DeLarge. Sala X. 28 de noviembre de 2020
Muy poca gente ayer en la Sala X; apenas un tercio de su capacidad reducida a 86 espectadores nos dimos cita para disfrutar de nuevo de los conciertos de rock en las salas. ¿Puede que en realidad no haya tanto deseo de volver a ellos como parecía? ¿O quizás es solamente una extensión de lo que ocurría antes de la pandemia, en la que se contaban con los dedos de una mano las veces que en un mes se llenaba una sala de conciertos, aunque los precios de los espectáculos fuesen tan pequeños como los seis euros de ayer mismo? Que cada uno piense en el motivo que más oportuno le parezca, ya sea uno real u otro que le sirva para justificarse a sí mismo por ser parte del problema. De todas formas, los pocos que nos juntamos ayer para ver y escuchar a DeLarge disfrutamos de una tarde estupenda y a pesar de la escasa capacidad de movimiento, de las mascarillas y de lo temprano de la hora, salimos de la sala convencidos de que la música sigue siendo una parte muy importante de nuestra vida y de que la echábamos mucho de menos en vivo y en directo.
Al fin y al cabo yo he estado en unos cuarenta conciertos y festivales desde que comenzó el estado de alarma, pero ayer había gente que era la primera vez que asistía a un concierto desde que se desató la pandemia y al acabar el mismo se notaba el brillo en sus ojos y se adivinaba la sonrisa bajo la mascarilla. Y la propia banda, que llevaba ocho meses y medio sin tocar en directo lo dio todo de sí y arrasaron con un brillante y corto set de diez canciones en el que Antonio cantó y brincó como si le fuese el alma en ello, Christian y Manuel marcaron un ritmo con el bajo y la batería que sirvió para machacar cualquiera de nuestros sentidos que nos impidiera despegarnos un segundo de lo que nos entraba por oídos y ojos, Pepe Jota era el contrapunto hierático a la efusividad de los demás con su guitarra y Pepe Berro, que ayer se estrenaba en concierto con el grupo como guitarra solista, compensó con creces sus limitaciones a la hora de seguir fielmente el tono de unas canciones que apenas ha tocado todavía con todos los demás, con una actitud arrolladora, que se llevaba por delante cualquier reserva que pudiésemos tener con su trabajo. Incluso David Peñuelas, el guitarra al que Pepe sustituye en DeLarge, se subió también al escenario para despedirse adecuadamente de su paso por la banda e interpretar con ellos Elektra, su single de hace ya casi tres años.
El concierto, explosivo y convincente, comenzó a las cuatro en punto de la tarde con los redobles de batería que dan inicio a Sangrando por dentro, la canción que cerraba Indomable, el último EP que editó la banda, hace ya año y medio, el cual revisitaron completo, con la citada Elektra y sus dos canciones estrella, Que os jodan y Lo que no mata, que sirvieron para poner el punto final con una contundencia anfetamínica incluso superior a la que DeLarge le estuvo imprimiendo a las demás canciones que las precedieron. Con Hasta caer muertos se alejaron más en el tiempo, yéndose a sus principios, al primer disco, Calla & estalla, del que recuperaron también Revólver y Metartífices de una forma mucho más trashy que como las conocíamos grabadas; para que te hagas una idea, si en el disco suenan a Wonder Stuff, en directo están mucho más cercanas a Mega City 4. E incluso a Pop Will Eat Itself antes de que abandonasen sus aires grebo por los samples a tó meté.
Estrenaron también dos canciones nuevas, una de ellas, No gracias a ti, encadenada a Hasta caer muertos, que según anunció Antonio seguramente será la próxima que editen grabada; y otra más, recién compuesta y todavía sin título siquiera, una bomba sónica que soltaron antes de comenzar la recta final con Mi próximo vicio, que es el último single que lanzaron, y las dos antes mencionadas, Que os jodan y Lo que no mata, en un final visceralmente arrebatador, una auténtica patada al estómago. Las canciones se enlazaron a velocidad vertiginosa y las guitarras ponían muy difícil a Antonio el hacerse oír. DeLarge transmitían energía.
Necesitábamos una terapia de ruido como esta y una vez fuera de la Sala X, durante el after show en la vecina Sala Even, relajados tras el huracán, todos estábamos de acuerdo en el diagnóstico sobre el estado de salud con el que habíamos salido: envidiable. Exactamente el mismo del que gozan DeLarge; una de esas bandas que contra viento y marea siguen su camino, el del rock and roll bien entendido. A los demás solo tengo que deciros que hay que estar ahí, arropándoles en sus conciertos, cada vez que estallan; ya lo dejaron bien claro en la última frase del que dieron ayer: la mecha está prendida, sólo dale calor…
