron su actuación los malagueños Ten Shots, hablando con unos y con otros de lo buena que había sido, alguien me dijo que eran el tipo de banda que ensaya todos los días, sin faltar ni uno; y eso me convenció, si ya no lo estaba de antes, que la actitud estajanovista en el mundo de la música es la que hace grandes a las bandas y que por eso estos Ten Shots fueron los triunfadores de la noche, de largo; porque fueron capaces de interpretar de forma, ya no impecable, sino haciendo que te metieses en su música de lleno, que te sintieses parte de la bola de ruido en que habían convertido a la sala, que te pusieses a dar saltos (o en mi caso a esquivarlos) invadido por vete tú a saber qué espíritu travieso… hasta una conga montó la gente, pero en plan asalvajado, no como las de las bodas, bautizos y comuniones. Y a pesar de que sus canciones no eran tan buenas como las de Dead Parties, las disfrutamos mucho más… esa es la diferencia… me gustaría saber qué cantidad de ensayos se saltan estos últimos para no tener afinado su repertorio.
Volviendo a ellos, a Dead Parties, no sólo Dinosaur Jr. fueron un muy buen referente reconocible en su música, sino que también muchas veces la voz de Etienne Mamo anulaba las guitarras, en la misma forma en que lo hace el mejor Mikal Cronin cuando hace que te conectes con lo que canta; igualmente aquí los Dead Parties ofrecían sus canciones con reverencia en lugar de voracidad. las melodías tomaban el pop de los años 60 y las abofeteaban con shoegaze y garage de los 90 para una experiencia de ruido melodiosa como ninguna otra de las de la noche. La atmósfera borrosa y reverberante de Dead Parties les dio a todos una sensación de felicidad. Pero no estábamos preparados para lo que se avecinaba.
Ten Shots and K.O. ahogaron todo lo que no fuese el sonido que salía desde el escenario, lo que, por supuesto, hacía que la gente de la sala gritase más fuerte, bailase con más ganas y botase más alto; pero de alguna manera la armonía y el sentimiento sincero, que conducían la composición emocional de aquel ruido que nos inundaba, eran vibrantes. Dieron un concierto en el que ese ruido y el volumen al que lo lanzaban hacía que las canciones se convirtiesen en monstruos vivos que bajaban del escenario a devorarte. Y la gente se prestaba encantada a ser engullida por ellas. El tío de la batería, por cierto, además de ser el más feroz de la noche también era el que mejor cantaba.
La noche terminó por convertirse en una experiencia bastante surrealista y eso hará que esta edición del RENOfest perdure en nuestro recuerdo. Había una extraña comprensión compartida por los presentes, que repito que éramos muchos menos de los que debimos ser, de que habíamos tenido una de las mejores experiencias de música en directo de lo que va de año. Si hay tan poca gente consciente de la alegría de un RENOfest, es una pena, pero tened la seguridad de que los que estuvimos allí presentes anoche vamos a difundir esa alegría por todos los medios que estén en nuestra mano.
