The Donelles. ‘Música a través de la mujer’. Teatro de la Villa de Mairena del Aljarafe. 18 de mayo de 2019
¿La posición de la mujer en la escena musical? Horizontal y con las piernas abiertas. Ese era uno de los chistes más difundidos en la industria discográfica hasta bien entrados los años 70 y refleja con toda crudeza cómo funcionaba el asunto. Durante los primeros treinta, cuarenta años del pop, del rock, del jazz, eran escasas las mujeres admitidas en el Olimpo y no fue hasta la primera mitad de los 70 cuando las mujeres comenzaron a tocar instrumentos de forma generalizada y a ser consideradas seriamente como músicos verdaderos; por entonces ellas ya dejaron de ser sólo intérpretes vocales para expresar los sentimientos de las mujeres a través de la música con sinceridad y desechando las declaraciones tradicionales que los compositores ponían en boca de las cantantes femeninas con demasiada frecuencia. En el fondo de la música popular ha habido siempre una energía motriz de carácter sexual y, como ese campo ha estado siempre dominado por el hombre, esa energía ha reflejado el papel agresivo del macho en esa relación sexual y se llegó a describir el jazz y luego el rock como una música de características masculinas, cerrada, por tanto, a aportaciones del otro sexo. Y ahí es donde da comienzo la historia que anoche nos contaron en el Teatro de la Villa de Mairena del Aljarafe.
Sobre el escenario, Theresa Benítez, encarnando a la mujer, no a una mujer concreta, sino a la mujer pasando a través de la historia musical, nos cuenta cómo la falta de hombres en los USA, debido a que estaban en la II Guerra Mundial, favoreció que las mujeres se introdujesen en el jazz. Hablamos de los años 40 y The Donelles, encarnando a unas Andrews Sisters, que igualmente podían haber sido unas Bowell Sisters o algún otro de los grupos menos famosos de la década, van ilustrando el relato con sus portentosas interpretaciones de In the mood, Tico tico, y el Rum and Cocacola encadenado a Mr. Bassman, después de que Theresa nos hablase de como el regreso de los hombres, vencedores en la guerra, volvió a relegar a las mujeres a su sempiterno papel de amas de casa y de reposo del guerrero y les quitó los instrumentos musicales.
Comienza la década de los 50 y Theresa nos sitúa en el momento en que la película mexicana Escuela de vagabundos lanza al mundo aquella canción en la que Pedro Infante nos cantaba quién será la que me quiera a mí, quién será… y nosotros la escuchamos aquí también en su voz, en un momento del espectáculo que queda demasiado vacío; mientras las Donelles se cambian de ropa, en el escenario vemos a unos músicos en penumbra, parados, estáticos, como la narradora, mientras escuchamos una voz en off con la canción original que se hace demasiado largo sin una referencia visual; eché allí mucho de menos aunque sólo fuese a una pareja bailando, porque además la canción se prestaba perfectamente a ello. Y cuando volvieron a salir las Donelles y la interpretaron, ya convertida en standard del jazz, americanizada desde su concepción como híbrido del bolero y el mambo, la convirtieron en algo arrollador. Las Donelles tienen unas tesituras vocales increíbles y sus recreaciones de todas las canciones que nos iban haciendo y, sobre todo, de las que nos iban a hacer, tuvieron siempre una capacidad maravillosa para retrotraernos a una época y a un ambiente que la mayoría del público no había vivido, y no lo digo sólo por la edad, que allí había gente ya muy talludita, sino porque sus ambientes sociales no parecían demasiado cercanos a los que tuvieron este tipo de música como banda sonora.
Como tampoco se trata de que destroce aquí toda la trama y los que tengan oportunidad de ver este maravilloso espectáculo más adelante tengan las mismas sorpresas que los que tuvimos la inmensa fortuna de asistir a su estreno de anoche, no os relataré el desarrollo posterior de la historia, aunque sí os diré que las chicas del trío, Litta Wheel, Elita Falcon y Laura Jam, derrochan un sentido del humor solamente superado por su forma de cantar. Poseen unas voces espectaculares, capaces de llegar de una forma increíble a cualquier nota que se propongan, por muy alta que esta sea, mientras que mantienen un control total sobre la interpretación. Y de esa forma fueron bendiciendo a un teatro prácticamente lleno de almas entregadas a ellas con un éxito tras otro a través de los de las siguientes décadas de los 60 y 70, ya fuese transfiguradas en las Vandellas, las Sister Sleedge, las Sweet Inspirations, o cuando alguna de ellas, cualquiera que fuese de las tres, tomaba la voz solista para recrear la forma en la que Karen Carpenter cantaba el Help! beatleliano o Linda Ronstadt hacía suyo el You’re no good de Betty Everett. Nos hicieron ver también cómo la historia nos ha hecho llegar de forma equívoca el Hound dog como una canción de Elvis, cuando su autora fue una mujer, Big Mama Thorton, o el Mr. Postman como de los Beatles, cuando era una canción de las Marvelettes. Cuando entonaron Heatwave nos sobraban los asientos del teatro. Igual que con su mágica recreación del Love train, un himno del sonido Philadelphia puesto aquí en escena de forma admirable.
