Sofar Sounds Sevilla (Los Quetedije + Renny Jackson + Andrea Santalusía). Cervecería Río Azul. 13 de marzo de 2022
Dos largos años han pasado desde que se suspendió, el mismo día en el que comenzaba el estado de emergencia, la convocatoria mensual del Sofar Sounds, que iba a tener lugar ese domingo de marzo del 2020. Ayer, por fin, volvieron los conciertos. Y como ha pasado tanto tiempo, conviene volver a explicar en qué consiste este loco y maravilloso proyecto del Sofar Sounds. Para acceder a estos conciertos sólo debes tener un poco de confianza y solicitar invitaciones en su página de internet. Si tienes éxito con la concesión de una de ellas, que es algo que viene determinado por la capacidad del lugar donde se celebre, te dirán cuál es ese lugar el día antes de la celebración, pero se retendrá hasta que llegues allí toda la información sobre los artistas, que siempre serán tres grupos o solistas, cada uno de los cuales interpretará un set corto de unas cinco o seis canciones. Allí te vas a encontrar a un grupo de espectadores difícil de identificar, gente a la que no ves habitualmente en los conciertos a los que vas, pero con un sentido muy definido de comunidad, unidos por una impresión compartida de cómo la música en vivo puede llegar a ser intensamente íntima en lugar de ser simplemente un espectáculo lejano en un escenario.
Aunque el Sofar Sounds comenzó en Londres, muy pronto se extendió por más de 400 ciudades de todo el mundo y Sevilla no fue una excepción. Estos conciertos secretos e íntimos hacen mucho bien a ciudades como la nuestra; una ciudad que demasiado a menudo pasa por alto su arte y su cultura en favor de una inversión corporativa que siempre deja fuera el underground. Nada sobra para avivar la vida musical nocturna de la ciudad, sobre todo la de los domingos, y aunque somos enemigos de los conciertos en los que los músicos no cobran por su trabajo, su aparición en el Sofar Sounds se ve bien recompensada porque a los participantes se les hace gratis un vídeo profesional, por parte de La Red Van, con sonido de Agua Sancruz, y fotos de Ángel Bernabéu, que es lo que se abona con la aportación de los espectadores que se prestan a apoyar la música local de esta forma, a los que se les cobran nueve euros. Porque en Sevilla se produce una música extraordinaria y nos debemos escuchar unos a otros. Y eso es lo que volvimos a hacer anoche en la cervecería Río Azul, del Cerro del Águila, donde nos enteramos, una vez que nos presentamos allí, de que íbamos a escuchar a Los Quetedije, a Renny Jackson y a Andrea Santalusía.
Los Quetedije fueron los primeros en ocupar el escenario, ante las seis o siete decenas de espectadores que nos habíamos dado cita esta tarde. Lo hicieron en un formato reducido, como es habitual muchas veces en los conciertos del Sofar Sounds, y en lugar de los siete miembros habituales de la banda vinieron Dámaso Serna, su voz principal, que se trajo su guitarra acústica, flanqueado por los hermanos Pablo y Laura Mezzo, con otra guitarra acústica y un ukelele respectivamente, que les hicieron los coros de forma muy agradable, sobre todo Laura, que destacaba maravillosamente porque la tesitura de su voz era muy diferente a la de Dámaso.
Este grupo, que originalmente nació en Algeciras, pero tiene músicos de Jerez y Sevilla, optó por una música mezcla de cumbia, rumba y reggae con aires muy andaluces, pero que ayer, con sus canciones desnudas de grandes arreglos, sonaron de una forma mucho más onírica y romántica, y fue todo un descubrimiento ver lo bellas que son sus canciones cuando se presentan así. Las dos primeras que interpretaron fueron complementarias una de otra, ya que comenzaron con Si me buscas me encuentras, la primera canción que les conocimos porque abría su primer disco, el Pa podé volá del 2019, que habla de una habitación sucia, que somos nosotros mismos, en realidad, y nos cuesta trabajo dejar pasar a nadie a nuestro interior, porque no lo tenemos muy presentable. Después, en Vente, su último single, hemos conseguido que alguna persona nos ayude a sacar toda esa basura interior y dejar un sitio chulo para convivir con ella. Y desde entonces todo es alegría, como la que mostramos allí mismo ayudando al trío a cantar el estribillo: cuando Dámaso cantaba vente, media sala le respondía yo pondré la cerveza, y cuando volvía a decir vente, la otra media decía en el congelador. Siguieron con dos canciones nuevas, que hubiesen sido inéditas si no las hubiesen estrenado una semana antes en el Sofar Sounds de Málaga. El velero habla del momento en el que estamos hasta arriba de trabajo y solo piensas en desaparecer y Melodía olvidada comienza con Dámaso diciendo me desperté al borde del precipicio, así que podéis imaginar ya sus tintes pesimistas. Todo lo contrario que El Pirata, la canción con la que se despidieron, en la que volvieron a mostrar el carácter despreocupado y alegre que atesoran. El próximo día 21 de abril darán un concierto en la sala Malandar, de preceptiva asistencia, en el que podremos verlos al completo y desarrollando su sonido propio en toda su extensión.
A Renny Jackson le he visto ya de todas las formas posibles, solo, en dúo, en trío, con banda completa en la que lleva hasta sección de metales, y siempre da un concierto deslumbrante. Es de Birminghan, pero lleva muchos años en Sevilla, por lo que no tenéis excusa para ir a verle en alguna ocasión, porque se prodiga bastante; en esta misma semana le vais a tener el jueves en el Merchant y el sábado en el Keepers de Tomares, dos pubs irlandeses, en los que celebrará el día de San Patricio con su banda completa.
