Vera Fauna ha conseguido en su disco Dudas y flores que una cierta clase de sabio eclecticismo no se convierta en chapucera extravagancia. El gusto de sus componentes, el cantante y guitarrista Kike; Javi, el otro guitarra, además de Jaime y Juanlu, que forman la sección rítmica con el bajo y la batería respectivamente, es tan idiosincrático como pretenden. Lo cierto es que no logro encontrar el hilo que conecta a los Boogarins, las canciones de amor, el neosoul, la psicodelia, la cara más cortés de Todd Rundgren, el intimismo y el ruido guitarrero como parte de un todo simple y tan estético que no se le ven las costuras; podría ser un revoltijo, pero esta aproximación al pop trasciende sus inherentes limitaciones.
Dudas y flores es pop de ensueño, la banda sonora de un universo alternativo en el que las estrellas del pop todavía visten de color dorado pálido. Es un disco que te deja en un pegajoso estupor en vez de encenderte con inmensidad visionaria. Vera Fauna ofrecen deleite en lugar de éxtasis; sus canciones tratan de ternura más que de deseo, de miradas prolongadas y manos cogidas en vez de asaltos sexuales. El alma del grupo está enraizada en la inocencia juvenil de la Sevilla de la época que describen en la canción con la que abren el disco: Candelaria. Punzadas en el corazón del bajo y espinosa guitarra rítmica para Pancracio, corta entre ensueños. En mi jardín, un capullo asciende en espiral y la voz de Kike ya no nos parece tan cremosa, sino más eufórica; con los acordes instrumentales del final, sumamente placenteros, ya no nos parecen tampoco tan peligrosamente cercanos a la blandura y la canción que le sigue, Nova, Pt. II, es un collage sónico de pop inglés sesentero enlazado sobre un ritmo que resalta y reverbera que desemboca en Fernando Morientes, que comienza como una pulsación. En canciones como esta es donde realmente tiene vida Vera Fauna, construyendo su propio universo pop alternativo, con elementos singulares que ninguno es “nuevo”, pero que la composición de todos ellos tiene un gusto retorcido que suena fresco e imprevisto, como ocurre en la relectura del Colorada que hacen más tarde, un delicado disparate musical que aun así emerge coordinado y perfecto.
Los naranjos refuerza la excelencia del disco, que marcha de forma elegante, suave y espléndida. Vera Fauna son tan seductores cuando suspiran por los días pasados, como ocurre en las ya mencionadas canciones Candelaria o Fernando Morientes, como cuando parecen ofrecernos esperanza eterna, como en la que cierra el disco, Cobre, que tiene cascadas de polvo de estrellas y rayos de luna, una catarata de piedras preciosas.
Vera Fauna tiene independencia y una actitud que se nota por todos los rincones de este primer disco, en el que juntan todas sus influencias con convicción. Dudas y flores te llega, tiene interés, que es algo que no pueden decir todos los discos editados últimamente por aquí.