RENOfest (Lost Satellite / INC / The Gagarins). Sala Malandar. 2 de abril de 2022
El RENOfest siempre ha sido una gran fuente de diversión, y su celebración del sábado en la sala Malandar no se quedó atrás, ni muchísimo menos, a pesar de haber comenzado apenas desperezándose durante el inicio del concierto de Lost Satellite, para desde ahí seguir con un continuo goteo de asistentes, que cuando The Gagarins propiciaron la esperada renoconga, hacia el final de la noche, ya mantenían un ambiente festivo y cercano al de las ediciones pasadas, que contaron con más público que la de este año.
Lost Satellite comenzaron su concierto con una versión del Meatplow de los Stone Temple Pilots con el que sentaron las bases de su sonido, marcado por la potencia de los 90 y los riffs de guitarra de Kique Moreno. Es un acierto de Alex Ortíz, cantante, compositor y segundo guitarrista del grupo, propiciar con sus conciertos un viaje sonoro por esa gloriosa década, pero llenándolo de matices diferentes en cada parada de ese periplo; así ocurrió de nuevo esta noche cuando su segunda canción fue el No fun de los Stooges, convertida en una balada más dura que como la conocimos grabada hace unas semanas con la segunda voz de Mark Lanegan, poco antes de fallecer. Iggy escupía las palabras en 1969 y Alex se las llevó a su terreno, dulcificándolas un poco. Todavía siguió en esa línea suave con Don’t go away, cambiando el encanto que le daba el cello en su versión del disco por un tratamiento fascinante en el que los platillos de la batería de René Barrientos, unidos a la voz de Alex, acercaba la canción al Starless de King Crimson. Pero todo manteniendo siempre la sutileza de los REM más noventeros.
Así continuaron, desgranando prácticamente todas las canciones que componen su disco Either Way, interpretando Almost the end, Closer, con otro extraordinario solo de Kique; I am y su cadencia que nos metió más profundamente aún en REM, Endlessly y The way we fell, enlazada con el recuerdo de Alex a Mark y una rendición del All I know de los Screaming Trees con unos aires que empujaban el sonido desde Georgia hacia el oeste, hacia Alabama; una fuerte levantera como las de Cádiz que a ratos convertía a REM en Lynyrd Skynyrd. Pero después de la presentación de la banda, con los músicos ya mencionados más Eduardo Florido en el bajo, REM volvió de nuevo en la despedida, con una versión acelerada de The one I love rubricada por un trueno final de la batería. El primer paso del festival estaba dado con una consistencia que por fuerza tenía que sostener todo el entramado que quedaba por construir.
Lo de INC fue eclecticismo bien entendido; soberanamente bien entendido. Esta banda valenciana está compuesta por cuatro miembros, de los que el cantante no es especialmente bueno ni los otros tres son instrumentistas que destaquen, pero todos juntos dan lugar a algo más grande que la suma de sus individualidades. Estoy convencido de que al ser la primera vez que venían a una sala de Sevilla -desapercibidos en su paso anterior por el Monkey Week y el FNAC– querían agradar a toda costa y eso les hizo dar el concierto con mucha precipitación al principio, como si tuviesen prisa porque viésemos lo que eran capaces de hacer, algo que era totalmente innecesario porque tanto con Estrella fugaz como con Todo mal, las primeras canciones, apreciamos, sobre todo en esta segunda, un tono mod muy bueno, como de los Flechazos o Brighton 64, con un respaldo rítmico a lo Ramones que les daba más contundencia todavía. Colegio en llamas, después, empezó como si fuese el Wild thig de los Troggs, para hacerse balada lenta que, después de un gran riff de acordes mantenidos de la guitarra de Ángel Vela, volvió a coger impulso e irse hacia arriba. El final de Algo me dice no se lo tienen muy currado, pero como dicen en la canción… algo me dice que no eres igual… estábamos apreciando que ellos no son iguales a nadie prácticamente; que hacen cosas fuera de lo habitual. Esta noche hicieron cambios, rompiendo beats y ritmos como no se los hemos visto a hacer a nadie, aunque como dije antes, los hicieran demasiado acelerados, demasiado precipitados, sin pararse ese segundo extra que nos hubiese permitido saborearlos bien.
