Lospiestorcidos + Future Ark + DCM. Sala X. 16 de marzo de 2022
Anteanoche, miércoles, día extraño para los conciertos en directo en nuestra ciudad, había anunciado, sin embargo, uno totalmente electrónico en la Sala X. Un también extraño ente llamado El Instituto de Música Electrónica en Directo presentaba EIDMEED 001, lo que apunta a que a este concierto le seguirán algunos más, numerados como 002, 003… y esperemos que la lista sea larga si todos ellos se parecen al que ha servido de arranque, porque en él hemos podido disfrutar de los live sets de Lospiestorcidos, Future Ark y DCM.
La respuesta del público no podemos decir que fuese muy boyante, porque no se reunieron en la sala más allá de cinco o seis decenas de espectadores, sin embargo sí que me alegró el que entre ellos hubiese muchos músicos y DJs electrónicos de la ciudad y sus alrededores, entre los que reconocí a Gu Vo, Canino, Corea, Pirámide, Disonante… todos en conversaciones tan animadas que ni nos dimos cuenta de que Jorge Navas, de irónico aka Lospiestorcidos, se había subido ya al escenario y puesto en marcha su consola, comenzando además de forma muy suave, con golpes percusivos que fueron subiendo de volumen y tono para hacernos callar de forma paulatina y dejarnos pendiente de los sonidos de Testimonio, la pieza con la que comenzó, que es también con la que se inicia su segundo EP, que con el nombre de Diluciones, está disponible en las plataformas de escucha desde hace unos días. De forma mucho más ambiental de la que le recordaba de su set en Utrera, la pieza se fue convirtiendo en una experiencia, más que nada, sensorial, que se hizo más exuberante y física cuando se fundió con Ego, otro de los temas nuevos, que ya nos invitó a movernos más, aunque sin abandonarnos a ello del todo. La noche arrancaba tranquila, tenía brillo, pero melancólico; el ritmo motorik que la gobernaba era moderado, como si condujésemos por la autopista de forma señorial más que deportiva. Con Birds, recuperada de su primer disco, la química comenzó a vencer a la electrónica pesada, el sonido ahora era más orgánico, nos llevaba a través de una fascinante secuencia de formas abstractas en movimiento, Jorge nos estaba cambiando la melancolía por ensueño.
El contraste entre las piezas de sus dos discos se volvió a apreciar cuando volvió de nuevo al segundo con Horizonte y la música nos conectó de nuevo con la tierra. Parecía como si Jorge se hubiese desplazado desde la luz hacia otro lugar en el que las sombras iban cayendo sobre su ordenador, su mesa de mezclas, dando un color más oscuro a su música, pero sin perder la belleza inherente. Cambiaron los patrones y con ellos también los sentimientos que Jorge nos transmitía con su música. En lugar de capturar un momento específico en el tiempo o una emoción, esa música que nos llegaba era una experiencia auditiva encantadora y profundamente conmovedora. La última pieza de su nuevo disco es Recuerdo, y esa fue la que siguió aquí; reflejando una energía más intensa que la del inicio, lo que me hace pensar que los pasos que marquen el tercer disco, cuando esté listo, van a ser más fuertes también, de seguir esta pauta. La sesión de Jorge había ido madurando a medida que transcurría y ya había llegado a su sazón y no sé si fue por eso mismo por lo que eligió cerrarla con Greta, del disco anterior. Lo lógico hubiese sido meter la pieza que faltaba del disco nuevo, Gravedad, pero con ella hubiésemos vuelto al ambiente de opacidad; fue mejor terminar con brillo de esperanza y optimismo.
Future Ark, el nombre con el que se mueve Tero Heikkinen, finlandés afincado en Sevilla desde hace mucho tiempo, nos ofreció una sesión de ritmos más marcados y una percusión desconocida hasta ahora en su música. Cuando acabó tuve ocasión de hablar unos momentos con él, haciéndoselo notar, y me dijo que esa siempre había sido su faceta más pobre y llevaba algún tiempo trabajando con ella y haciéndola crecer. Puedo decir que no ha perdido el tiempo, porque ya no es que sonasen potentísimas Gnu y Teo, sus más recientes composiciones, con las que terminó la sesión, sino que el sonido de bombo electrónico se hizo notar inmenso en los temas de su disco Angelonia que revisitó aquí: 2029 y Gawd, para empezar, y sobre todo en The Drum, con el que multiplicó los graves de la anterior, Discotrotter, y eso que en esta el sonido no te dejaba ni un momento de relajo.
2029 me sonó esta noche mucho más sincopado de como lo recordaba grabado. Y Gawd más acelerado. Tero juega en otra división, cuando está en directo su música va más allá de la mente de la que salió inicialmente y se escapa del tiempo que la limitó; de hecho, de casi todos los temas de esta noche puedo poner aquí los nombres porque él mismo me los dijo previamente, de otra forma me hubiese resultado muy difícil identificarlos. Durante la aproximadamente media hora que estuvo sobre el escenario, Tero combinó ritmos ágiles con melodías inquietantes y nos dio funk, impregnó con su alma, que cada vez va siendo más cálida, unos ritmos alemanes, más del plano astral kosmiche que de la rigidez kraftwerkiana; realizó vuelos de fantasía a lo Yellow Magic Orchestra, grooves neoyorkinos, todo filtrado de forma suntuosa.
El modo de cuerpos en balanceo en el que estábamos con Future Ark pasó a ser de modo de baile total con la sesión de DCM, el que mejor supo aprovechar los más que magníficos subgraves de esta sala para meternos en una especie de trance hipnótico, a base de ritmos muy repetidos y deudores de KLF. Una música de encantos tan rudimentarios que sigue sonando igual de fresca que hace treinta años.
DCM son las iniciales de Diego Cervantes Monedero, un ingeniero acústico de Huelva, con residencia en Sevilla, productor y DJ, que suele hacer un techno bastante más oscuro que lo que nos ofreció aquí esta noche, a base de tracks exclusivos y quizás todavía sin nombre siquiera, perfilándolos para futuros lanzamientos en ediciones de su propio sello, Dissident Music. Una sesión intensa y llena de energía, a la que le pesó ser la última, cuando la sala, paulatinamente se fue vaciando de gente de cuerpo y mente saturados para quedarse al final con apenas una veintena de espectadores.