TOPO + Malamute. Sala Malandar. 20 de septiembre de 2019
Cuando anoche, al final del concierto de TOPO, les escuchaba cantar Mis amigos dónde estarán, yo me preguntaba eso mismo: ¿dónde coño estarán los amigos de TOPO, los amigos del rock…? No es que sea una banda que vaya a arrastrar multitudes, pero después de cuarenta años en la carretera, que es lo que celebran con esta serie de conciertos actuales, son historia viva de la música española y es muy triste que apenas cien espectadores compren una entrada para ir a escucharles. En la Sala Malandar, pues, muy pocas personas anoche, pero entusiasmadas todas ellas; la gente se divirtió mucho y se sintió arrastrada por TOPO desde que comenzaron a tocar Los chicos están mal, adosado a Marea Negra, hasta que terminaron con la citada de Mis amigos dónde estarán. De una punta a la otra del concierto Pepe Jiménez y Lele Laina, el esqueleto creativo de Asfalto hasta que decidieron bifurcar sus caminos para fundar esta banda, junto a Luis Cruz, manejando una guitarra convertida en solista la mayoría de las veces y un contundente Jesús Almo a la batería, dieron muestras de una clase indiscutible y de un estilo impecable no solo moviéndose por el rock urbano del que fuesen artífices desde los primeros años del tan querido como denostado sello Chapa, sino aventurándose por los compases primigenios de ese género que en nuestra ciudad tiene tantos adeptos, dejándonos un poderosísimo Blues del dandy y reconvirtiendo el Bring it on home to me de Sam Cooke en un Tráeme tu amor que fue un mosaico de variaciones del rhythm and blues con un gusto increíble y un dominio instrumental prácticamente perfecto.
Y si TOPO fueron grandes manejando sus instrumentos no se quedaron atrás haciendo lo propio con sus voces; si Pepe era capaz de transmitir ideas y vivencias con las que los antiguos rockeros presentes nos identificábamos y recordábamos, con una voz que parece no haber perdido nada con el tiempo y nos llenaba de satisfacción al escucharle en Ciudad de músicos, Días de cine, Vallecas 1996, cuando Lele tomaba el relevo vocal, era capaz de desnudar La vida de forma que se enganchase en nuestro subconsciente y nos devolviese a aquellos primeros años 80 en los que nuestros fantasmas y nuestros deseos tenían una banda sonora en la que se incluían las canciones que él cantaba desde los vinilos de TOPO: un Días de escuela, con el que terminaron el set, y ese Mis amigos, con el que terminaron los bises; sobre todo si, como anoche, además en ellas incrustan, respectivamente, fragmentos del Sunshine of your love de Cream y del Rock and Roll de Led Zeppelin.
Igualmente vitales fueron las canciones recuperadas de los tiempos de Asfalto, una banda que, por lo que Pepe decía anoche al presentarlas, pareciese más sevillana que madrileña, y es que el tiempo ha tratado a su memoria peor que a su voz, o realmente todas las canciones las estrenaron aquí, porque eso nos decía cada vez que atacaba una de ellas… Ser urbano, también Rocinante, con la magnífica forma en que anoche adquirían sentido esas palabras que contiene sobre venir conmigo en este viaje infinito que es el rock y la pasión que genera. Un viaje que nunca terminará mientras siga habiendo músicos del calibre humano de Pepe y Lele.
Antes que ellos calentaron el ambiente Malamute, en el estreno de su nueva formación y manera de enfocar su música, en la que el glam ha quedado postergado por el hard-rock, y el equilibrio que a veces se echa en falta en la sucesión de canciones de su reciente disco es muchísimo más pleno cuando las interpretan sobre un escenario. El blues de la máscara, Intoxicada, Desierto, la canción que da nombre a este segundo disco, o las recuperadas del primero, como Mujeres líquidas, tienen más feeling interpretadas en directo, porque les va mejor el entusiasmo y la pasión inmediata de Paco García Pinilla que el proceso de rumiarlas en un estudio. Anoche la contundencia guitarrera primó sobre el onirismo lírico y Malamute nos dio rock and roll enérgico, potente y fuerte. Paco tiene que madurar mucho su forma de cantar, pero cuando sale al escenario en su cuerpo puede leerse la emoción y sus dedos son capaces de hacernos llegar la sobredosis de sentimientos que hace que la música nos conmueva y atrape.
