Festival 50th Aniversario del Rock Sevillano. Sala Even, 14 de junio de 2019
A veces de premisas equivocadas pueden salir ideas muy buenas. A nosotros no nos parece que los festivales sevillanos solamente contraten a grupos de un estilo concreto ni que estas contrataciones se hagan en función de amiguismos ni colegueos alamederos, sino de otros muchos factores que determinan cómo hacer el trabajo de los promotores y organizadores. Aparte de que no consideramos tampoco que la presencia de un grupo en un festival sea ninguna panacea ni, por encima de todo, un fin en sí mismo. Por eso no creemos que en Sevilla tengan ninguna puerta cerrada las bandas emergentes ni las que hacen rock, cualquiera que sea la música que quiera definirse con alguna acepción de esta palabra.
Pero mientras que la gran mayoría de los quejistas se limitan a volcar sus frustraciones en la barra del bar o en las redes sociales, Antonio Calvo ha dado un valioso paso adelante para solucionarlas y ha traducido sus quejas en la gran iniciativa de organizar el Festival de Rock Underground de Sevilla, festejando así de paso los 50 años que hace que en nuestra mariana ciudad cambió la cultura popular y la forma de relacionarse con la música. Este festival tuvo lugar anoche en la Sala Even y aunque al final no pudieron estar Casas y la Pistola debido a problemas ajenos a la organización, contó con la participación de cinco bandas locales que dieron lo mejor de sí mismas y consiguieron que el público asistente saliese de allí con el mismo brillo en los ojos que las crónicas antiguas cuentan que tenían los que salían de los míticos conciertos de Triana.
Los primeros en subirse al escenario fueron BLEEM, que tras una intro que ya marcó el tono de lo que se nos avecinaba, dieron comienzo con Magic a un sobresaliente concierto de rock and roll en su forma más pura. Es cierto que para el público asistente, compuesto en su mayoría, como viene siendo habitual últimamente, por gente de mayor edad que la de los músicos a los que están viendo (qué triste, ¿no?) era el grupo más desconocido y que hacía una música más apartada de sus esquemas clásicos sevillanos, pero BLEEM consiguió encenderlos a todos con sus Michelle, Killer Queen, Stones, a las que sumaron dos más de las que formarán parte de su segundo disco que aparecerá dentro de unos meses, la ya conocida Circles y una Playbill recién estrenada, con la que cerraron su actuación. El pistoletazo de salida del festival no pudo ser más impactante y demoledor; Alberto ‘Keane’ es un cantante vitriólico que provocó gritos y puños alzados entre la gente, su entrega no cambió de canción a canción, pero nunca pareció redundante, siempre había una muestra singular más de su fuerza de voluntad, su pasión, su agresividad escénica. Los riffs de hard rock de Antonio ‘Sycho’, técnicamente precisos, marcaban el movimiento de los cuerpos del personal y los graves ensordecedores y próximos a la saturación del bombo de ‘Murdock’ y, sobre todo, del bajo de Rafael ‘Junior’, convirtieron la sala en un solo organismo pulsante a punto de la ignición. Había comenzado con muy buen pie el abrazo comunal de todos los acólitos al rock. La banda había tocado como si no hubiese un mañana y todos se lo agradecieron con muchísimo sudor.
A los Analógicos les he visto ya muchas veces, pero anoche fue uno de los conciertos en los que más en forma les he apreciado; José Manuel Serué fue pura energía y potencia a la hora de cantar; se mostró abrasador y la temperatura que la sala había alcanzado con BLEEM no solo no decayó sino que subió varios grados más con el estallido de rock and roll del más puro, la explosión de swing vintage, o incluso la adulteración de su forma más canónica de entender el rock como es el Jarama Valley con el que empezaron de forma reivindicativa y enérgica. La guitarra de ‘Yusseppe Vincent Mocker’ hizo que todos los no muertos del Viernes zombi se uniesen con El hombre lobo de la calle Feria para dejarse los huesos bailando el Be your man dejándose un jirón de piel con cada pulso del bordón del bajo del ‘Doctor Kripta’; tras ellos ‘Mister Swing’ golpeaba los cerebros de todos y hacía lo que podía cantando su Voy como loco y se despidieron tal como nos dieron la bienvenida, con una de sus canciones aún inéditas en disco, un Nada es para siempre que es una auténtica bomba que trae una fuerza renovada al rock de la vieja escuela que le sirve de base. Se me vino a la mente el Inspiración y locura que sirvió de título a uno de los discos más celebrados de Pata Negra, porque son dos palabras que definían perfectamente los sentimientos de Analógicos a la hora de sacar adelante el concierto de anoche. Cuando se fueron nos quedamos con la sensación de que todo estaba bien y en su sitio. La fiesta podía seguir.
