Irreductibles Nocturama (Marco Serrato + Iván Molina + Icy Amane + Za!). Teatro Central. 14 de diciembre de 2021
Anoche se celebró en el Teatro Central la segunda edición del Irreductibles Nocturama y justo al llegar nos llevamos la desagradable sorpresa de que Miguelito Motoreta’s no iba a poder estar con Iván Molina formando parte del dúo que era uno de los principales reclamos del público reunido allí, en cantidad bastante menor que la deseable. La banda de Derby Motoreta’s Burrito Kachimba ha resultado bastante diezmada por los positivos en covid, tanto entre algunos de sus componentes como entre sus contactos cercanos, tras su paso por Madrid, donde dieron su último concierto, y además de la obligada ausencia ayer aquí de su cantante (aunque él es de los que dieron negativo en el test) circulaba como noticia firme la suspensión del concierto del próximo viernes en la plaza de toros de San Fernando, aunque a la hora en que estoy redactando esta crónica todavía siguen las entradas a la venta.
Con gran puntualidad, las nueve de la noche, apareció en el escenario Marco Serrato con la única compañía de su precioso contrabajo, para ir desgranando algunas de las piezas contenidas en su disco El capitán salió a comer, del 2016, que eran síntesis de algunas otras que había desarrollado más en Orthodox y Hidden Forces Trío, bandas en las que milita también. Piezas cortas que no dependían de estructuras rítmicas muy estrictas, que los dedos de Marco, como pinceles susurrantes, dibujaban con gran elegancia y emoción. La música que nos brindaba era muy minimalista, pero podíamos apreciar los matices de la interpretación porque daba a cada uno de ellos su ADN estético, junto con el profundo respeto por unas composiciones que no solo eran las suyas propias de ese disco, sino que extendió incluso a la versión del Space cadet de Kyuss, en la que la audacia y bravuconería de estos la transformó Marco en delicadeza y ternura. Su concierto terminó con Los nietos, tres minutos de serena exaltación del valor de la familia y de sobriedad comprometida. En realidad, casi me arrepiento de haber iniciado los aplausos tras la tercera o cuarta de sus piezas, porque, bien mirado, casi les sentaba mejor la respuesta de cálido silencio que estaban teniendo hasta entonces.
Tras él apareció en el escenario Iván Molina, que tuvo que sobreponerse a las adversas circunstancias que le impidieron poder interpretar lo que tanto tiempo llevaba preparando y ensayando con Miguel. Pero lo hizo y nos brindó, sentado ante su instrumento durante solo cinco minutos, una proeza de sutileza y control que fue mucho más allá de los tópicos solos de batería; Iván jugó con la textura de su sonido, trabajando, encajando, alineándose, conspirando con ella. Nada de efectismos, su interpretación fue de un gran equilibrio sonoro.
Icy Amane, posteriormente, nos causó menos impacto que cuando la vimos en el Nocturama del verano pasado; quizás su interpretación no brilló tanto en la oscuridad del teatro como resplandeció en el espacio abierto de los jardines del casino, o quizás fue una apreciación mía demasiado subjetiva, influido todavía porque solo unos días antes había podido constatar la forma en que es posible hacer sonar unos ritmos como los suyos con una banda completa de guitarra, bajo y batería, además del que lanzaba los beats. La base que le proporcionaba aquí DJ Sobe me pareció demasiado low-fi, incluso todavía más cuando se trataba de la atmósfera de R&B que le aportó Trizia Nice cuando salió a colaborar con Icy en una de las piezas. Aparte de un pequeño grupo de seguidores que tenía por las primeras filas del teatro nunca llegó a conectar del todo con el público, que sí me pareció más animado en su tramo final, cuando ella se decantó por un estilo de rap más cercano al crunk y más frases en castellano, como en el Icy’s world con que terminó su concierto, rebosando autosuficiencia. Un espíritu de autodeterminación e independencia hay en el corazón de la música de Icy Amane, que la hace expandirse mucho más allá de los convencionalismos del rap que trajo consigo Kalen Senseiu, el otro de sus invitados, que aunque me pareció escucharle decir que esta era su primera aparición en un escenario, tendrá que esforzarse mucho más si quiere sobrevivir en este océano de rimas. Icy no es que lleve muchísimo tiempo más, pero su conexión con el rap va más allá del simple fandom onubense y en cuanto termine de afilar las herramientas del comercio musical llegará lejos.
Hasta este momento tanto Marco como Iván e Icy se habían ido relevando en el escenario sin interrupciones, pero ahora sí cayó el telón durante varios minutos para preparar los instrumentos y el backline de Za!, que fueron el plato fuerte de la noche y encandilaron, ellos sí, a toda la audiencia, desde que Pau y Edi aparecieron por la parte superior de las gradas, descendiendo hacia el escenario entre las filas de butacas, el primero con unos sones de trompeta bastante destemplados a veces y el segundo golpeando con sus baquetas todo aquello de lo que pudiera sacar algún atisbo de percusión, y si no tenía nada a mano en algún momento, una baqueta contra la otra. Desde ese momento hasta que se retiraron después de más de una hora de música visceral y mucho humor, su concierto fue abrumador, con una (sobre) actuación por su parte que fue apasionada y excitante, no solamente por el contenido de la música en sí, sino como ventana a un espectáculo divertido y único.
Cuando terminaron, Za! ya se había convertido en cuarteto, porque a los dos locos iniciales se les fueron uniendo paulatinamente Alberto Bugamaista al bajo y Morgan Caney al saxo, para colaborar en esta mezcla aparentemente extraña de momentos grandiosos y ralentizados que Edi hacía funcionar de forma realmente buena, de un modo similar a como hacía fluir Frank Zappa sus espectáculos musicales, aunque estoy por decir que lo de Edi tiene todavía más mérito porque no es lo mismo dirigir el cotarro usando una batuta, como hacía Frankie, que con una atronadora batería, como hace él.
Las piezas interpretadas estaban extraídas de todos los discos de su carrera, yendo desde el funk al hardcore, pasando por el hip hop; desde las disparatadas onomatopeyas a los silencios expectantes; dando forma a un recorrido que les reafirmaba, usando el término que ellos mismos se aplicaron, como autoleyendas. Una experiencia auditiva que nada tuvo de purismo y mucho de irreverente -hace falta tener los huevos muy gordos para decir que el nu metal es como el flamenco en una sala en la que se encuentra ante ellos Tomás de Perrate, aunque seguramente Edi no lo sabía- que, aun siendo un concierto genuino, insistía en su conexión con las personalidades de los tipos que había sobre el escenario más que en lo que realmente estos estaban reproduciendo. Pero mirando más allá de la personalidad extrovertida de estos músicos, vimos asomar un genio musical impresionante y una gran maestría instrumental.
La cita con los Irreductibles de Nocturama se consolidó anoche con su segunda edición y se ha convertido en un encuentro anual tan atractivo como para esperar pronto noticias de lo que nos deparará en el 2022. Esperamos que ya por fin libres de toda clase de trabas y restricciones.
