Hace un par de meses os contamos aquí mismo que Nacho Sarria desprendía su nombre del apellido, dejando este como única palabra para designar a la banda con la que comienza su carrera personal en la música: Sarria; dejando de ser el niño de los grupos por los que ha ido pasando para convertirse en un autor e intérprete de pleno derecho. Y os presentábamos la canción que daba inicio a todo, la que servía de adelanto al disco del que próximamente podremos disfrutar en su totalidad; una canción llena de simbolismo que se llamaba Gitana, que os invito a través de este enlace a recuperar de nuevo hoy junto al texto que la acompañaba, porque en él se desvelaban muchas de las claves que marcan este nuevo camino de Nacho, de bases tan amargas y tan accidentado comienzo.
En aquel momento Nacho nos contaba que la segunda canción que daría a conocer iba a ser muy diferente a esa primera ya que la esencia psicodélica rockera que esta tenía daría paso a unos aires totalmente folkies. Y así lo podemos constatar escuchando Esperando al sol. Pero las diferencias entre las dos no son solamente musicales, porque si aquella jugaba con la irrealidad y con la percepción y la imaginación del que la escuchaba y más aún con la del que veía el videoclip que se realizó para ella, esta de ahora es completamente natural y refleja la realidad sin idealización ni dramatización. En la que las dos coinciden plenamente es en su carácter autobiográfico, y si Gitana mostraba a su autor atrapado en el bucle del amor no correspondido, Esperando al sol nos lo muestra alejándose de la desesperanza, saliendo de las sombras para buscar la claridad, un concepto que recoge explícitamente el videoclip de la canción, que comienza, literalmente, en las sombras de una cueva, y termina con un plano del cielo abierto.
En la nota de prensa que acompaña al lanzamiento de Esperando al sol el propio Nacho habla del video: «Lo filmamos en La Alpujarra y quería algo sencillo, sin procesar. Para ello volví a contar con mi primo Iñaki Gijón Sarria, como en el vídeo de Gitana. Las imágenes de archivo pertenecen a mi infancia y fueron filmadas por mi padre, Juanacho Sarria. Está montado con una sucesión de planos, que recuerda mucho a Boyhood, la obra maestra del cineasta Richard Linklater, para reforzar el mensaje de la letra de la canción, mostrando, como también cuenta Nacho, la inocencia y la felicidad natural de un niño, en contraste al estado depresivo del que escribe y canta la canción».
Una canción que habla de mucha oscuridad por detrás, que Nacho espera que ilumine el sol. En la entrevista que tuvimos con él hace un par de meses nos habló de la depresión y la desilusión que fueron el germen de esta canción, y ahora se extiende más en la nota que la acompaña: «La hice en una época en la que me encontraba sin casa y sin plata, durmiendo en un local de ensayo que teníamos en Sevilla, sin ducha y con la idea de dejar Los Labios taladrándome la cabeza. No estaba a gusto ni en Sevilla ni en la banda, y tampoco quería volver a Málaga con el rabo entre las piernas y sin nada que hacer. En resumen, me sentía bastante perdido y tenía bastante ansiedad. Iba a terapia, a reiki y hasta dejé de fumar. Lo probé todo y no me funcionó nada, es la peor época que recuerdo».
En la canción Nacho dice que él se ve lejos de aquí, esperando al sol llegar, pero las íntimas palabras que uno mismo se diga no son garantía de que se vayan a cumplir. Por eso le pregunto personalmente si confía en que el sol salga de verdad, si esta canción no es más de amargura que de esperanza y si finalmente esta no se congela y queda yerta, qué espera Nacho que le traiga. «Pues cuando compuse la canción estaba pasando por una época extraña, con mucha ansiedad, no estaba a gusto con mi vida, así que por mi bien espero que se cumplan las expectativas de mi esperanza. La canción es verdad que es muy triste y la letra es muy melancólica y nostálgica, pero la hice como reafirmación de que quería sentirme bien de nuevo, como me sentía antes, con esa inocencia que refleja el video».