Y aunque los decibelios bajaron en picado con Pinball Wizard, no lo hicieron la pasión ni la intensidad musical, que se mide por otros factores diferentes al sonido. La garganta de Memphis Jiménez y la guitarra de Joey DeadCat no entienden de limitaciones y mantienen la magia y la precisión que muestran en sus conciertos a plena potencia eléctrica aun cuando se vean reducidos a trío acústico como anoche, rompiendo nuestros corazones con su sencillez melódica y la sinceridad sin pretensiones que les hace irresistibles. Comenzaron el concierto solos Joey y David Gatica, el otro guitarrista de la formación, dando una muestra de lo que podemos esperar de ese proyecto paralelo que mantienen entre los dos, de nombre The Southerner, con el Gephgionle tan extraño en su nombre como familiar en su sonido de guitarras cristalinas. Con la siempre exuberante Memphis ya en el escenario con ellos nos ofrecieron una versión del Come with me que abre su único disco largo hasta la fecha, seguida del Crazy for me que, junto a la anterior, sirvieron como single de adelanto a ese mencionado disco y que no fueron esta vez locomotoras con excesos de vapor, sino melodías llenas de matices diferentes recreadas perfectamente para lucimiento de los innumerables recursos vocales de Memphis. El One horse town de los Blackberry Smoke se llena de un humo todavía más denso con esta interpretación de Pinball Wizard, el guiño al Knockin on heaven’s door del final de Good girl gone mad, nos puso a todos a cantar y la rabia de Joey gritándonos en la cara el blues de Sweet home Chicago nos avasalló. Terminaron con The new generation, la canción que recientemente han presentado como adelanto de su próximo disco, que hubiese sido un final aún más perfecto si Joey no hubiese utilizado para el slide de la guitarra el canutillo habitual, sino el cuello de una botella de Jack Daniels, que es lo que ordenan los cánones… o en su defecto el de una mediana de Cruzcampo, que era lo que engullíamos allí sin parar.
A la única banda que todavía no había visto en directo era a REDNAILS y tenía ganas de hacerlo debido a las buenas referencias de gente con la que comparto muchas afinidades musicales. Y que Pepe Berro, el cantante, apareciese en el escenario con una camiseta de Black Flag no hizo otra cosa que reafirmarlas. Hasta ahora solo tienen un EP grabado y anoche nos ofrecieron las cuatro canciones que lo integran junto a un trío de ellas más, que suponemos nuevas e incluso aún en fase de culminación; así y todo, ese Get away, una de estas, con el que cerraron su concierto de anoche fue un latigazo de sudor y angustia todavía mayor que el del Exodus, que habían interpretado un rato antes, que deben tener mucho más trabajada y que había sido su mejor momento hasta ese final. La guitarra de Dani Hidalgo está llena de rock con actitud stoner y unida a la de Pepe dieron brillo a todas las canciones con una andanada de solos vitalistas y más trituradores incluso que la sección rítmica que componen Quique y Jaime, que cambian el trazo grueso tan habitual de los machacadores que vemos en otros grupos por una interacción mucho mayor en la creación de melodías con las guitarras, que les confiere una estética muy equilibrada. Así, canciones como Opportunity call, la primera de las que tocaron, pueden sonar rápidas y ruidosas al recrearlas en un escenario, pero mantienen el color correcto incluso cuando las difuminan con sombreados psicodélicos como hicieron con el Staring at the house. Los REDNAILS son la clase de banda que llega de forma fácil a las tres generaciones de rockeros sevillanos presentes en el público de anoche, con la ferocidad justa para no espantar a los más nuevos, interesar a los de en medio y no provocar sonrisas de suficiencia a los resabiados padretones viejales que piensan que el rock sevillano se murió con Jesús de la Rosa.
Y para el final quedaron Culebra & Cheyennes. Al Cule no le hables de lirismo y sensibilidad porque él sale a repartir patadas en el pecho desde el minuto uno. Patadas que te dejan marcada la huella del sonido de los Stones que ellos trasladan a sus canciones en castellano, soltadas al estilo de aquellas bandas entre bohemias y macarras de finales de los 70, como la de Moris o Tequila, mezclando grandiosos riffs de la guitarra de Loren Cortés con sencillas letras y melodías de rock and roll urbano tintado de blues y clasicismo, de las que ya no se llevan, pero que permanecen fieles a los usos y costumbres del rock and roll verdadero. Desde el Jerónimo blues con que empezaron, hasta el ritmo de surf que impregna el As de picas con el que terminaron, el concierto de Culebra & Cheyennes estuvo lleno de pellizcos de irresistible ritmo que no te prometen nada que vaya más allá de tres minutos de diversión. Tren del amor, Perversa pasión, todas ellas en manos de unos músicos a ratos incendiarios y a ratos soñadores, pero siempre transmitiendo una intensidad que te llega, porque estos tíos son de los tuyos, de los que no tienen apariencias que mantener y sí una habilidad callejera necesaria para dar vida a las canciones. Atrapado por el rock and roll es una consigna más que una canción, y cuando la interpretaron anoche todos sabíamos que el Cule la cantaba con autenticidad, la misma que tenía el Loren a la hora de lanzar esos acordes de guitarra que podían ser un impulso demoledor o una súplica arañante si la canción necesitaba fuerza, como en Muévete, o un arrebato de emoción para saborearlas mejor, como fue el caso de Lunes triste. Santi y Ramón, en la batería y la segunda guitarra (el bajo lo maneja el propio Culebra), mantenían fina la jugada y nos quedamos sin escuchar la armónica de Chiky Losada por unos problemas técnicos que nos privaron de su calor, por mucho que viésemos a este soplar hasta resignarse en la adversidad.
Y el final llegó a la una y media justita para privarnos del Sábado en la noche que los Cheyennes ya estaban comenzando y sustituirlo por el reguetón que empezaron a escupir los altavoces de la sala sin darnos la tregua necesaria para las charlas de despedida… pero ya estaban allí los jóvenes del perreo y la hora de los que hemos pasado ya a carreteras secundarias de la música había pasado. Esa forma de entender la vida en la que el lado salvaje era el más llamativo quedó muy atrás y la acción más atrevida que ya nos esperaba a todos era una última copita en la Alameda antes de irnos a dormir. Y eso si eras capaz de vencer la tentación de subirte al coche, aparcado en la misma puerta, y tomártela ya en casa, que no fue mi caso y sucumbí a ella.
