La BIG Rabia + Elemento Deserto. Sala X. 17 de octubre de 2019
Hacía mucho tiempo que un concierto que yo estuviese viendo no comenzaba con un solo de bajo y anoche en la Sala X el de la banda granadina Elemento Deserto arrancaba con unas notas del bajo de Dani Levy sobresaliendo por encima de las de los otros tres. La canción me era desconocida también, no la recordaba de ninguno de sus dos discos y al final del concierto ellos me dijeron que se llamaba Hermanos. Fue un gran arranque porque sirvió como declaración de intenciones de lo que íbamos a escuchar tras ella: un inmenso trabajo a la guitarra de Tony Molina; unos arreglos espectaculares en las canciones, llenas de referencias a una gran cantidad de estilos y de formas de tocar, a cargo del otro guitarrista, Antonio Travé aka El Oso de Benalúa, que también era la voz principal, y una sección rítmica que de forma elegante encauzaba la ampulosidad por la que a veces se dejaban llevar los guitarristas y sus efectos, formada por el mencionado Dani y por Giggs Nother, que ha sustituido en la banda al conocido por muchos de nosotros Antonio Pelomono.
Con ruidos rotos por la batería comenzaron Le dieron tormento, esta sí reconocible de su segundo disco, con un tono psicodélico y una verdadera cascada de notas que se incrustaba en el cuerpo y en el cerebro. La Empanadilla de cucarachas de su primer disco fue más convencional, con voces conjuntadas y aires más a lo Costa Oeste que todavía potenciaron mucho más en Siempreviva de Mojácar. Con Loopback tuvimos la prueba definitiva de que estos Elemento Deserto, aunque en sus discos solo apunten la diferencia con otras bandas de las que mezclan el blues y el folk, sobre un escenario se convierten en una apisonadora, y en ocasiones son incluso estremecedores. Las últimas piezas, como estas anteriores, fueron también de su segundo disco, Pasos largos y Poor boy insane, la primera de ellas una larga suite de folk mutante con un final instrumental con la guitarra de Tony convertida en puro delirio que cuando parecía que había alcanzado su cima, todavía se superó en la segunda, veloz, con efectos penetrantes, abandonando el escenario dejando tras de sí una cabalgada por las cuerdas dignas del mejor John McLaughlin… sí, el jazz rock también lo bordan. En Granada no solo hay genios de la fusión del flamenco con el rock; un concierto de Elemento Deserto lo demuestra.
Y tras ellos llegó el momento de la noche que todos esperábamos: sobre el escenario Sebas Orellana, armado de su guitarra, e Iván Molina sentado a la batería. En cuanto Sebas se acercó al micrófono lo primero que nos dijo fue una mentira muy gorda: Quiero paz. Anoche venía buscando guerra, venía buscando el cuerpo a cuerpo con los espectadores que le vienen siguiendo en nuestra ciudad desde hace tiempo y con sus amigos y colegas del sello Happy Place, presentes anoche en gran cantidad. Y buscó lo que encontraba, aun a costa de mucho sudor, alabado sea el Señor, que le dejó la camisa prácticamente transparente. La BIG Rabia se trabajó su triunfo.
Y cargó las tintas todavía más haciendo más crudo su sonido con Hacia el Norte, un blues (o algo que se le parecía mucho) arrogante… no tengo nada que perder… por donde quiera llegaré… de cuando todavía no les conocíamos por aquí. Y con Lo voy a soportar llegó el rock and roll (o algo que se le parecía mucho).
Estábamos calentitos cuando cambiaron de tercio; se subió con ellos Fran Pedrosa, el bajista de All La Glory, y Sebas anunció que había llegado la hora del bolero: Mi compromiso, Dime, Ya no quiero más, un par de ellos más, perfectos, de esos que van ganando en cada nueva audición, con la voz de Sebas acomodándose a las canciones con el mismo sentido que habitó antes en el blues, en el rock, o en aquello que tanto se les parecía. Tiene Sebas una rara sensibilidad y una manera muy suya de tejer la música que enseguida notas en la epidermis y que acaba por envolverte, por hipnotizarte. Y la simplicidad y contundencia de Iván a la batería en estos boleros todavía resalta más cuando le vemos generar furiosas tormentas en otras canciones mucho más punk (o algo que se le parecía mucho) como Demolición, la versión de Los Saicos, el segundo bis con que terminaron el concierto.
Pero hasta llegar a eso todavía quedaba un buen trecho. Amor adiós, ya de nuevo sin Fran al bajo, fluyendo a través de ti, tanto si lo bailabas como si lo escuchabas entre trago y trago; El arrepentido, invitando a la intimidad, a la ensoñación, sumiéndonos en un mar de sensaciones que cabría buscar en esa sensibilidad latina de Iván y Sebas rota enseguida por Nenita, yo realmente te amo, que marcó el inicio del rush final para terminar en alto con Canción de amor y Cuando el sol cae sobre los cerros, en la que su intensidad no viene de su velocidad, que también la tiene, sino de la historia sórdida y melodramática, a lo Nick Cave, que nos cuenta.
Un triunfo, repito, en esta despedida, que esperamos que no sea demasiado larga, que nos va a hacer echar de menos a La BIG Rabia, porque no hay por aquí más bandas que encuentren una unión tan perfecta de los ambientes más espesos y tormentosos con la serenidad y elegancia de un buen crooner.
