William Prime + Santa Fe. Sala X. 15 de diciembre de 2022
Hubo un tiempo en el que anduve muy enganchado al Southern Rock, sobre todo a las bandas de aires más countries como Marshall Tucker Band, Nitty Girtty Dirt Band, New Riders of the Purple Sage, por eso enseguida me atrajo un grupo sevillano como William Prime. Hasta ahora solamente había tenido oportunidad de verles en directo una vez, en un concierto muy corto y en formato unplugged, con el hándicap además de que el cantante estaba totalmente empastillado para poder sobrellevar el malestar de garganta que tenía. Aún así me gustó mucho su propuesta. Por eso anoche era de obligado cumplimiento la asistencia a la Sala X, donde iban a dar un concierto de verdad.
Lo primero que me llamó la atención de ellos, una vez que el discurso sobre el viaje infinito de la introducción se diluyó entre las notas instrumentales que dieron paso a Tremble fue la voz de Jesús Albarrán, que era aguda y a la vez rasposa, en esa forma en que desgasta la superficie de la realidad; estuve un rato como decía el poema aquel de Miguel Hernández: recuerdo y no recuerdo, hasta que la memoria me llevó a Woodstock y supe que todo este rato había estado pensando en Richie Havens cantando Freedom. Y supe también que más allá de estar en lo cierto, había tenido una epifanía, porque todo fue asaltarme esa evocación y William Prime comenzar con su interpretación de Mother; pleno lo igual con lo igual.
Hasta llegar ahí quedaron atrás dos de sus canciones más antiguas, Blues y Like a Deer, seguidas por una revisión de I Heard it Through the Grapevine alejada del soul de la original de Marvin Gaye para aproximarla a la recreación de Credence Clearwater Revival, otro de los referentes de William Prime. Un puente del teclado de Alberto Rodríguez la enlazó con My Fulfilling Skies, donde comenzó a brillar, para no parar ya durante toda la noche, la guitarra eléctrica de Francisco Gil. Fue luego cuando la voz, esa voz, un poco áspera, con la cualidad de un cantante de blues, agregó gravedad a los versos de Mother. Después dieron otro corte profundo a su disco homónimo, el único que -aparte del EP de 2017- tienen hasta ahora, con A Long Time Watched Wall y Jesús especialmente caliente en las subidas de voz y bajadas hasta prácticamente recitar las palabras.
El abanico sonoro en el que esta banda se mueve está ya descrito prácticamente en los párrafos anteriores, pero todo tiene de base a Bob Dylan. Concretamente al Bob Dylan que a mí más me gusta, el de la etapa del Before the Flood, que es al que recordaron anoche estos aquí con Don’t Think Twice, It’s All Right, de aquella forma eléctrica en que Dylan la hacía cuando estaba respaldado por The Band. Dylan siguió presente, no ya en la versión de otra de sus canciones, sino tras los acordes de la guitarra acústica de Jesús, en Disarrow, que es como el Desolation Row del maestro, pero más allá del sentimiento de pena o abatimiento que uno quiere expresar y la palabra blues se le queda corta; William Prime aquí sublimaron el poder y la elegancia del country rock. El final instrumental, mano a mano el teclado con la batería de Juanma Castillo, fue monumental.
Con Desire volvieron a recordar sus inicios; es esta una canción que se aparta de su arco iris, con un color más cercano al del árido desierto de un spaghetti western o al del sol naciente de House of the Rising Sun, que cuando volvió al profundo sur lo hizo a territorios de Alabama, donde Lynyrd Skynyrd se extendía en canciones con larguísimos solos de guitarra como el de Free Bird, que aquí nos recordó Francisco en su tramo final.
Esta retirada a otros territorios se hizo más patente todavía con una canción en castellano, que debe ser nueva porque Jesús debía ayudarse de un atril para leer la letra que cantaba, algo que repitió en el primero de los bises. Se llaman Prueba Violenta de Amor, la primera y ¿Dónde están las gatas?, la segunda, y deben darle dos o tres vueltas más a cada una, aunque tienen cierto ángel, sobre todo porque, manteniendo la instrumentación del rock sureño americano, tienen aires como los de las canciones románticas italianas una, y la otra líneas que más que cantadas están rapeadas de aquella forma primitiva que tenía Miguel Ángel Iglesias cuando compartía liderazgo vocal con Silvio en Barra Libre. Pero otra de estas en castellano, Maderita Nueva, yo personalmente la sacaría directamente del repertorio porque con su interpretación en lugar de parecer los Allman Brothers o The Band parecen Jarabe de Palo, y eso es bajar demasiado el listón.
Pero todo quedó en el olvido en cuanto comenzaron con Positively 5th Slow Room! y les imbuyeron a todos ellos los espíritus de Spencer Davis Group cuando estos interpretaban I’m a Man y después recrearon el Like a Rolling Stone en una forma que casi me hizo caerme varias veces del taburete cuando gritaba con ellos How do you feeeeeel… un caso de alegría desenfrenada, el que se apodera de mí cada vez que la escucho. La encadenaron casi sin que nos diésemos cuenta a Bring Your Shoes, una de las mejores que componen su disco, con un estribillo de esos que te llenan de buen rollo. Tiene un break en el que de nuevo toman el protagonismo el teclado y la batería para dar paso posterior a la guitarra, más suave esta vez, pero igual de efectiva. Hasta ahora he citado a cuatro de los componentes del grupo, pero me falta Álvaro Córdoba, el bajista que todo lo apuntala desde el rincón derecho del escenario, adoptando un ritmo de hoedown rápido y encabritado que es ideal para aplaudir, aunque no se mueva en el sentido convencional y sea el que más inadvertido pasa; y eso que de todos ellos era el que más cercano tenía, prácticamente delante de mis narices.
Skinny James’ Blues y Bad Peregrino fueron las canciones finales del set y quizás las que mejor demostraron que William Prime no tocan rock sureño convencional, sino que establecen ellos sus propias convenciones. La mayor parte de su música es original y tiene poca relación abierta con el blues, aunque de ese estilo sean las notas de sutil sabor que cerraron la segunda de las canciones citadas; quizás esto se deba a que la música folk negra de las Carolinas, fuente de la que más beben, ha tendido siempre a parecerse más al ragtime que al hard blues pero, aun así, la mayor parte de la dirección estilística de William Prime proviene de la música blanca, especialmente del country. Por eso, a diferencia de otras bandas que se mueven por estos caminos y los convierten en un anacronismo, ellos no se quedan atrapados en ritmos estrechos de blues, sino que se disparan.
Los bises comenzaron con la canción de las gatas que antes mencioné, en la que incluyen versos de El banquete de Platón y terminaron con Two Highways, una canción que no está en su discografía y de la que dijeron que es muy significativa para ellos. Y así terminó un espectáculo fresco y enérgico, de esos que no son particularmente visuales, en los que prima la integridad estilística original sin recurrir a puestas en escena rebuscadas o artificiosas, algo que se ajusta perfectamente a la intimidad de una sala como esta. Salimos muy contentos.
Antes que ellos ocupó el escenario el dúo Santa Fe, de los que me reservaré comentarios hasta que pueda apreciarlos bien, porque anoche, después de tres o cuatro canciones originales que ya habían interpretado cuando accedí a la sala, solo pude escucharles en la versión ajena con la que se despidieron, de la que sí puedo decir que me dejó con un buen regusto y ganas de ir a verlos la próxima vez que les vea anunciados en algún otro lugar.