Cuando aparezca el disco, en fecha todavía por concretar, en los créditos de las ocho canciones que lo compondrán aparecerán junto a Nacho otros músicos ya bien conocidos por aquí, como el batería Fernando Reina y el bajista Ricky Candela, que ya fueron compañeros suyos en Los Labios y el teclista José Vaquerizo, conocido por su paso por Quentin Gas & Los Zíngaros y Derby Motoreta’s Burrito Kachimba. Pero sé que aunque las notas de prensa que van saliendo no lo mencionen en las grabaciones también participó Fran Rosado, el teclista de Emmett, así que le pido a Nacho que me confirme si él toca en Esperando al sol y si no lo hace que nos diga cuándo aparece en el disco y así le intento sonsacar algún adelanto más sobre el mismo. «Fran toca en dos canciones, pero no son ninguna de estas que conocéis ya. Escucharéis sus partes de teclado en el segundo y tercer single que salgan, tal como los tengo planteados. Él se unió a la grabación del disco cuando estaba ya casi terminada, porque se le ocurrió un dibujo muy bonito para una de las canciones y nos gustó tanto que le invitamos al estudio para que grabase unos teclados. Así que inicialmente vino para tocar en una sola canción, que será la última de las del disco, pero acabó poniendo los teclados a otra más, porque la verdad es que el tío tiene un gustazo musical inmenso».
Al igual que ocurrió con Gitana, esta canción de hoy se grabó y mezcló en Happy Place, con la producción de Paco Lamato y posteriormente fue masterizada por Jordi Gil en los estudios Sputnik Recording. Pero no son estos los únicos técnicos que están dando forma al disco, porque por los estudios también han pasado Javi Mora, Alfonso Espadero y Eduardo Ruiz Joya. Nacho me cuenta el papel de todos ellos. «Javi estuvo durante las primeras sesiones, porque él fue quien se encargó de grabar el sonido base de las canciones, las partes de guitarra, bajo y batería, que se grabaron en vivo. Y Alfonso y Edu no han colaborado en la grabación como técnicos, pero sí que han colaborado en el proyecto de Sarria de manera externa. Alfonso, aconsejándome y compartiendo su vasta experiencia conmigo, que yo lo tenía como consejero y le consultaba mis inquietudes con la grabación, mis preocupaciones, le pedía consejos generales en el estudio… Edu se ofreció a hacer unos conciertos con nosotros y se comprometió con el proyecto; nos dio su sonido y se lo agradezco mucho, porque aunque tiene un montón de curro siempre se apuntó a este carro y se ofreció de todo corazón; su colaboración fue breve, pero la única vez que he tocado mis canciones en directo, que fue con la banda que grabó el disco, estaba Edu haciendo el sonido y estaba ahí porque él quiso estar, lo que fue un detallazo por su parte».
La melodía profunda y oscura del principio de Esperando al sol, muy al estilo de Led Zeppelin, se transforma con la entrada del banjo en una perfecta meditación con el magnetismo de la música folk y su pizca de nostalgia. Es una combinación realmente muy agradable ese principio de interpretación más cruda, que pasa a ser más melódica y ligera, manteniéndose así ya hasta el final, con el tono fino y ágil de las guitarras duales interpretado a la perfección. Todas las guitarras, acústicas y eléctricas las toca el propio Nacho, al igual que el banjo de seis cuerdas, del que solo aprovecha dos de ellas.
Uno comienza a amar esta canción casi instantáneamente. Simplemente resume un tipo de tristeza muy particular, la de alguien que está celebrando su propia vulnerabilidad, un joven que va madurando y empieza a tener la edad suficiente para saber lo doloroso que puede ser todo. Y lo hace con un enfoque muy refinado y sutil, con una sensibilidad que ejemplifica a la perfección el espíritu del alma musical inclusiva de Nacho. La suma de esta canción y la anterior de la gitana forman una descripción acústica muy fina de las diversas musas que le visitan. Dos canciones tan diferentes son un trampolín hacia lo que sin duda va a ser un bello disco, de una diversidad con la que, por citar a William Blake, cuyos poemas tienen una atmósfera tan cercana a la de este Esperando al sol, Nacho evita cualquier jaula del cautiverio musical.
Escuchando esta canción mientras escribo este texto, mi tranquila concentración se rompe una y otra vez y el click del ratón sobre el botón de play repetido decenas de veces es mi mejor intento de reír, aplaudir y asentir con aprobación admirativa la obra de Nacho Sarria, a quien deseo que nunca se corte las alas y vuele hasta atrapar los rayos del sol que está esperando.