Tilde no es un grupo sevillano. Pero es un proyecto sacado adelante por sevillanos y por eso lo traemos a nuestra web. Desde que se unieron en Barcelona en el 2009 para comenzar su andadura como banda, Mario Vélez y Mati Pando, naturales de San Jerónimo y Triana respectivamente, y batería y cantante del grupo, fueron rodeándose de gente diferente para cada disco que iban grabando, que ya son cinco los editados. El último de ellos, Algae, que salió hace unos tres meses, es el que nos da el motivo para presentaros a Tilde, que aunque al grabar el disco estaba formado por Mario y Mati acompañados de Carlos Sánchez a las guitarras y samplers y Carla Suzart al bajo (en las fotos en color), los problemas que implica la pandemia hicieron a esta última tener que retornar a su país, así como a Carlos dejar la banda por motivos personales. Ahora mismo está de nuevo con ellos Lluví Farré, uno de sus anteriores bajistas y la guitarra está en manos de Enric Ponza (en la foto en blanco y negro). Ellos serán, si el covid no lo impide, los cuatro que presentarán el disco en la sala Pumarejo de Barcelona el próximo día 13 de febrero.
Algae fue grabado en directo, mezclado y producido por Carlos y posteriormente masterizado en los estudios Hukot por Milo Gomberoff en abril de 2019. Se editó en septiembre de 2020 en Ta-Ta Boom Records y Repetidor. Y escuchándolo no dejo de pensar que tuvo que ser un trabajo técnico difícil de llevar a cabo porque más allá de la diversidad que tiene su contenido, este también es poco convencional. No se trata de canciones, con letra de Mati todas ellas, de melodías perfectamente apuntadas, ni estribillos usuales, sino que hay que bucear entre las tonalidades, las sonoridades de todas, buscar entre sus formas, experimentar con los compases… la banda tiene que ir moviéndose en torno a Mati, coloreando sus versos con armonías, adivinando los matices de su poesía para darle los acordes adecuados. Y después hay que verterlo todo en el estudio de grabación sin que la mezcla se disgregue. Y no he usado aquí los términos de bucear y verter de forma ligera, sino buscando concretamente esas palabras, que sobre todo se aplican a los líquidos; porque la música de este disco es como el agua del mar que tanto aparece en las canciones, de ahí ese título de Algae, referido a las algas que tan poco valor parecen tener dentro del mar, pero que son fundamentales.
Y al igual que el agua, que se amolda perfectamente al envase que lo contiene, así las canciones van adquiriendo formas distintas y recordándote atmósferas dispares. Si la primera de las canciones, Cola verde, te lleva, sobre todo en su mitad final, al San Francisco de Jefferson Airplane, la Voz de una gitana, la segunda de ellas, te trae de nuevo de vuelta a un lugar más cercano y conocido, al de Silvia Pérez-Cruz en Granada o Sevilla reinterpretando a Morente cuando entonaba el Pequeño vals vienés. Y ese ir y venir se mantiene entre la nana para un sueño eterno que es Aborto clandestino y el jazz-rock aflamencado de la genial Isla de plástico; entre el salteo de versos lanzados a través de música modal de El rey y el quejío que tiembla entre los versos de Sal y farolas…
Vuelvo a vestirme otra vez con ese trapo… una frase de Desgastada camiseta que está tocada por ese crepúsculo que eleva la mera melancolía a un estado de gracia. La guitarra gruñe en algunas partes de esa canción de tonos de whiskey envejecido con un efecto escalofriante… yo fumo y fumo y todo el humo me lo trago… gente que me sigue a todos lados; algunos de ellos ya murieron hace años, pero por suerte yo vivo para contarlo… Mati desatada en los grises de la oscuridad de la que habla en otra de las canciones, Suelto, un experimento crudo y complicado de post rock con (algo que recuerda al) flamenco, y revela unas inclinaciones aún más desnudas. Atmósferas lentas y furtivas que dan lugar a una bruma sensual y seductora en la que nos dejamos envolver sin importarnos siquiera qué nos vamos a encontrar dentro de ella. Pero nuestro atrevimiento nos lleva al premio de la luz… soy yo quien espera en la luz estelar que iluminará todo este cosmos y abriré las puertas de par en par hasta que entre todo el amor en mí… al premio de haber tenido el valor y la paciencia de escuchar estas canciones una vez, o dos, o tres, o las veces necesarias hasta que te des cuenta de que ya es demasiado tarde para parar.
Escuchando las palabras de Mati uno le encuentra sentido a las cosas; eso es lo que logran los poetas. «Pero yo no lo soy», me dice ella, «la poesía me atrae, me mueve, me atrapa y en ocasiones la necesito como modo de supervivencia. Y esto es lo que se ve reflejado en mis letras seguramente». Seguramente.
Los nombres de Mati Pando y Mario Vélez quizás no os resulten del todo desconocidos porque ellos dejaron alguna huella en Sevilla antes de irse a Barcelona. Mati era componente del grupo Mediterránea, de música andalusí, y Mario pasó también por otra serie de bandas de las que la más conocida fue Los Sentíos, de la que fue componente durante dos o tres años. Después los dos estuvieron juntos en Grotesca Dulzura. «De eso hace ya once años, ha llovido mucho», me cuenta Mario. «Una vez en Barcelona, a donde nos vinimos los dos para estudiar música, contacté con una banda que necesitaba batería; ensayé con ellos, grabamos y la banda se disolvió. Pero tres de los cinco componentes que éramos queríamos seguir y le propusimos a Mati que montase sus canciones con nosotros. Ella siempre ha compuesto temas, los de Grotesca Dulzura eran todos suyos, y lo hizo también aquí. Ese fue el germen de Tilde y así hasta ahora, sin parar en ningún momento aunque con cambios de formación».
Al comienzo de este artículo comentábamos ya esos constantes cambios de formación, lo que puede llevar a pensar que Tilde es un proyecto personal de Mati y Mario, pero este nos aclara que no es así: «Tilde es una banda total, lo que ocurre es que ha ido mutando; pero siempre ha sido una banda. Los componentes en cada ocasión se quedan, pagan local, colectivo, todos aportamos igual. Es normal que por unas cosas u otras de la vida la gente vaya cambiando, pero el proyecto es el de una banda. Los cambios han sido bastante naturales y si hubiésemos tenido que forzarlos seguramente no hubiésemos seguido como Tilde».
Pero aquí están. Y se abre ante ellos el futuro… incierto… «No nos resignamos. Aparte de la situación actual nuestros objetivos son claros: tocar, tocar y tocar. Estamos deseando poder montar una gira y dar a conocer Algae y más aún que esa gira pase por Sevilla. Sabemos que ahora no será fácil, pero no se puede parar». Ni parar ni dejar de crecer. Estos tiempos nos están enseñando la necesidad de cambiar, de trabajar por el cambio, de forzar el cambio. Y grupos como Tilde son de los que hacen que todos los demás que también andan en esto quieran empujarse unos a otros para llegar más lejos.
