- Segunda Comunión se da a conocer con el lanzamiento de Mis poderes, adelanto de su primer EP
Hacía tiempo que en nuestra ciudad no generaba tanto ruido mediático una banda recién nacida. Hasta ayer mismo nadie había escuchado ni una sola de sus canciones y hoy todo el mundo habla de tres tipos que desde su habitáculo dejan sonar unas líneas limpias y claras en una grabación sobria y simple en la que, sin embargo, todo encaja como las piezas de un reloj; desde la ingeniosa composición hasta la precisa interpretación. La simplicidad del punk, que de pronto se vuelve compleja, divertida y electrónica, con un encanto ingrávido y trepidante.
Seguro que algún plumilla alternativo de Londres escribió también algo parecido a ese párrafo anterior hace varias décadas, cuando escuchó por primera vez a los Cure. Y aunque nuestros músicos locales no pretendan llegar a dejar una huella como la de estos, sí que los usan como punto de referencia para iniciar su marcha, como también a Kraftwerk, Depeche Mode, Devo, Bauhaus… «a nuestro grupo queríamos darle un toque satírico; pero que no fuese de guasa ni tampoco ultra punk, que más que el cachondeo primase la sátira», me dice Josué Oliva entre una y otra cerveza. Él es uno de los tres componentes que, junto a José Luis Postigo y Agustín Maidero, forman la banda de la que hablamos, que se llama Segunda Comunión.
El nombre tiene connotaciones religiosas, así como la historia sobre el origen del grupo que nos cuentan en su hoja de promoción, en la que interactúan los niños del coro de una parroquia, el cura, un camión de la basura y un monaguillo moribundo. «Entre los católicos, aunque no sea muy conocida ni haya casi nada escrito sobre ella, existe la costumbre de hacer una segunda comunión», me cuenta Josué; «se hace el domingo siguiente al que has hecho la primera y es como volver a reivindicar el Cuerpo de Cristo. Para nosotros esta es nuestra segunda oportunidad en la música; todos venimos de géneros más duros y queremos hacer algo diferente». Vienen y se mantienen, apostillo yo mismo, porque JL y Agu, paralelamente a este proyecto, van a seguir perteneciendo a KILLdaCANE y The Tractor el primero, y a Narco el segundo; el que se queda aquí full time es Josué, que se gana la vida como técnico de Apple. «El nombre se le ocurrió a S Curro -de Califato 3/4– tras desechar todos los demás que habíamos propuesto nosotros, con los que habíamos llenado tres folios».
La historia del inicio de Segunda Comunión que me cuenta Josué no tiene por qué contradecir la que se ha publicado, más bien nos aclara los puntos oscuros que pudiesen quedar en ella. «El grupo surgió durante la pandemia. Estuvimos entre los tres arreglando el estudio que JL tiene en su casa y pensamos en hacer algo nuevo, diferente a lo que se haya hecho nunca; algo así como trip hop, electrónica ambiental, que cantase una chica. Incluso pensamos en Rocío Gutiérrez, la que fuese antigua vocalista de Cultura Probase, el grupo de Huelva, para que lo hiciera. Estuvo en el estudio y cantaba muy bien, así que empezamos con ella, pero tuvimos que dejarlo porque no vive aquí. Así que pensamos en invitar a músicos sevillanos, con el reto de hacer una canción cada tarde, partiendo de una referencia, un ritmo, un estribillo o algo que ya tuviésemos. Se lo propusimos a varios y todos aceptaron: Javi Marssiano, Ion Din Anina, que estuvo con Javi; Candi Murillo y Nacho Pujol, de Coyote Zara; Jesús Chavez y Danielo Martínez, bajista de Mordida; S Curro y Papá Wilson; Rocío; todo eso está ahí grabado. La gente entraba al trapo y salían cosas; así seguimos hasta que llegó un momento en que esa semana no había nadie que pudiese venir y nos pusimos a ello nosotros tres solos. Y seguían saliendo cosas».
Hace falta tener mucha creatividad para trabajar a ese ritmo. Sobre todo, teniendo en cuenta las personalidades tan diferentes de los tres componentes de Segunda Comunión, que aportarían ideas distintas, que habría que unificar para llegar a algo concreto. Josué, sin embargo, no lo ve como un hándicap. «Las semanas esas que nos quedábamos solos porque no venía nadie cada sábado, éramos un grifo abierto y cada tarde sacábamos una canción. Era la época del toque de queda, que a las diez teníamos que estar cada uno en su casa, y desde las cuatro hasta esa hora aprovechábamos todo el tiempo. Y empezamos a descubrir los sintetizadores. Un día llegó Agu con un paquete de plugins, con todos los sintes de los 80 y nos voló la cabeza…». Le interrumpo diciéndole que por eso esta canción con la que se han lanzado, Mis poderes, suena a synth-pop…
«No tenemos la referencia de haber escuchado grupos de los 80», piensa Josué. «Por eso creo que el sonido de esta canción nos ha venido inconscientemente. Nosotros inicialmente queríamos hacer algo más del tipo de Portishead, que era la referencia que habíamos tomado, con Rocio cantando trip hop, pero todo nos salía demasiado poppy. Fuimos perfilando el sonido, de forma que cuando nos dimos cuenta nos encontramos con veinte temas, de los que nos quedamos con los cinco que hemos grabado para nuestro primer EP, que presentamos con esta canción».