Pero se fueron asentando; supongo que más tranquilos y confiados, y todo fue mucho mejor. Al ritmillo de vals con que comenzaron Baby le metieron un gran cambio que los acercó a los Roxy Music de los primeros discos, Una vez al año nos trajo imágenes de Bowie y el largo tramo instrumental que hicieron tras ella vino del rincón más psicodélico de Abbey Road, un sonido que sublimaron posteriormente en Travelling man con una intro deudora del Within you without you, con Edu Hirschfeld convirtiendo su teclado en un sitar y Lluisen Capafons echando a volar los platillos de su batería. Distorsionaron de tal forma la clave melódica de Un sorbito de champán, que más que una versión de Los Brincos parecía serlo de unos protopunkies como The Germs. Imaginaos cómo fue la cosa que después terminaron su concierto con Plus Ultra, su actual single, y ahí parecieron más Brincos incluso que en la canción que hicieron de estos. El final revistió toda la plasticidad y espectacularidad que merecía un concierto tan intenso como el suyo; Edu hizo en Decídete una cabalgada tan salvaje por su teclado que este se le volcó y a punto estuvo de sobrepasar la posición vertical que hubiese hecho ya imposible volver a recuperarlo. Plus Ultra tuvo otro magnífico cambio instrumental que alargó la canción de forma que Kevin Castellano, el cantante, pudiese bajar del escenario, dándole antes el bajo, que también tocaba, a Edu, y darse alguna carrera enarbolando la bandera del grupo. Así que sí, creo que no le faltó razón a Kevin cuando nos lanzó su lema desde el escenario: ¡Hola, somos INC y somos tu banda favorita!
Zaratustra nos habló un rato más tarde para anunciarnos la llegada de unos cosmonautas soviéticos que llevan orbitando el espacio desde antes de la caída de la URSS, aterrizando solamente en momentos muy concretos para derramar su filosofía y sus consignas anti perestroika en conciertos como el de esta noche, a base de música surf con la que hacen bailar a la gente, de títulos tan evocadores de la añoranza de su pasado esplendor como Laika, con la que comenzaron, Siberian wind, Lenin, Gulag holidays… un grupo de cinco personajes ataviados como los que reparten el butano, que aquí se repartían dos guitarras, un bajo, una batería, unos teclados y una trompeta; estas dos últimas cosas alternándose en manos de la mujer de la banda, María José Avilés, aka Valentina, como la primera mujer en ir al espacio.
La verdad es que es muy difícil mantener a un público interesado durante mucho tiempo solamente a base de ritmos de surf, sobre todo cuando no tienen armonías vocales, como ocurre con esta banda, The Gagarins, pero prácticamente no nos dio lugar a comprobar si nos iba a llegar el aburrimiento porque apenas pasados veinte minutos atacaron una versión muy loca del Tequila, en la que en lugar de gritar el nombre de esa bebida gritábamos el del vodkaaaa cuando llegaba el momento, mientras casi toda la audiencia formaba una larga conga que fue haciendo círculos por la sala, enganchando a cada vez más participantes, hasta que al final terminaron con los acordes de un Kalinka muy punky. Desde ahí la cosa devino en fiesta con la interpretación de Red Basement, Yeltsin, No veo ningún Dios y otras piezas en las que el canon del surf se iba pervirtiendo con sabores venenosos de spaguetti western, quincallería variada y depravaciones totales como el Kasatschok, con la trompeta de Valentina sonando como la del gitano que acompañaba los numeritos callejeros de la cabra. Al final solamente nos quedaba decirles spasiva tovarichs y empezar a contar los días que faltan para el próximo RENOfest, el único festival que es capaz de convertirse en una experiencia tan surrealista como la vivida aquí. Un festival increíble, al que tenéis que venir para comprobar que no exagero ni lo más mínimo.
Fotos de Daniel Gata, cedidas por Sevilla Indie