Sofar Sounds Sevilla (Clara Campos y Javier Prieto / SIMONE / Canastéreo). Corral de Esquivel. 19 de mayo de 2019
Ayer tuvo lugar una nueva edición del Sofar Sounds, de los que ya os contamos hace unas semanas su filosofía y funcionamiento en un artículo al que podéis acceder de nuevo a través de este enlace.
Si los últimos entornos en los que se ha celebrado han sido… digamos que industriales: una lavandería, un museo, el ambigú de un teatro, una cervecería artesanal… el de ayer fue un lugar mucho más personal. Con esto no quiero desmerecer a ninguno de los anteriores lugares, que todos fueron fantásticos y se portaron de maravilla con la organización y el público asistente; pero es que ayer estuvimos en un lugar repleto de historia y que es de los pocos reductos que quedan sin contaminar de la Alameda de Hércules. Era un patio de vecinos, con familias que viven allí mismo, alrededor de donde los músicos estaban tocando y un centenar de personas estaban disfrutando de sus interpretaciones. Ayer estuvimos en el Corral de Esquivel, que se abrió por tercera vez durante las dos últimas décadas para acoger música en vivo, tal como se hacía en los tiempos de Manolo Caracol, que nació y vivió allí, cuando al atardecer los vecinos se reunían al fresquito de las macetas y soportales para cantiñear. Ese espíritu flotó ayer en el ambiente del Sofar Sounds y a veces el latido natural del entorno servía de respaldo, nunca de molestia porque no era nada continuado, al arte que se creaba: los trinos de los pájaros, que nos sobrevolaban incesantemente hasta que anocheció; el ladrido del perro de algún vecino, la niña de otro que daba algún grito de alegría, la cocina del bar, cuya puerta daba a una de las esquinas del patio y los que estaban junto a ella podían oír que ya solo les quedaba una ración de bacalao o que la ensalá iba con aguacate y naranjas…
El Corral de Esquivel era el lugar en el que vivían las familias de los obreros contratados por el Marqués de Esquivel para que construyesen su palacio, la Casa de las Sirenas. Muchos de los que trabajaron en ella permanecieron viviendo aquí en el corral una vez que el marqués habitó el palacio, que terminaría vendiendo seis años después. Durante ese tiempo el corral fue creciendo con más vecinos, por lo que actualmente se aprecian dos tipos de construcción en él. Tal como mirábamos hacia el escenario, las balconadas que se veían a la derecha del patio eran de mampostería, y las de la izquierda, más antiguas, de fundición.
En este entorno tan propicio al espíritu del Sofar Sounds, con el sol todavía asomándose por poniente desde Triana, salieron al escenario Clara Campos y Javier Prieto, una pareja que se estrenaba ayer mismo en su primer concierto ante el público y su bautismo musical no pudo ser más primoroso. Javier Prieto es un maestro del handpad, ese instrumento, que yo conocía como hang, de dos hemisferios metálicos que van soldados y tiene ocho círculos para los diferentes tonos musicales, y un agujero central mayor que los otros, para la resonancia del sonido que se genera en su interior. No es extraño que Javier fuese de los primeros intérpretes españoles de ese instrumento y que se dedique a impartir masterclass de él por todos lados, porque demostró una maestría que le hacía capaz de manejar tres de ellos a la vez, que fueron el único acompañamiento de la voz de Clara para que esta nos dejase unos fados conmovedores, interpretados con una voz que acariciaba el alma y que nos hacía sentir cada palabra que salía de su garganta. Terminaron su actuación con el flamenco de Enrique Morente y su Omega, deconstruido de tal forma que Javier y Clara lo hicieron suyo, íntimo y libre, emocionante. Los veintipocos minutos de música que ofrecieron supieron a poco, la enorme sensibilidad del dúo y la voz de ella, como un instrumento de infinitas cuerdas modelado a su antojo, hubiese dado para más. Habrá que seguirlos de cerca porque su música es de las que te hace sentir.
El sol se fue poniendo y el fresquito se envalentonó a medida que SIMONE iban convirtiendo a John Lennon en Beth Gibbons con una interpretación del God de aquel que era puro trip hop. Son un dúo, chica comunicativa y chico introvertido, de Madrid, que comenzaron con una inquietante ensoñación convertida en pieza oscura con un singular tratamiento de guitarra del chaval, maquinal, intrigante… y desde ahí ir avanzando en su sonido electrónico con fuerza hipnótica. Sensibilidad y sentimiento unidos en unas canciones a las que la voz de ella les daba un cálido efecto que nos hizo rendirnos ante estos SIMONE. Era como si el sonido del interior de su mente se pasease por el patio abrazando a todos los que estábamos en él.
Los últimos en aparecer fueron Canastéreo, que tuvieron que improvisar una actuación con formato reducido a cuatro de los seis músicos que componen la banda por requerimientos del espacio en el que se celebraba el Sofar Sounds. Ellos venían dispuestos a proporcionarnos un espectáculo full power, pero el recorte de formato no fue obstáculo para que disfrutásemos de su concierto, en el que esta versión de guitarras acústicas, batería sin bombo y trompeta sorda resaltó la parte flamenca sobre la de rock urbano y así pudimos disfrutar, por ejemplo, de una recreación de El lago que sonó como si Triana hubiese sido una banda de smooth jazz. El resto de sus interpretaciones fueron de su propio repertorio, de las recogidas en su disco, lanzadas aquí con una brillantez desnuda muy contagiosa; consiguieron un ambiente muy atractivo. Canastéreo demostraron ser una banda de fuerte presencia escénica, con canciones efectivas más allá del mero espectáculo, que nos mantuvieron a todos en un estado de feliz agradecimiento.
Una espléndida noche de primavera plagada de multitud de encantos musicales, a los que contribuyó también Agua Sancruz, sobre todo con los dos dúos del principio, aportando deliciosos ecos y efectos desde la mesa en la que estaba controlando el sonido y grabando los conciertos. Todavía no habíamos terminado de salir a la molicie de final de domingo en que se convierte el habitual barullo de la Alameda cuando ya habíamos puesto en marcha la cuenta atrás para la próxima edición. John Lennon, presente por un rato en el corral, cantaba que cold turkey has got me on the run… a nosotros también nos tiene bien mordidos el mono del Sofar Sounds.