Me intereso por todas las demás canciones. «Están en barbecho y las retomaremos algún día». También le pregunto sobre cómo terminó cantando él, que no tenía experiencia alguna en eso. «Aquí soy cantante de rebote. Yo iba a tocar la guitarra, pero cuando vi como lo hacían bestias como Javi Marssiano o Candi Murillo comprendí que yo no tenía ni idea de lo que hacía, así que me dijeron: pues ponte a cantar. Y lo hice, aunque tampoco es que fuese demasiado bueno; pero nosotros creemos en Dios y en el auto-tune, así que empecé a usarlo, pero de manera moderada. El auto-tune en realidad es una buena herramienta y, usándola en su justa medida, te afina y te ayuda a aprender a cantar».
Esto que me dice Josué de las guitarras me lleva a preguntarle cómo, contando con tan buenos guitarristas, en la canción ese instrumento no se aprecia en absoluto. «En todos los temas hay guitarras, pero están metidas lo justito, camufladitas, con efectitos. En las canciones se oyen sobre todo los instrumentos virtuales: las baterías, que son programadas, y todos los sintetizadores. Pero todos los demás sonidos salen de instrumento reales y físicos que tocamos nosotros, el bajo, la guitarra con e-bow y el theremín, que aluciné cuando lo descubrí y dije que teníamos que meterlo por fuerza».
Todo lo han grabado ellos, así como también es suya la producción y la pre mezcla. La mezcla final y el master corrieron a cargo de Jacobo Fernández. «Aunque le volvimos un poco loco con eso», se ríe Josué. «Es que él es muy rockero y le tuvimos dos días subiendo sintes, bajando samples…». Segunda Comunión es un grupo que tiene muy claro cómo quiere sonar. «Cuando le enviamos el primer tema lo mezcló, nos lo devolvió y sonaba muy bien, muy limpito y bonito. Cuando le dimos el segundo la voz sonaba mucho más alta, sucia, que sé yo; sonaba de otra forma que nos hizo decirle que queríamos que el primer tema sonase también así. Tuvimos que volver a grabar la voz de la primera canción con más rabia. La primera canción estaba muy bien cantada, pero no es eso lo que queremos; no tiene que sonar tan bonita, la queremos más oscura. Siempre tendemos hacia la oscuridad, pero manteniendo un estribillazo que lleve a las canciones al baile, pero no al de rave, sino al de estar en un concierto, pasándolo bien y te den ganas de bailar, de moverte, sin echar cuenta de nada más».
Esta canción primera que conocemos, que en realidad es la tercera de las que grabaron, es una clara muestra de que han logrado lo que querían. Mis poderes es un subidón mental de pop sintético; una joya incandescente del amor por los sintetizadores de mediados de los 80, con un patrón de batería que brilla y estalla con la sobreexcitación de una arritmia cardiaca, que hace que incluso antes de que entre la voz de Josué nuestro circuito interno ya sienta la sobrecarga; con una base inundada de sintetizadores que en lugar de robarle a la canción su humanidad suenan como el caos de un cerebro desordenado; y la voz, dándole sentido a todo, aún más con ese fascinante estribillo… todas mis canciones hablan de ti… «Te quiero olvidar, pero todo me suena a ti, te echo de menos; ya se acabó el frío, ya no te necesito a mi lado, pero te echo de menos porque todo me suena a ti», así me describe Josué lo que quiere mostrarnos en la canción. «Aunque te dé coraje, siempre que haya una ruptura o eches de menos a alguien, todo te suena a esa persona y todo te recuerda a esa persona. Al final, es una historia de desamor, pero encubierta».
Todo habla de ti. Y el video que han grabado para apoyar la canción va sobre eso. «Es una fiesta en la que hay gente que se está intentando divertir y gente que no se divierte, que todo le recuerda a otras personas. Cuando estábamos allí, con toda la crew de actores, dije que teníamos que hacer un video modernito, con mucha pluma y mucho brillo».
El video lo ha dirigido Emilio Morales, aka Emisound, al que Segunda Comunión le propuso unas ideas sobre las que trabajar y a ver a él qué se le ocurría. Y lo que se le ocurrió fue esta fiesta salvaje. Ya tienen grabado con él también el segundo video, que apoyará a la canción que lanzarán el próximo mes, y también el tercero, que grabaron con anterioridad a estos dos, con Pete Lamotta, el DJ de Narco.