Ayer vino a Río Azúl solo con su guitarra acústica para ofrecernos un corto set de cinco canciones, que pasó paulatinamente del intimismo al cachondeo absoluto. Empezó con The Lake Isle of Innisfree, una balada maravillosa con la que siempre nos toca lo más profundo del corazón, con esos versos de William Yates a los que Renny les ha puesto una música celestial. En From the Heartlands nos cantó con añoranza de su tierra natal y luego en Where Should This Music Be? elevó bastante el tono porque su letra, basada en La Tempestad de William Shakespeare, describe el poder hipnótico de la música sobre un irresistible ritmo de reggae. Una canción muy apropiada para la ocasión porque va sobre que la música nos une, nos transporta a nuestro centro emocional y nos abre a las posibilidades de conocer nuevos amigos y amantes, algo que se da bien en los conciertos del Sofar Sounds. Y ya todos juntos y desatados cantamos con él los lalalás de Soul of Spain, con palmitas medio flamencas, invocación al duende y hechicero reggae por bulerías de la Alameda. Se nos hizo cortísimo su concierto y a Renny se le ocurrió quedarse un ratito más improvisando con una guasa que maridó perfectamente con el apetito que ya íbamos teniendo a esta hora en que comenzaba la noche y cuando pidió tres palabras, en inglés, español, andaluz, sevillano, o de la macarena, para montar una canción con ellas, la gente le dijo chicharrón, serranito de pollo y croquetas de puchero. Pero, vamos, que el guiri no se arredró y se puso a cantar sobre comerse en Sevilla, en la plaza del Pumarejo, unos chicharrones de Cádiz con cervecita fresquita y todo lo demás después. Un final entre risas y buenos acordes de guitarra.
Andrea Santalusía, la cantante que cerró la tarde, ya convertida del todo en noche, era la más desconocida para mí, aunque curiosamente resulta ser la que hace menos tiempo que he visto, porque estuvo el pasado día 4 de este mes en el Teatro Lope de Vega acompañando a Le Parody en La Puerta, una canción de la granadina que remezcló Califato 3×4 y ahora los dos la llevan en su repertorio de directo. Y como Andrea es una intérprete del entorno de Breaking Bass, el sello de esta banda, colaboradora también en ocasiones del Califato, pues la asociación de las dos cantantes estaba cantada… ojú, que chiste más malo…
Pero nunca había asistido a una sesión de Andrea Santalusía con sus propias canciones y ayer por fin tuve la ocasión. Su puesta en escena era sobria pero alegre: una mesita en la que estaba el ordenador, la consola desde la que lanzaba las bases musicales, un pequeño teclado del que ella sacaba en directo notas muy bonitas y cuidadas, y al lado un micrófono sobre un pie adornado con un florón colorao, desde el que nos lanzaba su voz. Luego encendió también palitos de olor, incienso, para dar lugar a una atmósfera propicia al florecimiento de ella misma, como nos dijo, porque todo era nuevo, música que formará parte del disco que todavía no ha estrenado y que lleva ya dos años preparando. Comenzó con Pró-Logos, la pieza de titulo sumamente apropiado que abrirá dicho disco a modo de intro. Del aparato electrónico brotó una música muy espacial que Andrea salpicó con el teclado, manteniendo un clima de espera ansiosa, que por fin culminó con ella proclamando la muerte de todas las razas, en una melodía que podríamos describir como de copla andaluza infausta, con un tono triste que te atrapaba; tristeza en sombra, tristeza en calma, que nos dejó sobrecogidos. A ello contribuyó en gran medida la producción musical brindada por The Gardener, que no es otro que Manolo Chaparro, al que en esta personalidad se me parece el Doctor Jekyll del Mr. Hyde en el que se convierte cuando está con Califato. La pieza que siguió no entendí muy bien si la presentó como Pass, o Bass, aunque sí que ahora la producción de la base musical era de Stay Puft. Se inició con Andrea cantando unas estrofas del Summertime de Gershwin para pasar a cantarle atropelladamente a su amor, más profundo, más bonito, más brillante, más entero, en una letra que parecía la salmodia de una bruja, relajándose al final para desembocar en el silencio, roto por los aplausos admirativos de los espectadores, ya entregados a ella. Del mismo corte era la base siguiente, también de Stay Puft… sé que yo te extrañaré y sé que así resurgiré… la línea vocal era ahora un suave rapeado, abandonado después el discurso vocal por el musical, bañándonos con las notas de su teclado, en una cascada de estrellas olorosas.
Una declaración de amor fue Quizás, de nuevo con la producción musical de The Gardener, de un corte más trip hop, que terminó a ritmo de palmas por tangos de parte de la audiencia y los efectos que desde la mesa lanzaba Agua Sancruz, la técnica de sonido que no solo hace que todo suene primorosamente, sino que graba y mezcla posteriormente el sonido para que brille cuando salga a la luz en los videos facilitados a los artistas. El final llegó con Magia negra, una canción que Andrea describió como una gosadera, porque tenía un rollo diferente a las otras, más candela, y aunque con ella no es que podamos decir que el baile se extendió por la sala, al menos sí que todo el mundo se levantó y se movió al compás de la puta que anda suelta, todos con las riendas también más sueltas, como decía la letra de la canción, moviéndose al ritmo de un drum and bass aflamencao y con las bpm bajadas a la mitad. Todo un hallazgo, como los que de vez en cuando nos brinda el Sofar Sounds.
Ahora comienza la espera hasta que volvamos a reunirnos en abril; pronto se abrirá el plazo de inscripción, con el que nos dirán la fecha y la zona de la ciudad en la que se celebrará, para que al menos sepamos si nos va a venir bien o no. Y una vez apuntados solo queda cruzar los dedos para que te elijan como asistente. Y después, a disfrutar.