Ha sido una feliz casualidad que me ponga a escribir la crítica de este disco justo después de haber visto la película Una canción irlandesa. En cuanto empieza a sonar la guitarra de La fábula, la primera de las canciones, quizás por eso se me vienen a la cabeza los sonidos de Irlanda; incluso encuentro paralelismos entre la historia que se cuenta en la canción, entre un ratón y un ave enjaulada, y la que se cuenta en la película, de una abeja y un cisne enjaulados en cuerpos humanos. Después la canción se va extendiendo como los verdes paisajes de la película, subiendo y bajando como las colinas salvajes que se ven en ella, a través de atmósferas progresivas hasta convertirse en una epopeya musical de más de trece minutos construida con ritmos de rock sinfónico, psicodelia, ska, rock andaluz…
La fábula abre el disco Preso y animal, en el que Zahorí recopila las cuatro canciones que habían ido presentando desde varios meses atrás. Y aunque solo sean cuatro piezas, en realidad no puede decirse que estemos ante un EP, porque su duración, rondando los 40 minutos, es la de un LP convencional. Afortunadamente la segunda de las canciones, Una semilla, tiene una duración que es la mitad del tiempo de la primera, y es la más corta del disco, porque aunque los pasajes instrumentales son de altura siento que no funciona bien la interacción con los pasajes cantados. Manolo López a la guitarra flamenca, Paco Cotán a la eléctrica y el bajo (aunque no sé si aquí el que se oye es el de Manuel Borrero, bajista colaborador en el disco, como también lo es Ale Cotán), Joca a la batería, Jarri a los teclados y todos ellos a las voces, crean un sonido que refuerza el arraigo de la canción, pero la forma de cantarla le resta armonía al conjunto. Le sigue Un atajo hacia los hongos, mucho más sólida y satisfactoria; una gran porción de folk progresivo con, esta vez sí, buenas armonías vocales, y en donde comienzan a asomar mejor las raíces de Zahorí.
El disco se cierra con La danza del galgo, y en ella ya se despliegan sus raíces libremente y reconocemos las influencias trianeras en los teclados y la guitarra flamenca protagonistas de esta primera parte de la sinfonía andaluza que es la pieza, y las influencias imantadas de la guitarra eléctrica y el bajo, de la segunda parte, aunque curiosamente las cuerdas del bajo no las pulsa ahora Paco, centrado en la guitarra eléctrica, y se lo deja a Alberto Samsa para esta segunda parte. A las dos secciones instrumentales las separa un soneto original de Paco, que es también el autor del poema que ha servido de base a La fábula.
La escucha de este Preso y animal es una experiencia rica; sus piezas tienen un marcado contraste entre elementos claros y oscuros, saturados y espléndidos; no las escuchas, te sumerges en sus mundos; la música se arremolina a tu alrededor. Música distinta casi a cada minuto, de un mundo que comienza irlandés y foráneo por lo que dan a entender sus sombras y sonidos, pero que termina siendo distintiva de un lugar que reconocemos plenamente, porque al fin y al cabo es atemporal, consistente y duradero rock andaluz, perfectamente arraigado.