Quiero que Josué me hable también un poco de esas otras canciones que completarán el EP. «Aunque no ha sido premeditado, pero nos ha salido un disco casi conceptual. Es verdad que las cinco canciones son muy diferentes, pero cuando te pones a escucharlas te das cuenta de que en su conjunto tienen su conceptualidad, en el sentido de que hablan de la interpersonalidad, de que vamos con mascarillas, ya no nos conocemos, ya no hablamos, no tenemos relaciones, te llamo y nunca vienes; todo muy opresivo. Jugábamos con la improvisación y no fue meditado, sino producto de la situación en la que estábamos cuando se escribieron esas letras; todo fue fruto de la época en la que se creó».
Esa época ya quedó atrás y ahora tenemos que mirar al futuro; vamos a hablar de él. «Queremos hacer dos o tres conciertos antes de la presentación en Sevilla. Tenemos uno casi cerrado en el Anunnaki’s Club de Aracena y así queremos los demás, pequeñitos, con poco aforo, para foguearnos y ver cómo funciona todo. No debe ser muy complicado, porque de instrumentos reales llevamos el bajo que toca JL y el theremín que manejo yo; Agu lleva las programaciones y sintes y aunque la base entera vaya grabada él hará modulaciones en directo. Nos gustaría llevarlo todo preparado, desde nuestra mesa de ensayo, con nuestros in-ear, porque queremos que suene en directo tal como suena en el ensayo. Vamos con una tarjeta de sonido, un ordenador para voces y otro para bases, el ampli del bajo, para decirle al técnico de sonido, toma, solo tienes que enchufar. Como si queremos ir sin técnico, igual que estamos en el local de ensayo».
Eso en cuanto a sonido, pero los conciertos tienen otros componentes que la banda también tiene bien estudiados. «Queremos también llevar proyecciones, un buen trabajo de luces, potenciar nuestra imagen con los monos azules, que fue idea de Carolina Cebrino, la que era batería de Las Janes, que es la que nos ha hecho todas las fotos. Ella nos dijo que nuestra música es como si viniera de otro planeta, como si fuésemos marcianos, y para parecerlo nos compramos esos monos, que en realidad son de albañil, de currela de tó la vida. Tenemos la idea de comenzar con una introducción instrumental e ir saliendo uno a uno, con una luz diferente para cada uno, cuidando mucho la imagen».
Le digo que espero que el repertorio de los conciertos esté a la altura de lo que tienen imaginado visualmente y Josué me confirma que así va a ser. «Fíjate que aunque luego nos caímos del cartel, pero estábamos programados en el Monkey Week y habíamos cogido canciones para un set de cincuenta minutos. Pero algunos temas nos parecían de relleno; uno no me gustaba a mí, otro no le gustaba a JL, o a Agu; nos vino bien no tocar en el Monkey porque nos dimos cuenta de que cuando fuésemos a tocar íbamos a hacerlo con lo que realmente nos gusta, nada de tener que tocar con prisas y para media hora coger cuatro buenos y que los otros fuesen de relleno».
Y ahora, insisto, ¿tenéis material suficiente como para sacar adelante un buen concierto? «Sí, ahora tenemos una hora aproximadamente con doce o trece temas: los cinco del EP, cuatro más que tenemos montados pero sin grabar, dos instrumentales, uno para la introducción y otro que no sabemos si usarlo de interludio o final, porque es un poco locura, fiesta de discoteca. Tenemos también una versión de Parálisis Permanente, la de Miedo, que fue todo un reto. Dijimos vamos a coger una canción de los 80, ya que la gente dice que tenemos mucho de esa década; hicimos una lista de las canciones de entonces que nos gustaban y elegimos esa. No nos terminó de gustar como quedó, pero a la semana siguiente la retomamos, la cambiamos, llevándola a nuestro terreno, y ahora es una canción incluso bailable, aunque conserve toda su oscuridad».
Y más allá de eso, una vez que Josué me confiesa que quiere que el 2024 sea su año, le pregunto qué tienen en la recámara para que eso suceda. «Estamos pensando si nuestras canciones las vamos a grabar nosotros o con distintos vocalistas de la escena sevillana que nos encantan, como Miguel Rivera y Dani Llamas; también nos gustaría coger canciones de otra gente, como Coyote Zora, y llevar alguna suya a nuestro terreno y que ellos se llevasen al suyo una de las nuestras. Ideas no nos faltan, lo que nos falta es tiempo. Pero la gente está realmente dispuesta a entrar en nuestra locura». Se le nota a Josué el entusiasmo cuando me dice la última frase, como respuesta a mi pregunta sobre que, al fin y al cabo, qué esperan de todo esto. «Queremos que la gente se lo pase bien».