Se me acaban los calificativos para describir lo que vivimos anoche en Mairena, pero para que no parezca que la forma en la que quedé deslumbrado no me permitió ver algunos fallos además del que comenté antes, que los hubo, no en vano esto era un estreno pleno de nervios y emoción, lo cierto es que sí que aprecié algunas cosas mejorables, aunque sean cosas que en realidad sólo chirrían a tipos pejigueras como yo. Creo que habría que darle una vuelta a la versión de la historia que sirve de hilo conductor a la trama; me dio la impresión de que está basada en un texto americano que habría que adaptar mucho mejor a la sensibilidad y conocimiento de los hechos desde el punto de vista español, porque hay muchas referencias que nos son lejanas, cuando no completamente ajenas… por ejemplo, cuando la narradora da paso a la época de la música disco y nos pone la sintonía del programa Soul Train preguntándonos retóricamente que quién no había visto nunca ese programa… hubiese sido un puntazo que todo el teatro al unísono hubiésemos gritado ¡Yoooooo!. Y por favor, que alguien corrija ese momento en que la narradora dice textualmente: «En 1961 yo vivía en Liverpool completamente sumergida en la beatlemanía», porque en 1961 allí nadie tenía aún ni pajolera idea de quiénes eran estos tipos melenudos que no surgirían hasta un año y pico después.
La banda de acompañamiento, con Leo Aranda al bajo, Ángel Luque a la batería y Santi Ruiz a los teclados, cumple de forma perfecta su papel arropando musicalmente al trío de chicas e incluso se luce en un par de interludios mientras se producían los cambios de vestuario con interpretaciones del Green Onions de Booker T. y del Light my fire de los Doors, aunque en esta última Santi se vio bastante saboteado por el ajuste de sonido, que prácticamente nos privó del solo de órgano que es el alma de esta canción. Y eso debería ser otra cosa a corregir porque no fue la única vez que ocurrió, ya que la ecualización del sonido fue demasiado uniforme durante todo un espectáculo que precisamente no era nada lineal, y el exceso de agudos hacía que las increíbles voces de soprano de las chicas (Litta inmensa en esto) muchas veces se tragara, literalmente, el sonido del teclado, algo que fue especialmente sangrante en Sweet Inspiration, donde sólo se oían las voces y la sección rítmica.
The Donelles irán anunciando en su perfil de facebook las próximas fechas en las que volverán a representar el espectáculo, dentro del programa Enrédate de la Junta de Andalucía. También estarán recorriendo diversas localidades de nuestra provincia mediante el programa de fomento cultural de la Diputación de Sevilla, aunque las fechas no podrán confirmarse hasta que no terminen las elecciones municipales y haya cambios de gobierno en los ayuntamientos. Lo que sí podemos confirmar ya es que el día 12 de julio estarán en Loja, municipio granadino, y en el Teatro de Córdoba en una fecha que aún está por confirmar.
Como muy bien dijeron los Rolling Stones en una de las primeras canciones feministas que recuerdo, aquella de Memory Hotel: «Ella tiene cerebro, y sabe usarlo la mar de bien»… lo que quedó más que patente en la historia que nos contaron anoche. Las mujeres que se dedican a la música están haciendo entender al mundo cada vez más y mejor que es su música y su mensaje lo que merece atención y que ambas cosas hablan por sí solas. Las mujeres han tenido un lugar en la música a través de toda su historia, aunque demasiadas veces nos hayan querido hacer creer que esto no ha sido así y haya que refrescárnoslo de forma tan firme pero tan grata como anoche. Y tras salir del teatro después del regalo del She’s not there de los Zombies, fuera de programa, sólo nos quedaba dar las gracias por haber podido ser partícipes de semejante clase magistral, tanto de historia como de interpretación.
