The Village Green Experience. Concierto homenaje al disco The Kinks are the Village Green Preservation Society en su 50º aniversario. Sala Even. 30 de abril de 2019.
Los músicos, malísimos; los cantantes, malísimos; las canciones, buenísimas.
Y una vez cumplido el compromiso de publicar la crónica del concierto que me dictó Maleso, paso a redactar la mía propia.
El homenaje que se le hizo anoche en la Sala Even al Village Green Preservation Society y a los Kinks en general, estuvo a la altura de los homenajeados. Lo cual es decir mucho si tenemos en cuenta que The Kinks fue un grupo tan maravilloso que siempre anticipaba en dos años las canciones que los Beatles harían después y su disco Village Green Preservation Society huía deliberadamente de cualquier moda imperante en el pop o el rock británicos; no había largos solos de guitarra, ni extensas jams donde todos se lucían con libertad, ni letras basadas en El Libro Tibetano de los Muertos o El Manifiesto Comunista; en vez de eso, los Kinks cantaban canciones sobre viejos amigos, tragos de cerveza, viajes en moto, brujas malvadas y gatos voladores. Y todas esas canciones las pudimos escuchar también nosotros anoche de manos de Jose Casas y su banda base, The Village Green Experience, acompañados de un montón de amigos, muchos de ellos antiguos compañeros de los demás proyectos musicales que le hemos conocido, que hicieron que los más de 100 minutos que duró la velada se nos pasasen a la velocidad del rayo.
The Village Green Experience comenzaron desgranando las canciones del disco tal como este las presentaba, sin saltarse el orden lo más mínimo: The Village Green Preservation Society, Do you remember Walter?, Picture book, Johnny Thunder… y de pronto el escenario se llenó de gente, Pacoco le quitó el bajo a Alvarito, Sión se sacó una armónica del bolsillo y Álvaro Izquierdo apartó a Dani Kinda del micrófono para que la siguiente canción del disco, Last of the steam-powered trains, no sonase de forma tan inglesa como lo estaban haciendo las anteriores sino como si el último tren accionado por vapor del que habla la canción galopase desbocado por las llanuras americanas entre Memphis y Detroit cargado del blues y el soul de ambas ciudades. Fue el primer gran momento de la noche.
Con Dani Losada el sonido de las guitarras subió varios puntos recreando Big Sky de forma que lo dejó todo preparado para que cuando Paco Jiménez se subiese al escenario sintiese que tenía a todo el mundo a sus pies, tal como cantó en su interpretación de Sitting by the Riverside poniendo su alma en ello. Animal farm, Village Green y Starstruck siguieron manteniendo alto el listón de la noche, con la banda base, hasta que se les unió un nuevo invitado, uno tan fenomenal como el Phenomenal cat del que cantó de forma magnética; Chencho Fernández, arrebatador y emocional, otro de los grandes amigos de la banda, a los que esta dedicó la siguiente canción, All my old friends were there, algo que se cumplió anoche al pie de la letra, porque todos sus viejos amigos andaban por la sala, ya fuese arriba o al pie del escenario y tras Wicked Annabella subió otro de ellos, quizás el más old de todos los que había, Maleso, que como la persona seria y formal en que se ha convertido tras abandonar la Sevilla indómita que nos retrató con los Tiernos Mancebos, apareció vestido de riguroso traje gris portando en sus manos lo que parecía el termo del café calentito que le había dado la enfermera del geriátrico y que en realidad resultó ser un chisme de percusión del que se acompañó para cantar a la dulce Monica. Y al igual que la chica de su canción, Maleso también iluminó la noche; el suyo es un mundo aparte, gigante en su menuda modestia, dueño de una rara sensibilidad, mezcla de inefable instinto y erudición selectiva que vale su precio en oro.
People take pictures of each other, de nuevo con la banda base, describió perfectamente lo que ocurría en la sala, amigos que hacía tiempo que no se saludaban posando para unas fotos que inmortalizasen la ocasión; los teléfonos móviles echaban humo anoche y los flashes encendían todos los rincones de la Even. Con esta canción se ponía punto final al repaso del Village Green Preservation Society, pero la noche aún era joven y quedaban muchas canciones de los Kinks por recordar. La guitarra de Miguel Díaz y el bajo del señor Pera hicieron que la medianoche se esperase un buen rato y siguiera siendo la soleada tarde del Sunny afternoon; Agustín Gallardo alargó todavía más el día con su interpretación de Days… gracias por este día interminable, sagrado, que no olvidaremos… las palabras que escribió Ray Davies hace tantos años describían perfectamente nuestros sentimientos de anoche. Y entonces fue cuando apareció Fran Pedrosa. Autumn almanac se convirtió con él en una obra maestra todavía más grande; su forma de cantarla, de vivirla, de hacer que nos emocionásemos y nos riésemos viendo cómo se metía en la piel del otoñal tipo de espalda reumática que como más disfruta es tirado en su sofá viendo el fútbol por la tele… sin desmerecer a ninguno de los participantes de la grandísima noche, pero hubo consenso total en que esta interpretación de Fran fue lo mejor de ella.
Después fuimos escuchando más perlas del inimitable ingenio de Ray Davies… Yes Sir no Sir, Rock’n roll fantasy (viviendo una fantasía de rock and roll, nuevamente Ray describía la situación muchísimos años antes de ocurrir), I’m in disgrace, I’m not like everybody else, Better things… Los Village Green Experience recreaban de forma magnífica la poesía de las canciones de los Kinks que anticipó lo que iba a ser el disco que hoy se homenajeaba, que si ya de por sí eran adorables, los solos de guitarra de nuevo de Dani Losada en Victoria las convirtieron en orgásmicas. He hablado de los invitados pero no he resaltado lo que logró esta banda base que mantuvo el tipo toda la noche: Jose, Julio, Alvarito, Dani y Tony (este a pesar de su maltrecha espalda que le ha retirado de las banquetas de las baterías) nos llevaron hasta lo sublime, con etéreas y sentidas versiones kinkalleras, y hasta lo excesivo; hasta lo esperado y lo sorpresivo; nos ofrecieron un acrisolado manojo de sensaciones y emociones. Nadie quería dar la fiesta por terminada, Do it again, hazlo otra vez, y otra, y otra, se convirtió en un grito de guerra, pero llegó el final del día, Till the end of the day, y había que bajarse del escenario y apagar las luces. Pero… espera… ¿qué coño de fiesta sería esta si nos hemos hartado de cantar canciones de los Kinks y no ha sonado You really got me…? Y la noche todavía se alargó unos minutos más.
