Ruben Wayne. Sala Even. 13 de abril de 2023
Entre Depeche Mode y Black Sabbath hay un amplio abanico estilístico. Y las canciones del concierto de Ruben Wayne el jueves pasado en la sala Even fueron pasando por todo su varillaje, al fin y al cabo, por muy separadas que se encuentren, todas las varillas tienen un punto común, donde se unen; en este caso, para seguir con la alegoría, el rock es ese punto común desde el que se extiende todo el sonido que cabe entre las dos guardas del abanico desplegado esta noche: Personal Jesus y Paranoid, que abrieron y cerraron el concierto, enmarcando a otras diez, originales de Ruben, que son de esa clase de canciones con las que todos los rockeros de largo recorrido sentimos una vieja conexión de inmediato. Y lo hizo con una energía contagiosa.
Sin pararse en el camino, tras la última nota de la canción depechera, cuatro golpes de platillo de la batería de Alberto Manre pusieron en marcha la maquinaria propia con una de las canciones, En la oscuridad, del EP que estaban presentando; el bajo de Roman Nosov se unió, la guitarra de Josemi Cassani no dejó un hueco siquiera en el sonido y a los pocos segundos ya estaba lanzando increíbles riffs; Ruben, a pesar del temor que nos confesó en la entrevista que publicamos hace unas semanas sobre si después de tantos años sin hacerlo podría recuperar bien la capacidad de cantar y tocar la guitarra a la vez, se las estaba apañando perfectamente para prenderle fuego a la noche y enseguida quedó patente que su compromiso de rendir al máximo de su capacidad permanecía intacto.
El número de espectadores era escasísimo, pero la sinergia que se estableció entre nosotros y la banda llegaba a tener tintes de euforia, por lo que a Ruben no pareció importarle demasiado que el calor que recibía no viniese de demasiados focos y después de seguir con Virtudes virtuales quiso dedicar el tema siguiente a los compañeros que, como él, están tocando rock hoy en día, luchando contra viento y marea en el mismo barco, relegados prácticamente al underground, pero ahí siguen, presos de esta droga, de este veneno. Y lo hizo nombrando uno por uno a todos los que la poca iluminación de la sala le permitía ver presentes allí; para todos ellos, una Medalla de latón, que terminó, después de tres voces de ¿queréis rock and rooooool…? en un torbellino instrumental del que a duras penas resistió su arrastre el inmenso solo de Cassani.
Alberto manejaba la batería en una exhibición de percusiones, con cambios de tempo, dominando la velocidad de las canciones. Sobre todo en este tramo del concierto, cuando pasaron de algo poderoso, con ritmos entrecortados y riffs entrelazados, en Sin identidad, para dirigirse directamente a algo bellamente melódico, sangrando en Sin nota de despedida, la primera de las canciones que Ruben lanzó con este proyecto actual. De riffs rápidos a destellos de solos sinuosos; una excelente inmersión en el universo musical de Ruben Wayne.
No hace ascos Ruben a ningún género urbano y si ya en la versión grabada de la canción que da título al disco presentado, Malquisto, suena con cadencia rapera… cuentan que a todos miro con desprecio, que encerrado en mi rol de divo tengo un club de mis escogidos… al recrearla esta noche en directo su filo canalla se hizo aún más agudo. La interpretó después de una intro en la que hicieron un guiño a Walk This Way, la canción con la que Aerosmith fue brillante pionero uniendo el rock con el rap, cuando se asociaron con Run DMC. La voz de Ruben adquirió un patrón escalofriante y dominador; la banda le acompañaba con un ritmo impactante y agitado. Entre todos dieron forma a los mejores minutos de la noche. Nos dejó preparados para volver a la caña con Despierta y su marcado ritmo que nos llevaba irremisiblemente al headbanging.
Las vibraciones divertidas que nos recorrían las sacamos a la luz a la vez que lo hacíamos también con la de la linterna de los móviles para acompañar la atmósfera crepuscular de Saliendo del guion. El bajo de Román era ambiental, el ritmo grave de Alberto establecía el estado de ánimo de la canción; la hermosa melodía chocaba con los riffs brutales de Cassani, la voz de Ruben era suave e inquietante. La energía que le dan a esta canción en vivo es extraordinaria. El set llegó al final con Cazar al azar y la presentación de la banda, incluyendo solos de cada uno de ellos: a la izquierda, desde su instrumento de maderas nobles, la máquina de groove que es Román no cesaba de disparar a quemarropa ráfagas de frecuencias bajas; a la derecha un tipo, Josemi Cassani, con magia en sus manos que, para fortuna de todos nosotros, había cambiado la baraja de cartas de los trucos por una guitarra para hacer esa magia con ella; detrás, la máquina de golpear en la que se transfigura Alberto Manre, para invocar a los espíritus de Buddy Rich y John Bonham; la locomotora de impulso.
Cuando salieron para los bises, los primeros compases de la introducción de guitarra nos dijeron claramente: estás a punto de ser destruido. Era una versión impactante de Decrépita sirena a la que siguió un solo de speed-punk guitarrero de Cassani que haría morirse de envidia a Dave Mustaine y Kiko Loureiro, aunque en lugar de seguir por la senda trash de Megadeth nos arrojaron a las visiones espeluznantes que pueblan una cabeza paranoica. Buena manera de despedirse esa, con la canción de Black Sabbath que tiene dentro de si el resumen perfecto de todas las que habían sonado esta noche, desde las más oscuras e introspectivas hasta las que exhalaban violencia. El primer concierto de la banda de Ruben Wayne se saldó de una forma que nos llevó a querer esperarlo pronto una noche más.